Sánchez sale al paso de
las presiones de Puigdemont y, de momento, cierra la puerta a su investidura
manifestando que el líder de Junts “tiene que asumir la realidad” ya que el
prófugo, rehabilitado por él, no ganó las elecciones catalanas, mientras éste
le recuerda que él tampoco ganó las elecciones generales y sin embargo es
Presidente del Gobierno gracias al apoyo de los siete diputados secesionistas.
Es la consecuencia lógica desde que Sánchez puso de moda que, contra la sana costumbre
democrática, no hay que facilitar la investidura a quien gana los comicios,
sino que es mejor investir a quien, perdiendo en las urnas, sea capaz de
conseguir en los despachos una mayoría, no ya ideológica, que tendría cierto
sentido, sino aritmética sin más, que obviamente se consigue a cambio de todo
tipo de concesiones a las exigencias que le pongan encima de la mesa, por
descabelladas que éstas sean, los grupúsculos minoritarios sin proyecto común
alguno. Y obviamente semejante estrategia provoca incoherencias argumentales
como, por ejemplo, que Feijóo no fue el vencedor de los comicios generales (se
justificó con el argumento de que el ganador no es quien gana en las urnas sino
quien es capaz de aglutinar una mayoría parlamentaria, aunque sea con partidos
ideológicamente incompatibles) y, sin embargo, Illa sí ha de ser investido
porque la realidad es que fue quien ganó las catalanas. ¿En qué quedamos, pues?
Lo coherente es entender que si no se quiere repetir los comicios, se facilite
en este caso la investidura del vencedor Illa, al igual que debería haberse
facilitado en su día la de Feijóo….o, en caso contrario, cambiar la ley
electoral, como hacen otros países democráticos, bien con una segunda vuelta
entre los dos candidatos más votados (Feijóo-Sánchez tras las generales,
Illa-Puigdemont tras las catalanas), bien con un plus de diputados para el
vencedor que evite el espectáculo de que se le impida la investidura por un
puñado de escaños que, al final, son los que realmente gobiernan desde su minoría contra el sentir mayoritario
de la ciudanía. Es evidente que en España nuestros representantes no quieren
resolver el asunto (como sucede al dejar que renovar instituciones, como el
CGPJ, exijan una mayoría acordada entre PP y PSOE en vez de una fórmula
objetiva) y prefieren generar polémicas innecesarias a base de incoherencias
que sólo generan frustración y radicalidad en la ciudadanía, lo que no deja de
ser una cierta perversión democrática. ¿Por qué, como dice Sánchez, Feijóo no
ganó las elecciones generales e Illa sí es el vencedor de las catalanas?
Algunos lo tenemos bien claro, ambos ganaron sus respectivos comicios y, por
tanto, a ambos se les debe facilitar la investidura. Pero no es el caso lamentablemente,
prefiriendo el chalaneo mercantilista de los votos y el oscurantismo negociador
para salir del atasco, sin que los ciudadanos sepamos a qué atenernos. Salvador
Illa apuesta por un Govern en solitario con apoyos externos, pues el PSC
prefiere no incluir a los Comunes en el Ejecutivo catalán, dados los
permanentes conflictos que en su versión Sumar están creando en el Gobierno
español, mientras la crisis de ERC tras su descalabro electoral complica su
investidura y las cuentas del Estado, por lo que el Ejecutivo apuesta por “dar
tiempo” a los republicanos y el PSC evita presionar a ERC ya que entiende que
“caerá por su propio peso”, pues Junqueras ve “implanteable” ir a nuevas
elecciones tal como está ERC en estos momentos y a la hora de apoyar al PSC
“primará el interés del partido” y mantener cargos intermedios de la
Generalitat o entrar en el Ayuntamiento de Barcelona (ya ven, el interés de los
ciudadanos, puede seguir esperando). Y ya se sabe, si no hay
investidura….nuevos comicios.
