Pasados
los primeros momentos de felicitaciones, elogios y parabienes al nuevo gobierno
de Rajoy, llega la hora de la verdad. Una cruda verdad, descarnada y cruel,
consecuencia de la triste realidad por la que atraviesa España, gracias a una
herencia paupérrima no sólo en el ámbito económico, sino también en el ámbito
social, político e institucional. Una triste realidad que, frustración tras frustración,
ha ido impregnando a una ciudadanía que, engañada y resignada, considera el
paro como el primer problema (81%) y piensa que aún seguirá creciendo (57%),
que los impuestos no se distribuyen de forma justa (85%) y son excesivos (58%),
que hay mucho fraude (91%) y que la gestión económica es mala o muy mala (72%),
así como la de empleo (67%), vivienda (62%) e inmigración (57%). En definitiva,
un alto grado de pesimismo (71%) sobre la economía nacional que suponen
empeorará en el futuro inmediato. Por si cupiera alguna duda a la esperanza, el
flamante ministro Luis de Guindos, corroborando el pesimismo ciudadano,
vaticina una probable recesión económica si en el primer trimestre del 2012 la
economía decrece como en este último trimestre, en que, una vez más, las previsiones
del gobierno de ZP han sido imprevisiones, evidenciando que lo malo aún puede
ser peor. En este dramático contexto, si en 2011 se logra ajustar el deficit
público al 6% del PIB, el compromiso ineludible con la UE de rebajarlo al 4´4%
en 2012 supone, en roman paladino, un recorte de gasto de 16.500 millones de
euros, aunque lo más probable es que dicho desfase se eleve este año hasta
alrededor de un 8% -a causa de las CCAA y la SS- con lo que la cifra puede
llegar hasta unos 40.000 millones.
Los
españoles, cansados de oir permanentes cantos de sirena, han apostado por un nuevo
gobierno que, con toda crudeza, exponga con trasparencia esta cruda realidad y
actúe sobre ella con contundencia para modificarla, asumiendo “a priori” los
ajustes o recortes que sean necesarios, siempre que no afecten a los servicios
básicos que avalan la supervivencia de nuestro maltratado estado del bienestar.
Pero este aval ciudadano a Rajoy puede tornarse pronto en una nueva frustración
irreversible que puede llevar al PP al borde del abismo, como le ha sucedido al
PSOE, poniendo en grave riesgo la estabilidad gubernamental y la convivencia
pacífica en un futuro próximo. Si ZP achacaba todos los males a la crisis
ocultando la incompetencia de su gobierno para afrontar los tiempos difíciles
–aunque sus colaboradores hagan ahora autocrítica-, es inadmisible que Rajoy
haga lo propio con la herencia recibida por muy deplorable que ésta sea. La
mayoría absoluta otorgada para gobernar, tanto a nivel nacional como en la
mayoría de las CCAA y entidades locales, supone un plus de responsabilidad para
que, sin excusa alguna, afronte la difícil situación con valentía política,
procurando que los costes de la crisis recaigan principalmente en quienes menos
la sufren, sin menoscabo de que cada uno asuma la parte alicuota que le pueda corresponder.
Hacer lo contrario sería un abuso de poder intolerable. Una majadería
imperdonable.
Es un mal síntoma si,
como al parecer, los recortes, para ahorrar unos 1.100 millones, se inician
congelando en 2012 los salarios de los funcionarios –muchos de ellos
mileuristas-, a los que ZP ya se los recortó en 2010 y se los congeló en 2011.
Cuando el colectivo de Técnicos del Ministerio de Hacienda estima que la
evasión fiscal de grandes fortunas, corporaciones empresariales y grandes
empresas alcanzó los 42.711 millones en 2010, es un sarcasmo que los recortes
comiencen machacando a los funcionarios, ya que simplemente reduciendo a la
mitad dicho fraude se superaría con creces la cantidad inicialmente prevista
para conseguir el objetivo de ajustar el deficit al 4´4 % y acabando con dicho
fraude incluso se superaria la peor de las previsiones. Por ello, estando de
acuerdo con la vicepresidenta Sáenz de Santamaría en que “no es justo hacer
cargar sobre los más débiles los efectos de la crisis” y reconociendo que los
funcionarios no están en dicho colectivo, queda claro que de sus declaraciones
no se puede deducir que lo justo para ella sea cargar los efectos sobre los más
fuertes. Es más, si además se congela el salario mínimo interprofesional, se
puede concluir que la vicepresidenta sólo considera exentos de la carga a los
que nada tienen, es decir, los parados y los indigentes, a los que obviamente
nada se les puede pedir.
Cuando lo realmente
urgente es hacer una serie de reformas estructurales para poner orden
definitivamente en los verdaderos abusos económicos y administrativos
(corrupción, fraude, duplicidad de gestión, contratación pública, subvenciones
sin control e innecesarias, asesores y empleos públicos a dedo, empresas
públicas y organismos autónomos,
publicidad institucional y televisiones públicas, inversiones
improductivas, trasparencia y control del gasto, sueldos desorbitados, control
de CCAA y Ayuntamientos, etc. etc.) que, en conjunto, dilapidan anualmente
miles y miles de millones de euros, que pagamos entre todos, sin que sus
responsables asuman responsabilidad alguna de tipo civil o penal, es
incomprensible que un gobierno, que dice saber como sacarnos del atasco, inicie
el camino poniendo los bueyes detrás del carro. Optar por lo más fácil para
obtener lo mínimo frente a lo más difícil para obtener lo máximo es la peor de
las soluciones en tiempos tan complicados. Habrá que estar atentos para ver
quien paga los 15.400 millones que faltan o los 38.900, que es lo más probable.
El gobierno, si se confirman los rumores, ya ha decidido quien paga los
primeros 1.100 millones: sus propios trabajadores.
Fdo. Jorge
Cremades Sena
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