He
de reconocer mi sintonía con la diagnosis que algunos dirigentes socialistas
valencianos, como Luna o Alarte, hacen sobre la grave enfermedad que sufre el
PSOE y, muy especialmente, el PSPV. Coincide a grandes rasgos con las que han hecho
otros en cada una de las recaídas sufridas en anteriores elecciones aunque, en
esta ocasión, ante la gravedad de los síntomas, se expongan con más crudeza. No
hacerlo así supondría dejar morir al enfermo por inanición. Sin embargo, no
basta con el diagnóstico para curar la enfermedad; se requiere además un
tratamiento adecuado que, al menos, consiga los primeros síntomas de mejoría,
pues, ante dolencia tan crónica, no existen los milagros. Si, desde hace
tiempo, el “qué” está bastante claro, lo que hay que aclarar ahora es el “cómo
y el quién”, y es obvio que, en ambos supuestos, no puede recetarse más de lo
mismo como en ocasiones anteriores. Pero tengo la sensación de que, tan
ilustres dirigentes, ofreciéndose de nuevo para el enésimo sacrificio de seguir
gobernando el partido, no acaban de entender que, precisamente, quienes han
sido los principales causantes de la enfermedad, difícilmente pueden ser los
sanadores de la misma. Carecen de la credibilidad necesaria para hacerlo.
Rubalcaba bien lo sabe.
Que Angel Luna, a estas alturas, descubra que “el PSOE se ha convertido en
una máquina de selección de cargos”, que padece “endogamia y un aislamiento
notable de la sociedad” y un grave problema de “funcionamiento interno”, es, al
menos, sorprendente, pues, como dirigente que es, debiera haberlo descubierto
antes y, sobre todo, poner los medios para que ello no sucediera. Seguro que
algunos se lo habrán dicho alguna vez. Sin ir más lejos, yo mismo -siendo
coordinador del grupo parlamentario socialista y él secretario general de
Alicante-, ante sus declaraciones públicas criticando a algunos parlamentarios,
aunque a mí directamente no (Ver hemeroteca de la época, enero de 1996), ya le advertí que con sus
criterios “en vez de mejorar
vamos a peor y así lo vienen aclarando los resultados electorales”, pero si
además era Secretario General “la cosa es mucho más grave todavía”. Era enero
de 1996, se iban a celebrar elecciones generales. Lo hice por carta (Ver entrada de este blog “A la deriva”), que
conservo, y concluía “solamente deseo que al menos reconozcas públicamente los
errores de tus últimas declaraciones, para evitar que lo tenga que hacer yo,
pues al menos siempre defenderé mi dedicación a lo largo de tantos años a este
partido y jamás fui indisciplinado con sus órganos de dirección. Mi conciencia
está tranquila y no voy a permitir que ni siquiera tú pongas en entredicho mi
entrega a las tareas encomendadas, aunque tú jamás, como responsable del
partido, jamás me hayas encomendado ninguna”. No tuve respuesta, Luna no
rectificó públicamente, yo preferí guardar silencio para no perjudicar al
partido. Perdimos las elecciones. Poco después abandoné la militancia hasta
hoy. Es seguramente el destino de otros muchos militantes ante el ahora reconocido
problema de funcionamiento interno. Compañeros que, como yo, saben que se está
muy bien trabajando en tu oficio sin necesidad de hacerlo para quienes con la
“máquina” quieren vivir del presupuesto, ejerciendo cargos políticos hasta su
jubilación.
¡Claro que hay que
cambiar prácticas! ¿Me lo van a decir a mí? ¡Claro que la solución está en los
militantes! El problema es si les dejan hacerlo. Y para ello lo más decente es
que, ante una pésima gestión de credibilidad, perfecta como “máquina de
selección de cargos”, quienes los ostentan gracias a dicha metodología, los
pongan a disposición del partido, es decir, de todos los militantes, para que
ellos, desde la más absoluta libertad y sin ninguna coacción, elijan el nuevo
proyecto y a quíenes han de liderarlo. Es sintomático que Luna no se pronuncie
entre Rubalcaba y Chacón; sí, apoyando a Alarte; no, con Ana Barceló; y, con
Leire Pajín, simplemente diga que ella sabrá lo que tiene que hacer. ¿No
lideraban todos ellos el mismo proyecto hasta el 20-N? Y es que, como dice
Alarte, dimitir no es la solución, ni reducirlo a una pelea por quién se queda
con uno u otro sillón, lo que me sugiere que lo mejor sería convencer a
Zapatero para que no deje el suyo, evitando así la anunciada pelea entre
Rubalcaba y Chacón. Aquí ya está claro: si él no dimite no habrá ninguna lid,
sólo se hablará de “proyectos, de ideas, de sumar gente y comportarnos con
responsabilidad”; también, que apoyará a Rubalcaba, según algunos, el de mayor
inteligencia del resto de los mortales. Así ha sido presentado en la campaña,
como un verdadero salvador, aunque a Alarte, como a mí, le cause miedo y
desconfianza quien se autoproclama, que no es el caso, como la solución,
considerándolo peligroso. A mí, sin embargo, me causan más miedo que el que se
autoproclama, quienes lo proclaman como tal, pues a éstos nunca se les ve venir
y, sin ellos, el primero no sería nada.
Coincido con Luna en
la evolución del partido socialista hasta convertirse en una máquina de
selección de cargos. Yo, hace tiempo, lo definí como “una confederación
de empresas de trabajo temporal” (Ver artículo “El espectáculo del PSPV-PSOE”,
Diario Información, 15-7-1999) cuando, a pesar de todo, aún quedaban muchos
puestos de trabajo que ofrecer por las distintas “familias” que lo conformaban.
Lo grave, si alguien no lo remedia, es que por este camino del “más de lo
mismo”, incluso, muy pronto puede dejar de ser ambas cosas. La crisis, ya se
sabe, ha hecho estragos, aunque, obviamente, sus efectos siempre afectarán
menos a los grandes empresarios, los pequeños y los trabajadores seguirán
siendo los verdaderos perjudicados. Mientras queden algunos se puede aguantar.
Fdo.
Jorge Cremades Sena
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