No
se confundan con el título del artículo. No trata sobre los EREs fraudulentos
que la Junta de Andalucía ha tramitado en el municipio sevillano de Carmona,
entre otras cosas, porque desconozco si allí concretamente ha tramitado alguno
de ellos y si era fraudulento o no. Trata sobre el cínico rol mediático que
juegan los partidos políticos y sus militantes cualificados ante casos de
corrupción, propios o ajenos, mientras se investigan en sede judicial. El popular
tertuliano y diputado socialista en la Asamblea de Madrid, Antonio Miguel
Carmona, deja bien claro a sus compañeros de Chamberí que su partido, el PSOE,
teledirige su papel en los programas televisivos en los que participa, poniendo
como ejemplo el debate sobre los EREs fraudulentos, celebrado en Telecinco,
mientras la jueza Mercedes Alaya decide el levantamiento del secreto del
sumario. Tras reconocer lo obvio, “Tenemos un problema con los ERE”, les dice
concretamente: “El partido me mandó a mí al debate en Telecinco sobre los ERE…
Y puedo decir, sin que nadie me grabe, que yo estaba teledirigido por Griñán…
Tan teledirigido que me mandaban mensajes por WhatsApp todo el tiempo, como es
natural”. Más claro, el agua, cuando lo natural debiera ser que ningún caso de
corrupción fuera objeto de debates, sino, simplemente, de amplia difusión
informativa para que, sin interferencias interesadas, concitase el lógico y natural
rechazo que se presume en las personas decentes ante tan indecentes conductas. Por
tanto Carmona avala mi criterio, manifestado públicamente en varias ocasiones,
de que en estas tertulias o debates de piñón fijo sobre temas escabrosos, bajo
la apariencia de cierta imparcialidad razonada y razonable de cada tertuliano,
se enmascara un indecente objetivo propagandístico partidista, minimizando las
miserias propias y maximizando las ajenas, en vez de aportar a la opinión
pública los datos detallados y argumentos sólidos racionales que, al margen de
intereses partidarios, generen una conciencia unánime de rechazo radical ante
hechos que no debieran ser debatibles, pues sólo merecen o debieran merecer el
repudio generalizado.
Entretanto,
junto a otros indecentes casos de corrupción, con entradas y salidas de la
cárcel de sus presuntos autores, el levantamiento del secreto del sumario del
caso de los EREs fraudulentos de la Junta de Andalucía, sobre el que Griñán
teledirigía a Carmona en el televisivo debate, desvela a la opinión pública, al
margen de las especulaciones vertidas en los debates mediáticos, la dimensión
de un gigantesco caso de corrupción que, tanto por su fondo como por sus
formas, causa náuseas a cualquier persona decente, especialmente si es
progresista de izquierdas. Una trama delictiva gigantesca, desarrollada en el
seno de una administración gobernada por socialistas, que malversa fondos
destinados precisamente a los más desfavorecidos; que tiene 57 imputados, entre
ellos, 7 ex altos cargos de la Junta y algún que otro ex dirigente sindicalista;
que cuenta con un elenco de presuntos delitos continuados, entre ellos,
malversación, cohecho, contra la hacienda pública, asociación ilícita, blanqueo
de capitales, prevaricación y falsedad en documento mercantil; que incluye “intrusos”
en los EREs, familiares y amigos de los presuntos chorizos, para garantizarles
indemnizaciones y prejubilaciones inmerecidas; y que, entre otras indecencias,
abona sobrecomisiones millonarias a intermediarios y a empresas consultoras
mediadoras en cuyo entramado societario aparecen “testaferros”, incluido algún
indigente que figura como administrador en seis sociedades “tapadera” para
blanquear parte del dinero. Un tinglado repugnante que, en vez de intentar
aliviar la ruina generalizada, ha provocado un enriquecimiento indebido,
público y notorio, de demasiados listillos impresentables, quienes, convencidos
de su poder e impunidad, no tienen reparo alguno, ni vergüenza, en exhibir sus
esperpénticas conductas individuales, sino que, al contrario, alardean
públicamente de sus poderosas fechorías y sus desorbitadas fortunas
fraudulentamente conseguidas. Sólo así se entiende trayectorias y conductas
como, por ejemplo, las de Juan Lanzas, el “conseguidor” y ex dirigente
ugetista, que, desde la nada y no precisamente para defender a los
trabajadores, se incluye a sí mismo como “intruso” en los EREs y, además,
incluye a sus familiares (su mujer, su cuñada, su suegra…) sin haber trabajado
en las empresas; que, en sus cuentas y las de su esposa, mueve durante años
unos tres millones de euros anuales cada uno; que compran dieciséis inmuebles,
algunos pagados en metálico; y, por no seguir con más detalles, que ingresa
veinte o veinticinco mil euros semanales en la cuenta de su madre, quien,
orgullosa de su hijo, no repara en alardear de su pública y notoria fortuna, diciendo
a la propia Guardia Civil que hay dinero “hasta pa´asar una vaca”. ¿Qué es lo
que hay que debatir sobre esto? ¿Qué instrucciones de Griñán ha de recibir
Carmona al respecto?
Flaco
favor se hace a la democracia y a la necesaria trasparencia si, ante asuntos
tan turbios, no somos capaces de ser imparciales, especialmente cuando usamos
los medios de comunicación de mayor repercusión. Su impacto es decisivo tal
como dice Carmona a los suyos: “No nos preocupemos demasiado por lo que sale en
los periódicos… Imagínate que es una mentira en un blog de El País, pues no
pasa nada porque la leen 133 personas. Sin embargo, sales en TV y te ven siete
millones de personas. Yo voy a La Sexta y me ven tres millones”. Y no le falta
razón al añadir que, por ello, tanto Tomás Gómez como él mismo, han intentado
“meter gente en los medios de comunicación” pues “No se trata de algo personal,
sino de enviar el mensaje del partido” que “es lo que hay que hacer y los que
opinan lo contrario están muy, muy equivocados”. Todo correcto, pero depende de
para qué se utilice. Supongo que el mensaje del partido en el debate televisivo
de los EREs fraudulentos no sería para decir mentiras ni ocultar verdades…
Pero, de no ser así, ¿qué mensaje teledirigía el partido a Carmona si sólo
cabía el de la repulsa contundente y sin paliativos más absoluta? Para ello,
era innecesario teledirigir a tan popular dirigente socialista, pues cualquier
militante sencillo y honesto lo hubiese hecho con éxito, como él, sin necesidad
de ninguna teledirección simultánea. Hay asuntos que no debieran requerir
ningún asesoramiento y, menos, a personas suficientemente preparadas.
Fdo. Jorge Cremades Sena
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