Como
era de esperar asistimos al “profundo” debate del PSOE, consistente en elegir,
sí o sí, a Rubalcaba o Chacón para dirigir el partido en el futuro. El
sepulcral silencio anterior -tanto de uno como de la otra, así como la del
resto de militantes, más o menos cualificados- ha mutado en un debate monocorde,
protagonizado por sendos coros de adeptos, para alabar las excelencias de su
respectivo líder y desprestigiar las del contrario. Un concienzudo ejercicio de
reflexión ideológica que, salvo tímidas excepciones, es incapaz de introducir
la variable de “Por qué ni Rubalcaba ni Chacón” como tercera posibilidad,
aunque sí ha servido para que reconozcan públicamente los graves errores del
pasado, que veíamos todos menos ellos, quienes ahora lo acaban de descubrir
tras analizar los recientes batacazos electorales. Y este descubrimiento y su
reconocimiento público es lo que precisamente exige aún más la necesidad de introducir
obligadamente en el debate la variable “Por qué ni Rubalcaba ni Chacón” si se
pretende hacer creíble ante la ciudadanía un nuevo proyecto socialista, pues el
actual carece de credibilidad, al igual que quienes durante estos años han
llevado al partido a la peor situación desde su regeneración en Suresnes en
1974. Como entonces, el proyecto y sus dirigentes están totalmente
desacreditados y, entre ellos, figuran en primera línea tanto Rubalcaba como
Chacón, junto a los que, como ellos, apostaron fervientemente por Zapatero,
colaborando activamente sin la más mínima crítica en una desastrosa gestión gubernamental
y partidaria, que ha llevado al PSOE a un callejón de difícil salida. Rubalcaba
y Chacón -tanto monta, monta tanto- son pues genuinos representantes de esa
forma de gestionar tan desprestigiada, conocida como “zapaterismo”, y el
hipotético liderazgo de cualquiera de ellos representa para la opinión pública su
continuidad.
El debate, tal como está enfocado, no es socialista sino sólo zapaterista.
Se inició tras el desastroso resultado en las elecciones municipales. Zapatero
no convocó un congreso -como algunos solicitaban- para diseñar un nuevo
proyecto y elegir un nuevo secretario general que asumiera también la
candidatura a presidente de gobierno. Prefirió permanecer con sus acólitos en
la dirección del partido y nombrar candidato a la presidencia de gobierno a
Rubalcaba. Ello obligó a primarias y la impaciente Chacón se prestó al juego, rompiendo
el hermético zapaterismo en dos. Zapatero, anulando de “facto” las obligadas
primarias, convenció a los barones territoriales para que apoyasen su decisión;
Chacón dió marcha atrás y se plegó a lo ordenado por su jefe. Rubalcaba fue aupado
por la cúpula zapaterista y el Comíté Federal afín le dió su respaldo con
entusiasmo. ¿Quien era el guapo que, en semejantes condiciones, tenía
posibilidades de competir con él en las formalmente convocadas primarias?.
Nadie. El zapaterismo triunfante se garantizó la colocación de sus más fieles
en los lugares privilegiados de las listas para las elecciones generales y el
protagonismo en una Conferencia Política para diseñar el programa electoral. El
resultado, peor que el de las elecciones locales.
Conclusión, ahora más de lo mismo, salvo que la díscola Chacón mantiene el
pulso, provocando la división de los barones zapateristas, quienes, sabedores
de la fecha de caducidad de su jefe ZP, han perdido la referencia de a quién
han de obedecer y, ante el incierto desenlace, prefieren optar por uno u otra
con el riesgo de fallar y hacer peligrar su futuro personal. Una tercera vía,
ni Rubalcaba ni Chacón, siempre es más arriesgada para sus intereses
individuales. Así las cosas ¿quién es el guapo que lo intenta aunque sea mejor
para el partido y para la sociedad? Nadie. Mantenerse en la órbita zapaterista,
que es la que, dividida o no, sigue y seguirá mandando, es mucho más seguro,
pues, si ya Chacón ha ofrecido un pacto postcongresual a Rubalcaba, si gana
ella, es más que previsible que también lo haga Rubalcaba en caso contrario. Al
fin y al cabo se trata de lo mismo, tal como manifiesta Angel Luna (Ver su
artículo “Por qué Rubalcaba” en Diario Información, 15-1-2012), analizando los
dos grandes proyectos que tan profundo debate provocan; dice así: “contienen las
propuestas básicas, en materia de política económica y de defensa de los
servicios públicos, que ya figuraban en el programa electoral….que era de todos
y no vamos a cambiar de ideas en dos meses. Pero a partir de ahí, creo que los
discursos tienen un acento muy diferente”. Como ven, sólo se trata de un
problema de acentos en los discursos para, en su caso, declararse partidario de
Rubalcaba, a quien reconoce “elevada formación intelectual y que ha pensado
mucho sobre el objeto y los métodos de su acción política” con “un relato mejor
hilvanado, más denso, con una mayor carga de reflexión y de contenido político”,
frente a una Chacón que “se apoya más en los contenidos emocionales… con
apelaciones constantes a los grandes principios que suscribimos todos” produciéndole
“una sensación de salto hacia no se sabe dónde, sin más guía que el
voluntarismo y la pregonada juventud de su autora”. Obviamente descarta la tercera
vía ya que “para innovar no siempre hace falta gente nueva. A veces, incluso,
esto supone un inconveniente, pues los nuevos no conocen suficientemente la
dimensión de los problemas sufridos y no pueden detectar dónde se encuentran
las dificultades relevantes que hay que superar”. Se calla que, siendo cierto
que quienes mejor conocen los problemas, en este caso, son quienes los crearon
y, por tanto, sí pudieron detectar las dificultades, pero no lo hicieron, por
incapacidad o conveniencia, es precisamente lo que les inhabilita para hacerlo
ahora. A Rubalcaba se lo acaba de decir el pueblo, a Chacón se lo dice el
propio Angel Luna al considerarla incluso menos idónea. Lo inexplicable es que
su artículo se titule “Por qué Rubalcaba” en vez de “Por qué ni Rubalcaba ni
Chacón”. Le hubiera salido perfecto.
Fdo. Jorge
Cremades Sena
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