Así las cosas, ERC empuja a
Junqueras a abandonar la presidencia del partido mientras él, de momento, abre
una “reflexión” (al estilo Sánchez) y deja el apoyo a Illa en el aire,
presumiéndose que dejará el cargo y que Rovira abandonará el partido, aunque la
decisión sobre la investidura la consultará a las bases. El PSOE de Sánchez
advierte a los partidos soberanistas (todos ellos socios suyos, sean de
izquierdas o de derechas, pues en caso contrario se acabó lo que se daba en
Moncloa) de que “cumple con sus acuerdos” y asegura al prófugo que su amnistía
estará servida en un par de semanas, mientras el fugado se plantea usar su
investidura, que el PSC le niega, para explicar a los votantes secesionistas su
ruptura con Sánchez, quien empieza a difundir el mensaje de que seguirá en
Moncloa aunque Puigdemont le retire su apoyo y que sus siete votos ya son
prescindibles (no, como cuando se trataba de su investidura a cambio de la
amnistía) aunque ello le haga perder su capacidad de legislar (no importa, pues
Sánchez ha tardado seis meses en aprobar en el Congreso su primera ley) ya que
el Congreso lleva seis meses “cerrado” o en mínimos para ejercer su actividad
legislativa por falta de apoyos y de consenso entre sus variopintos socios. ¿Se
refiere Sánchez también a esta cruda realidad a la que insta al prófugo
rehabilitado por él que asuma? Me temo que, como Presidente del Gobierno es él
quien debe asumir en primer lugar esta realidad que él mismo ha generado con
sus mentiras (según él, cambios de opinión), sus falsas promesas y sus contradicciones
permanentes, mientras es incapaz de ganar unas elecciones, pero sí capaz de
mantenerse en el poder tras haber vendido su alma al diablo. Y mientras el PP
usa a Puigdemont de gancho para las europeas y su dirección nacional pide a los
barones que se impliquen en la campaña como si se tratara de elecciones
generales, su candidato en las catalanas y presidente del PP catalán, Alejandro
Fernández dice que “la sociedad catalana ha votado romper con el procés, pero
Sánchez no quiere” y que “para poder llegar a un pacto con el PSC, antes
Puigdemont y ERC deberían dejar de ser los socios del Gobierno de España”.
Además de la realidad catalana que
Sánchez recomienda a Puigdemont que asuma, el Presidente debería asumir
personalmente otras realidades preocupantes, pues, al margen de sus díscolos socios
secesionistas, sus socios populistas cogobernantes de izquierdas a la izquierda
del PSOE han pasado del impulso esperanzador del famoso y engañoso 15-M a una
“nueva izquierda” de Yolanda Díaz que ahora se está hundiendo, mientras el PSOE
avisa a los socialistas críticos con un expediente a Lambán por negarse a votar
la Ley de Amnistía en el Senado. Una “nueva izquierda” que por boca de Mónica
García, ministra de Sanidad, sostiene: “auguro una legislatura de cuatro años,
pero voy a acelerar las reformas por si acaso” ya que quiere hacer “atractiva”
la atención primaria (hoy más caótica que nunca) y defiende el trabajo con las
CCAA gobernadas por el PP, mientras desde Podemos arremeten contra la gestión
de los populares. ¿En qué quedamos, pues? Por cierto, un Podemos condenado al
ostracismo, que propone a Sánchez una ley para señalar a directores y
presentadores de los medios de comunicación y usa la ofensiva de Moncloa contra
la prensa libre para exigir que publiquen sus bienes e imitar la oferta privada
con la coartada de “democratizar” y combatir los bulos, cuando en democracia,
no vale matar al mensajero, pues, en todo caso, lo que se debe hacer es aplicar
la Justicia en caso de haber incurrido en delitos con la excusa de ejercer la
libertad de expresión, que debe ser intocable.
Una Justicia que, como otros tantos asuntos, está por los suelos y más
cuestionada que nunca, con el CGPJ bloqueado por falta de acuerdo entre PSOE y
PP, que se culpan mutuamente, mientras la Fiscalía General del Estado es cada
vez más dependiente del Ejecutivo y, por tanto, menos objetiva e independiente.
