Tras conocer la noticia, se me
ocurre proponer al consistorio del pueblo alcarreño de Pioz para el récord
Guinness de la irresponsabilidad, aunque, bien pensado, casi es mejor no
proponerlo, vaya a ser que, indagando, indagando, se encuentren datos
suficientes para hacerlo extensivo a otros municipios y gobiernos de ámbitos
superiores y, al final, sea España en su conjunto la merecedora del récord. El
caso es que, según el Secretario de Estado Sr. Beteta y la actual alcaldesa de Pioz,
el citado pueblo castellano-manchego tardará siete milenios (exactamente 7.058
años) para saldar la deuda contraída por su Ayuntamiento en los últimos años.
Menos mal que el alcalde saliente, principal responsable del desaguisado, ha
dicho que no se debe tanto dinero y que la deuda es exactamente la mitad, lo
que, por pura lógica, supone que sólo en tres milenios y medio (3.529 años,
exactamente) se habrá podido liquidar la deuda. Un gran alivio para los
proveedores, quienes ven mejoradas de forma sustancial sus expectativas de
cobro. Supongo que para hacer el cálculo de pago ya se habrán incluido los
intereses de la deuda, pues si no se ha tenido en cuenta este pequeño detalle
el plazo para saldarla podría demorarse hasta límites manifiestamente
intolerables.
Obviamente tan desproporcionado
endeudamiento no obedece a inversiones productivas que, por ende, generarían un
posterior incremento de ingresos para poder afrontar los correspondientes
pagos. En efecto, llama la atención que un municipio con poco más de 3.500
habitantes, tenga facturas impagadas por fiestas de 140.000 euros; por toros de
45.588, por orquestas de 23.069, por fuegos artificiales de 14.000 y por bailes
de 11.000; así como 2´8 millones de euros por construir la piscina municipal o
5 millones de euros por una depuradora dotada para 20.000 personas. Son los
datos más llamativos, proporcionados por la alcaldesa, quien, tras reconocer
que el pueblo “está para ser intervenido”, anuncia que, para reducir la deuda,
hará un presupuesto de fiestas de 17.000 euros, provocando división de
opiniones entre sus conciudadanos.
Pero todo ello se reduciría a mera
anécdota si tan desastrosa gestión fuese la excepción que confirma la regla.
Lamentablemente no lo es. El ayuntamiento de Pioz es simplemente el mejor
ejemplo de una moda de gestionar lo público desde la incompetencia, el
despilfarro, el egoísmo y la insolidaridad generacional que, al amparo de una
absoluta impunidad, permite a los gestores blindar sus irresponsabilidades en
cualquier ámbito territorial. A lo largo de toda la geografía española se
extiende un sinfín de proyectos faraónicos e innecesarios que, tras sobrecostes
exagerados por su construcción, añaden elevados costes por mantenimiento y se
muestran doblemente ruinosos, improductivos e insostenibles. Aeropuertos
fantasmagóricos sin aviones, puertos deportivos sin barcos, tramos de vía de
alta velocidad sin pasajeros, parques temáticos ruinosos, urbanizaciones
mastodónticas sin servicios y sin gentes… son unos pocos ejemplos –citarlos
todos requeriría demasiadas páginas- de un desolador paisaje de ruina colectiva
y enriquecimiento de unos cuantos. Si España es el segundo país del mundo
–China es el primero- en longitud de vías de alta velocidad, si es el primero
de Europa en número de aeropuertos, en autopistas y otras infraestructuras en
términos relativos, para prestar servicios a una sustancial menor cantidad de
usuarios ¿por qué Pioz va a renunciar a depurar aguas para 20.000 personas
aunque sólo tenga 3.500 habitantes? Si todas estas inversiones se han hecho sin
evaluación previa de rentabilidad socio-económica y sólo se han basado –siendo
benevolente- en criterios político-electorales ¿por qué Pioz va a renunciar a
hacer lo mismo? Si el dinero público no es de nadie –tal como afirmó allá por
2004 la ministra Carmen Calvo-, se deduce que su despilfarro a nadie perjudica;
por lo visto sólo las deudas son de todos…y en eso estamos. Un modo de
gestionar que en cualquier país civilizado llevaría a los responsables a la
cárcel. Aquí ni siquiera dimiten del cargo.
Entretanto, mientras pasan los siete
milenios para Pioz, nuestros políticos, acusándose verbalmente unos a otros,
gastan sus energías en señalar culpables –como sí no lo fueran todos ellos- en
vez de sumarlas para encontrar soluciones, que es lo que requiere el crítico
momento que estamos atravesando. Ya no hay margen, ni dinero –que, tras gastar
el nuestro, nunca lo hubo, nos lo prestaron- para mantener esta perniciosa moda
de gestión pública. Ahora toca todo lo contrario. Así lo exigen las
instituciones europeas para, reduciendo el déficit, llegar al equilibrio presupuestario.
Por ello cada ayuntamiento, diputación o autonomía, con el gobierno central a
la cabeza que es quien está obligado a cumplir el compromiso de reducción del
déficit de España, no tiene más remedio que recortar gastos e incrementar
ingresos. Dónde y cómo hacerlo es el único debate político viable, lo demás,
hoy por hoy, son cantos de sirena que sólo buscan el deterioro de quien tenga
la responsabilidad de la gestión en los distintos territorios. Por ello la
crítica razonable, para ser creíble, requiere alternativas claras y
cuantificables ya que las teórico-ideológicas de largo plazo no sirven para
resolver lo urgente. Nuestros socios y nuestros acreedores no están dispuestos
a concedernos siete milenios para saldar el derroche, exigen, al menos, que
urgentemente cambiemos de rumbo y, como hemos sido tan irresponsables, ya no se
fían de nosotros, salvo que auditores independientes diagnostiquen el estado de
nuestras finanzas. ¿Qué más podemos pedir?
Fdo.
Jorge Cremades Sena
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario, gracias