Lo que empezó como una
gota fría, otra más, que lamentablemente dejaba varios muertos en Valencia y
seis desaparecidos en un pueblo de Albacete, dio paso vertiginosamente a una
DANA infernal devastadora que deja a día de hoy más de doscientos quince fallecidos
en Valencia, muchos desaparecidos a quienes se intentan localizar todavía y
multimillonarios daños materiales, que incluso puntualmente afectan asimismo a
otras zonas del sur y este de España. Evidentemente, ante los efectos de
semejante catástrofe cabe concluir que, de alguna forma, fallaron los
pronósticos y los protocolos de prevención establecidos sobre la magnitud de la
tragedia que se avecinaba para intentar paliar sus efectos devastadores, sin
precedentes a lo largo de toda la historia de nuestro país, que al final ha
generado en algunas zonas de España, especialmente en la provincia de Valencia,
un apocalipsis infernal inimaginable e imprevisible. Los aledaños de Valencia
se convirtieron de pronto en ratoneras anegadas de agua y barro sin tiempo
material para una previa evacuación de las zonas inundables, lo que hubiera
salvado muchas vidas, sin que nadie pudiera hacer prácticamente nada para
evitarlo en medio de un infierno desolador que presagiaba lo peor, como así ha
sucedido al final, pues la DANA dejaba en algunos lugares más de 600 litros por
metro cuadrado, un diluvio en toda regla, convirtiendo las calles en ríos
indomables que se llevaban todo por delante sin que apenas se pudiera hacer
nada para evitarlo. Y es que, para empezar, las precipitaciones triplicaron las
previsiones de la Aemet, desbordaron barrancos y convirtieron algunos
municipios en ratoneras y, al parecer, además, según se publica, desde que se
decretó la alerta de las crecidas vertiginosas de los cauces el pasado 29 de
octubre a media tarde, pasaron tres horas hasta que los ciudadanos fueron
informados de forma masiva, dando paso a una noche apocalíptica de destrucción
y muerte por doquier, que, lamentablemente acabó en semejante tragedia,
relegando obviamente en los medios de comunicación cualquier otra información
sobre cualquier otro asunto, que en aquellos instantes acaparaba el interés
general, pues lo prioritario y esencial en semejantes circunstancias era salvar
vidas en plena apocalipsis y ayudar a las víctimas, que se multiplicaban
irremediablemente y han perdido casi todo, asunto que, hasta el día de hoy (y
lo que queda), debe seguir siendo casi la única prioridad, pues ya habrá tiempo
de exigir responsabilidades a quienes proceda y de evaluar los daños, algunos
irreparables, para intentar repararlos en la medida de lo posible. Sin embargo no
todos lo consideran así y, como en otros tantos asuntos, aprovechando el
complicado entramado competencial de nuestro Estado de las Autonomías entre el
Gobierno Central, las CCAA y los Ayuntamientos, prefieren desde el inicio
señalar culpables cuando entre todos la mataron y ella sola se murió. Basta
simplemente acudir a las noticias en los medios escritos y audiovisuales, a las
redes sociales y a las tertulias radiofónicas o televisivas, para constatar
este interesado aquelarre miserable por parte de unos u otros con el único
objetivo de demonizar al contrario y exculpar al propio; aquelarre que
cualquier persona, simplemente como persona y ser humano, al margen de su
ideología o interés personal, debiera denunciar rotundamente, pues, en todo
caso, ya habrá tiempo de investigar las responsabilidades concretas de unos o
de otros en esta tragedia.
Sin embargo en los medios se puede
leer u oír ya, tan prematuramente, entre otras cosas que “Feijóo usa el
desastre para exculpar a Mazón y responsabiliza a los organismos del Gobierno”
porque sostiene que “el Gobierno central no nos ha informado de nada, y cuando
digo de nada es de nada”…. ¿Ha informado o no a la oposición? ¿Ha habido contacto
o no con la Generalitat Valenciana? ¿Se han puesto en marcha los protocolos
establecidos?....Al parecer no ha sido así y, de momento, prevalece una mezcla
tendenciosa entre información y opinión que denota el desencuentro habitual y
cotidiano entre Gobierno y Oposición cuando en un caso como el que nos ocupa se
requiere un previo entendimiento inmediato entre ambos que garantice la mayor
coordinación para conseguir lo antes posible la normalidad en la zona afectada,
que casi después de una semana sigue siendo caótica, contrastando semejante
desencuentro institucional con la inmensa solidaridad del pueblo que
voluntariamente se presta a ayudar en los trabajos. Y es que la masacre de la
DANA lleva al límite la capacidad del Estado y, ante la magnitud de la
tragedia, el Ejército finalmente se despliega, militares y forenses van
llegando a Valencia desde otros lugares para hacer frente a la situación y
repartir ayuda, siempre insuficiente, ante la falta de infraestructuras, en
tanto que los damnificados buscan agua y comida en las calles, mientras
aparecen los saqueos en supermercados y otros lugares, siempre habituales en
semejantes escenarios. Obviamente va creciendo el malestar entre los afectados
por el retraso en la distribución de comida y agua mientras miles de
voluntarios, organizados en las redes, se movilizan al extremo de que las
autoridades les instan a que vuelvan a casa
para no colapsar aún más la zona, mientras la ayuda y las soluciones van
llegando en cuentagotas. Y mientras tanto, Mazón y Robles (es decir, Gobierno y
Generalitat) cruzan reproches sobre la movilización del Ejército (la ministra
dice que los efectivos estaban listos pero no los enviaba porque Valencia no
los pedía) antes de enviar por fin los primeros 800 soldados hasta conseguir
que finalmente trabajen ya unos 2.200 militares en las zonas afectadas; Mazón
no declara el máximo nivel de emergencia en la zona tres días después de la
tragedia y Marlaska se une a la coordinación con la Generalitat pero se sigue
sin declarar la “emergencia nacional”; el President de la Generalitat
Valenciana pide hasta siete ministros para ayudarle a gestionar la crisis y el
Gobierno accede finalmente a que miembros del Ejecutivo participen en los
grupos de trabajo creados por el Govern valenciano; Sánchez reconoce que la
respuesta ha sido “insuficiente” y redobla la ayuda….aunque no activa la
“emergencia nacional” y renuncia a tomar el mando en la gestión de la
catástrofe dejando en manos de Mazón las decisiones, es decir, todo lo
contrario de lo que hizo cuando el covid….. Esta es la crónica, salvando los
pormenores anecdóticos, que recogen los medios de comunicación en estos
primeros seis días posteriores a la tragedia, dando la deplorable sensación de
una descoordinación institucional intolerable.
