El
PSOE está inmerso en graves dificultades por méritos propios. Desde hace
demasiado tiempo, ni sus dirigentes ni sus militantes, han querido ver la
realidad. Los primeros, liderados por ZP, han preferido mantener el control de
los segundos a toda costa imponiendo su silencio y evitando la más mínima
autocrítica a las demasiadas meteduras de pata protagonizadas durante su gestión
gubernamental en cada uno de los territorios gobernados. Errores, incompetencias
y despropósitos, que, progresivamente, iban percibiendo cada vez más españoles,
para los socialistas, instalados en el culto al líder, eran simples bulos,
invenciones del maligno, sin darse cuenta de que aquí, a diferencia de
regímenes como el de Corea del Norte, hay que celebrar elecciones y, claro, ahí
está el resultado. Ahora toca regenerar el partido y volverlo a la normalidad,
de la que jamás debió salir. Un verdadero drama que, si nadie lo remedia, puede
convertirse en tragedia. Esperemos el desenlace final para confirmarlo ya que
sus protagonistas se inclinan por lo trágico, al no entender que, para lograr
la urgente regeneración y hacerla creíble ante la sociedad, hay que afrontar
inevitablemente algunas cuestiones de mero sentido común. Entre ellas -además
de un nuevo proyecto político y organizativo-, que los causantes del drama,
aunque por extensión sean todos los militantes, tienen nombres y apellidos, los
de los más estrechos colaboradores de ZP, tanto a nivel gubernamental como partidario,
en los distintos territorios; que, si el fracaso ha obligado a ZP a dejar el liderazgo,
ninguno de sus principales colaboradores tiene la suficiente credibilidad para
tomar el relevo y, por tanto, como él, debe marcharse, pues, por acción y
omisión, son los verdaderos responsables del mismo; que sus autocríticas “a
posteriori” no pueden ser creíbles como sinceras si no van acompañadas de la
pertinente dimisión o renuncia a presentarse como candidatos; y, en definitiva,
que al nuevo liderazgo, en todo caso, sólo ha de imputársele a lo sumo la
responsabilidad de lo acontecido por omisión, disculpable por la ley del
silencio y el acatamiento impuesta, pero no la responsabilidad directa como actor
protagonista de tan nefasta actuación.
Pero
el zapaterismo y sus dirigentes no están dispuestos a asumir lo anterior y, para
garantizar su supervivencia, se divide como las amebas, nucleando dos posibles
liderazgos, alrededor de Chacón y Rubalcaba, que, respectivamente, presentan en
sendos manifiestos, “Mucho PSOE por hacer” y “Yo sí estuve allí”, en los que, declarando
asumir por fin los errores del pasado, se muestran autocríticos y proclaman una
serie de cambios, todos ellos aceptables, pero sin renunciar a liderarlos. Es
más, en el primer manifiesto, los autores, con Chacón a la cabeza y aquejados
de amnesia, dan a entender que ellos nada tuvieron que ver con el pasado, algo
que, al menos, sí asumen los segundos. En definitiva, las dos caras de una
misma moneda que, inevitablemente, convierte a los causantes del problema en su
solución, impidiendo “de facto” cualquier otra alternativa. Ambos bandos,
instalados en el aparato del partido y en los cargos políticos más relevantes,
saben de sobra que al resto de la militancia sólo les queda la posibilidad de
opción por cualquiera de ellos, salvo que algún otro parlamentario –requisito
casi obligado para ser el nuevo líder-, ajeno al zapaterismo, pueda aglutinar
un verdadero proyecto regeneracionista. Pero, precisamente para evitarlo, ya se
encargaron los zapateristas más activos y comprometidos de copar los escasos
puestos de salida en las listas, propiciando así un desenlace trágico, pués
sólo deja a la militancia el derecho al pataleo. El necesario regeneracionismo
del PSOE queda reducido en el fondo a optar por Chacón o Rubalcaba, ambos con
un bagaje de fracaso electoral contrastado, de alta responsabildad, por acción
y omisión, en el descalabro del partido y, por ende, de muy poca credibilidad
para pivotar el supuesto nuevo proyecto socialista.
Las,
más que justificadas, protestas de otros socialistas quedan como simples anécdotas
de un proceso viciado desde el inicio. Ni la petición de dimisión del lider
castellano-leonés Oscar López y el cese de la actual gestora de Zamora,
suscrita por una decena de alcaldes, concejales, militantes y exdirigentes
socialistas; ni la plataforma “Entre todos PSOE”, constituida por más de 150
militantes albaceteños para una auténtica renovación de la dirección del
partido; ni otras tantas propuestas que vayan surgiendo en el corto espacio de
tiempo que falta para el desenlace, servirán para nada. El único debate eficaz
posible es alinearse con Chacón o Rubalcaba y, por tanto, criticar o defender
sus respectivos manifiestos. Es lo que vienen haciendo algunos, como el alcalde
de Lugo o un grupo de militantes alicantinos, más o menos conocidos, en su
reciente artículo “Sorpresa y estupor”, criticando muy acertadamente el
proceder de los firmantes del manifiesto “Mucho PSOE por hacer” pero omitiendo
que a los autores de “Yo sí estuve allí” hay que imputarles exactamente lo
mismo, salvo el cinismo descarado de los primeros. Es lo que hay, salvo que una
nueva edición de los mimitos de Chacón y Rubalcaba de la pasada campaña
electoral desemboque en una oferta unitaria que podría resumirse en: “Queda
mucho PSOE por hacer, tanto como el que destruimos los que estuvimos allí, que
fuimos todos los que ahora vamos a liderar un nuevo proyecto consistente
simplemente en hacer todo lo contrario de lo que hicimos entonces y de lo que
seguimos haciendo en estos momentos”. Al menos se evitaría un estéril debate a
cara de perro, no ideológico sino de intereses personales, que sólo aporta
nuevas hemorragias en la sangrante herida que padece la militancia socialista.
Fdo.
Jorge Cremades Sena
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