Se acaba de firmar un
acuerdo entre Artur Mas y Oriol Junqueras, léase entre CiU y ERC, que garantiza
no sólo la investidura del primero como Presidente de la Generalitat, sino
también un apoyo matemático parlamentario, suficiente para que su gobierno
tenga una cierta estabilidad en la legislatura que comienza. Así lo han
anunciado ambos líderes independentistas en una comparecencia conjunta ante sus
respectivos diputados, que suman poco más de la mitad de la cámara al haber
obtenido casi un 45% de los votos emitidos. El resto, por una u otra razón,
queda al margen de un pacto que, a todas luces, acarreará graves consecuencias
a Cataluña y generará incertidumbres en el resto de España y en la UE. No en
vano es una alianza antinatura, ideológicamente hablando, entre dos proyectos
políticos opuestos, cuyo único nexo de unión es el independentismo -desde que
el liberal Mas decidiera apostar por el radicalismo izquierdista de ERC-, que,
obviamente, no resuelve los problemas diarios que sufren los ciudadanos por la
crisis galopante en que está inmersa Europa y que en Cataluña es aún peor por
“los incumplimientos del Gobierno central” según Junqueras. ¡Faltaría más!
Como protagonistas de la
tragicomedia anunciada en las pasadas elecciones, Mas y Junqueras –tanto monta,
monta tanto- se disponen a materializar la estabilidad de un gobierno que tiene
como supremo y casi único objetivo celebrar un referéndum soberanista en 2014
y, en consecuencia, dotar a Cataluña de estructuras de estado o de un estado
propio en el marco de la UE. Un estado que, para ERC, se diseña como una
“República Catalana” sin ejército “que contribuirá a construir un paradigma de
seguridad humana más global y multidimensional que la simple defensa militar”.
Y, para encauzarlo, hay que reconvertir las delegaciones comerciales catalanas
en embajadas con competencias exclusivas que mantengan relaciones bilaterales
con el resto de países del mundo, elaborar una Constitución de Cataluña
(supongo que ésta será para acatarla), expulsar de Cataluña a la guardia civil
y a la policía nacional para que los mossos d´esquadra sea el único cuerpo policial,
crear una Banca de Cataluña que garantice créditos públicos a empresas
catalanas y una agencia tributaria propia que gestione los tributos que se
recauden, aunque, como paso intermedio, se establezca un consorcio
Estado-Generalitat pero con el objetivo de lograr la hacienda propia. ¿Y qué
debe hacer el gobierno central ante todo esto? Muy fácil. Según, Bosch,
portavoz de ERC en el Congreso, Rajoy debe tranquilizar a la UE sobre el “pacto
de libertad” entre CiU y ERC diciéndoles que el gobierno de España respetará
“la voluntad de las urnas y la de convocar un referéndum”, que no habrá
“represalias” si Cataluña se independiza, deseando que Rajoy cumpla sus
obligaciones “como hombre de Estado”, que garantice “la paz y la estabilidad” y
reclamándole el compromiso de que no habrá veto ni al proceso independentista
ni a la permanencia en la UE de una supuesta Cataluña independiente, pues en
Europa “no se expulsa a nadie y menos por motivos de un proceso democrático”. Sólo
le ha faltado pedirle que, ante la hipotética independencia, no sólo se le
exima del pago de la descomunal deuda pública catalana, sino que además se financie
ventajosamente los cuantiosos gastos que dicho proceso requiere, aunque sea por
reconocimiento y gratitud al tiempo histórico –es decir, todo- en que Cataluña
decidió voluntariamente formar parte sustancial del Estado Español.
La errática trayectoria de Mas es el
mejor reconstituyente para una ERC, enferma desde el fracaso del nefasto
tripartito, y el peor veneno para CiU, reconfortada tras poner en evidencia
ante los catalanes la pésima gestión de quienes ahora convierte en socios. Que
le pregunten al PSC de Montilla. Ni los propios votantes de CiU, especialmente
los de UDC, entendieron el mensaje electoral de Mas, que ahora sorprende a
propios y extraños echándose en los brazos de su reconstituido enemigo,
beneficiario principal de su fracaso. Así lo asume al justificar el pacto con
ERC como “un mandato claro” de las urnas a CiU en vez de entender que la
sustancial caída de apoyos supone lo contrario, un fracaso personal que sólo
con su dimisión posibilitaría que CiU retomase de nuevo su trayectoria
tradicional con un nuevo liderazgo. Pero Mas, arrinconado por exigencias
radicales de ERC, asume no sólo su proyecto minoritario sino también su proceso
de ejecución, su hoja de ruta y su modelo económico para salir de la crisis. Un
proceso hacia el abismo que él mismo reconoce no exento de dificultades al
haber “muchos adversarios y muchos de ellos son muy poderosos y actúan sin
muchos escrúpulos”, concluyendo que, en todo caso, “ha llegado el momento” para
afrontarlo.
Y, en efecto, ha llegado el momento
de que, a diferencia del pasado, sin ningún absurdo complejo, todos y cada uno
de los españoles, incluidos los catalanes, todas y cada una de las
instituciones estatales, incluidas las catalanas, asuman sus respectivas
responsabilidades democráticas. Ya no vale poner paños calientes, si es que
alguna vez valió de algo, al chantaje, la mentira y la ofensa. Es la única
forma de restaurar la democracia, al menos, en sus principios más básicos, para
que todos entiendan y defiendan que, en democracia, no caben pactos de
libertad, su marco jurídico es la libertad; que aplicar los mecanismos
coercitivos a quienes actúan ilegalmente no es represalia, sino el ejercicio
por parte de la autoridad competente de una obligación para no incurrir en
grave irresponsabilidad; que todas y cada una de las instituciones y sus
autoridades, en su ámbito competencial, no sólo deben cumplir la ley sino
también hacerla cumplir; que quienes ponen en peligro la paz y la estabilidad
son aquellos que no acatan la legalidad vigente, especialmente si gracias a
ella tienen una responsabilidad institucional; que, todos y cada uno de los
territorios que conforman el estado, no son patrimonio de nadie sino de todos
los ciudadanos que en conjunto ejercen la soberanía; que en asuntos de estado,
como es el caso, ni siquiera son válidas mayorías suficientes para validar la
alternancia política gubernamental sino un amplio consenso de toda la
ciudadanía; que identificar la crítica o denuncia a cualquier autoridad como un
ataque al pueblo o territorio que gobierna es puro fascismo o totalitarismo… Y,
como éstas, otras tantas circunstancias que, desgraciadamente, nos han abocado
al difícil momento que estamos padeciendo. Por fin, coincidiendo con Mas, ha
llegado el momento de cambiar de rumbo. Menos mal que, al menos, Junqueras, más
prudente que Mas en esto, ha manifestado que la voluntad de celebrar el
referéndum en 2014 se supedita a “que las circunstancias lo hicieran inviable”.
¿A qué les suena? Siempre cabe un pequeño resquicio para la cordura.
Fdo. Jorge Cremades Sena
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