Un
buen gobernante, un buen político, debe resolver no sólo los problemas de la
ciudadanía, sino también prever los que, según los indicios, puedan sobrevenir
en el futuro, adoptando todas las medidas preventivas a su alcance para que, en
caso de no poder evitarlos, sus efectos causen el menor daño posible. En España
sucede todo lo contrario. Nuestros gobernantes, en ambos supuestos, siempre
llegan con retraso. Como resultado, los problemas se acumulan y las soluciones
no llegan o llegan tarde y mal. Tarde, porque lo hacen cuando los daños, siendo
evitables, ya son irreparables y han causado alarma social. Mal, porque, en
tales circunstancias, las medidas se suelen tomar precipitadamente, ante la
urgencia de calmar la conmoción social, sin la reflexión necesaria para dar
respuesta eficaz a idénticos problemas en el futuro.
Han
tenido que morir cuatro jóvenes, aplastadas por una avalancha humana en una macrofiesta
de Halloween celebrada en el Madrid Arena, para que en concentraciones de
jóvenes posteriores se estén tomando amplias medidas de seguridad, incluso
abusivas según algunos. Han tenido que suicidarse dos personas deshauciadas
para que el PP y el PSOE intenten por fin un acuerdo sobre la necesidad urgente
de tomar medidas para que semejante drama social, más bien tragedia, no siga
repitiéndose ni un día más. Y así podríamos citar múltiples casos sobre
distintas problemáticas que, a todas luces, necesitan la intervención de la
administración, requerida muchas veces por la ciudadanía, pero que sólo se
produce cuando llega la tragedia, cuando sólo queda el lamento. “Se veía venir”,
es la frase recurrente. Pero, si se veía venir, ¿quién es el responsable de no
haber puesto los medios para evitarlo? Ahora ya no basta con ponerlos, además
hay que asumir las responsabilidades políticas, penales y administrativas que
correspondan por no haberlos puesto a su debido tiempo.
Siempre
con retraso a la hora de aplicar la normativa establecida, como en el primer
caso, y a la de adecuar a las circunstancias actuales una legislación obsoleta,
como en el segundo. Dos vicios congénitos en el proceder de nuestros
gobernantes, negligencia e imprevisión, que invalidan doblemente su nefasta
gestión. O se carece de leyes y normas eficaces ante los problemas de la gente
o se aplican mal las existentes. Lo acaecido en el Madrid Arena se hubiese
evitado simplemente supervisando la aplicación rigurosa de la normativa de seguridad
establecida para ese tipo de eventos; lo acaecido por los deshaucios,
simplemente derogando una ley arcaica y sustituyéndola por otra que responda a
las necesidades reales de la sociedad actual que nada tiene que ver con la que
en su día la motivó.
Ahora,
aunque tengamos que resignarnos al “más vale tarde que nunca”, hemos de tener
claro que, al margen de las responsabilidades de cada uno, los verdaderos
culpables de tanto dolor ni son los jóvenes que pretenden divertirse, ni las
empresas que organizan eventos de ocio, ni los prestatarios que no pueden
afrontar el pago de su hipoteca, ni los bancos que quieren cobrar los préstamos
concedidos. Los verdaderos culpables, los primeros responsables por acción u
omisión, son quienes, pudiendo evitarlo, permiten un marco de riesgo o de abuso,
que rebasa lo razonable, en el ejercicio de los derechos ciudadanos sin
ponderar que unos derechos han de prevalecer siempre sobre otros en caso de
colisión entre ellos. La negligencia administrativa, en el caso Madrid Arena,
no debe quedar impune, al margen de la responsabilidad concreta del promotor
por no atenerse a la normativa vigente y sobrepasar su legítimo derecho a
obtener el razonable beneficio, poniendo en riesgo para incrementarlo la vida
de quienes ejercer su derecho a divertirse. Con la imprevisión legislativa y
gubernamental, en el tema de los deshaucios, sucede lo propio al permitir que
miles y miles de personas soporten una legislación abusiva del derecho bancario
a obtener beneficios con sus préstamos privándoles de su derecho a una vivienda
al no poder afrontar las cuotas hipotecarias por circunstancias sobrevenidas,
al extremo de que, aún entregando la vivienda, quedan como deudores con el
banco para toda la vida.
Pero,
dicho lo anterior, lo inadmisible ahora es que, aprovechando la conmoción
social, se actúe precipitadamente para que, como siempre, en el río revuelto
ganen los pescadores. No es lo mismo solucionar el problema de quienes se
endeudaron para comprar su vivienda, confiando en las facilidades del momento,
que de quienes lo hicieron conscientemente, con mayores facilidades aún, para
especular y enriquecerse, aunque ahora, con sus fortunas a buen recaudo,
figuren como insolventes y pretendan acogerse a las obligadas soluciones que se
establezcan para los primeros. Sabemos que, al final, los de siempre, siempre
salen ganando y que es el pueblo quien, a la postre, paga la factura. Sólo
faltaría que, una vez más, en ella, además del menú del día, se incluyan menús
a la carta, con café, copa y puro.
Fdo. Jorge Cremades Sena
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