Así las cosas la Justicia busca ya al “máximo responsable” de la Fiscalía que
avaló la nota sobre el novio de Ayuso, pues el Tribunal Superior de Madrid abre
causa por revelación de secretos y pide información para determinar si afecta
al Fiscal General del Estado, García Ortiz, ya que el juez reclama que se
identifique al “responsable” de la filtración, estrechando el cerco sobre él,
que dijo que, en todo caso, él era el responsable máximo. Y ante todo ello,
García Ortiz sostiene: “no encuentro razones objetivas para dimitir”, “debe
haber una sintonía entre el Gobierno y el Fiscal General del Estado en política
criminal”, “lo que más me duele es que se use la figura del Fiscal General para
denostar a toda la fiscalía”, “el informe del CGPJ era poco o nada riguroso,
contenía falsedades y no había sido contrastado”….y se pregunta “¿quién
defiende al Fiscal General y garantiza que no sea perturbado en sus funciones?”
y él mismo se contesta, “nadie”. Debería contestarle Sánchez quien, preguntado
sobre el nombramiento del Fiscal dejó claro que depende de quien lo nombra, que
es el Ejecutivo, pero se olvidó de decir que, una vez nombrado, debe actuar con
total independencia, pues es el Fiscal General del Estado pero no del Gobierno
que le nombra.
Y va el Presidente y, con todo lo que está cayendo, dice que “España va
como un cohete” pero se olvida de decir que como un cohete que puede explotar
en cualquier momento, pues su entusiasmo no puede justificarse sólo con
aquellos datos positivos, que también los hay, y que se hayan dado en el
terreno social y económico, cuando el paro sigue siendo todavía el más alto de
la OCDE. En todo caso, respecto a otros
asuntos cabe destacar que la Comisión Europea eleva la previsión de crecimiento
hasta el 2´1% del PIB este año; que la deuda pública suma otros 10.400 millones
en solo un mes y bate nuevo record; que el País Vasco debería pagar el doble de
cupo por el agujero de las pensiones; que España niega la escala a un barco
cargado de armas para Israel; que hay un verdadero caos en cercanías, con
muchos pasajeros y poco gasto; y que, de momento, el Gobierno no logra cerrar
un acuerdo con Londres sobre Gibraltar.
Y todo lo anterior, tanto lo bueno como lo malo, en un contexto
internacional y europeo muy preocupante. Europa está en momentos muy críticos
teniendo que afrontar desafíos que amenazan su futuro, mientras las próximas
elecciones europeas darán paso a una legislatura de la UE en que el proyecto
común está en juego, con una ultraderecha al alza y una creciente presión de
Rusia (guerras de Ucrania y de Gaza) en que la otrora anhelada UE habrá de
afrontar retos difíciles como la defensa, la migración y la transición verde
que pondrán a prueba la solidez de la democracia en la Unión, con la
polarización radicalizada detrás de preocupantes ataques a políticos en suelo
europeo (Eslovaquia, Francia, Alemania…..) mientras la OTAN se prepara ante una
posible agresión rusa (¡cómo si fuera poca la agresión a Ucrania!) y asegura
que “estamos listos”. Entretanto quince países piden deportar a los migrantes
rescatados en el mar fuera de la UE, Putin y Xi están en sintonía y acuerdan
cooperar contra la “agresividad” y hostilidad de EEUU, un hombre es abatido por
la policía mientras incendiaba una sinagoga en Francia, varios turistas españoles
son asesinados en Afganistán gobernando por los talibanes, Zelenski suspende
todos sus viajes por la ofensiva rusa aprovechando la falta de ayuda a Ucrania,
la presidencia eslovaca llama a la unidad tras el atentado a su primer ministro
Robert Fico, Milei visita España y llama a las derechas a unirse contra el “enemigo
socialista” que, según él, “es un fraude electoral”, y María Corina Machado,
líder de la oposición demócrata a Maduro en Venezuela, dice que “la transición
democrática nos conviene a todos y no sólo a los venezolanos” y que “si España
defiende a Maduro, hay otros canales con la UE”. En fin, ya ven, como si toda esta
realidad no tuviéramos que asumirla todos de una vez por todas.
Fdo. Jorge Cremades Sena
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