Y en plena desesperación
apocalíptica, con los damnificados desesperados ante semejante tragedia seis
días después de la misma, Paiporta, la zona cero de este apocalipsis, recibe a
Los Reyes, Sánchez y Mazón con lanzamiento de barro y objetos y golpes al vehículo
presidencial al grito de “asesinos”, dado que Zarzuela, a pesar del riesgo
evidente, había decidido visitar ya la zona afectada. En efecto, un viaje a
iniciativa de Zarzuela que, según el Gobierno, fue un empeño de Felipe VI y la
Casa del Rey explica que así es pues su personal de seguridad visitó
previamente los lugares que iba a visitar, evaluó sobre el terreno los riesgos
de la visita y advirtió de los peligros de protestas, pero decidieron
afrontarlos. En definitiva, un viaje que pretendía visitar Paiporta y Chiva y
que al final, hubo de ser aplazado tras el hostil recibimiento que se hizo a la
comitiva en Paiporta, especialmente contra el Presidente Sánchez, quien,
visiblemente desencajado, tuvo que ser evacuado por sus escoltas tras ser
agredido con un palo, mientras el resto de la comitiva, es decir Felipe VI, la
Reina Leticia y Mazón, decidían quedarse, a pesar de todo, en el epicentro de
la tragedia para consolar a las víctimas y dialogar con ellas pese a la
tensión. Y así los Reyes, manchados de barro, conseguían el objetivo de
afrontar un lógico brote de ira en plena crisis institucional y, con su mayor
perfil humano, conseguían dialogar con las victimas que, entre otras cosas,
decían a una Leticia emocionada y con lágrimas en los ojos “Reina, por ustedes
no es” (sabían obviamente que el Rey carece de competencias para solucionarles
el problemón que sufren) y añadían que “hay mucha muerte; podrían haber avisado”
(distinguían que los competentes, unos por otros, dejaban la casa sin barrer,
en medio de la patética crisis institucional que sufrimos los españoles). Los
Reyes entendieron la “crispación” de los ciudadanos y volverán a la “zona cero”
a escuchar a la gente, pues “no les dejaremos solos”. Y mientras buzos y
zodiacs de la UME buscaban víctimas en el parking de Bonaire, Felipe VI
enfatizaba que “hay que garantizar que el Estado está presente en toda su
plenitud” (un Estado cada vez más debilitado y con menos competencias), decía a
los afectados “no hagáis caso, hay mucha intoxicación” y les tranquilizaba con
que “las fuerzas están en todos lados al nivel que pueden”, y, en todo caso, la
solución siempre está en la democracia, no en la violencia. Loable gesto de
nuestro Jefe de Estado dando la cara ante la comprensible desesperación de
quienes lo perdieron todo, incluso a parte de sus seres queridos.
Dicho lo anterior, que simplemente
es un relato de los hechos trágicos acaecidos y con la esperanza de que acaben
aquí (la Aemet vuelve a alertar sobre un próximo temporal) y al margen del
hartazgo, más que justificado, que los españoles tengamos con nuestros
gobernantes y políticos, hay que decir claro y alto que no es de recibo lo
acaecido en Paiporta durante el recibimiento a la comitiva de nuestras
autoridades, son las que hemos elegido los españoles y, si no estamos de acuerdo
con ellas o nos han defraudado, la respuesta está en las urnas y no en la
violencia que especialmente agitan los radicales ultras de cualquier signo
político que simplemente odian la democracias y la libertad. En democracia la
violencia, al margen de quien la ejerza y contra quien se ejerza, nunca puede
ser el camino para consolidar la libertad ni siquiera en pleno apocalipsis y,
por ello, lo acaecido en Paiporta no es justificable en ningún caso, por más
que entendamos la indignación ciudadana que, en todo caso, ha de servir para
que nuestros gobernantes (al nivel territorial que sea) aprendan la lección de
que el camino que eligen no es el acertado y menos aún para salir del
apocalipsis natural, que no es culpa de nadie aunque sí responsables de sus
efectos y reparación de daños, pero sí puede llegar a ser irreversible si a él
se añade el apocalipsis humano del desencuentro violento que conduce al peor de
los infiernos inevitablemente. A tomar nota pues y a coordinar remedios para
que los afectados por esta tragedia apocalíptica pronto vuelvan a una cierta
normalidad y no caigan en la desesperanza irreversible.
Fdo. Jorge Cremades Sena
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