Aunque
cualquier episodio de corrupción es un grave asunto social y económico, ya que,
al final, entre todos hemos de pagar la fiesta de unos pocos, el caso de los
EREs fraudulentos de la Junta de Andalucía lo es de extrema gravedad, no sólo
por la cuantía, que también, sino además por su naturaleza, su duración y sus
protagonistas, que en su conjunto lo convierte en singular desde el punto de
vista ético, estético y político. Por más que la peste corrupta que asola
nuestra geografía, vinculada esencialmente a los pelotazos urbanísticos, nos
haya acostumbrado a convivir casi sin sorprendernos con un elenco de figuras
delictivas y de fuentes donde practicarlas, siempre hay margen para la sorpresa.
La imaginación de los corruptos no tiene límites. De entrada, lo que hace
singular el caso de los EREs fraudulentos es que el enriquecimiento indebido de
los supuestos chorizos emana del dinero presupuestado a ayudar a los pobres (trabajadores
con riesgo de exclusión laboral en empresas con problemas), que afecta a un
gobierno socialista, al que, como tal, se le supone una especial sensibilidad
en defensa de las clases trabajadoras, y, finalmente, que se produce en una de
las regiones europeas con mayor índice de paro laboral. Aspectos que añaden un
plus de gravedad y asombro frente a otros casos de corrupción al uso.
Ni cabe,
como hace el PP y sus voceros, magnificar el asunto, afirmando que “los
socialistas se han llevado mil millones de euros”, ni minimizarlo, como hacen
éstos, diciendo que se trata de “un problema de solidaridad mal entendida” al
tratarse de ayudar a empresas en crisis aunque existan “algunos problemas de
procedimiento”. Ni tanto, ni tan calvo. Las mentiras o las verdades a medias,
tan utilizadas cínicamente en todos los casos de corrupción, sólo añaden a la
ciudadanía un plus de repugnancia. Lo cierto es que desde 2001 la Junta,
presidida por Chaves, crea un procedimiento de ayuda a empresas en crisis,
necesitadas de EREs para realizar prejubilaciones o despidos, y a trabajadores
afectados por los mismos y, a tal efecto, crea un fondo, dotado con 721
millones de euros hasta 2011, que debía ser ampliado para su finalización hasta
unos 1.217 millones. Loable e indiscutible objetivo. Lo insólito, que su
gestión se deja al margen de la trasparencia y el control administrativo normal,
a pesar de las diversas advertencias de la Intervención General. La
consecuencia, un uso arbitrario e irregular del mismo, conocido al fin como
“fondo de reptiles”, que se materializa en conceder prejubilaciones a personas
que jamás trabajaron en las empresas afectadas (más de 13 millones de euros),
en subvencionar a empresas que no estaban presentando un ERE y a personas que
después no llegan a crear ninguna empresa (más de 74 millones) y en pagar
comisiones exageradas (hasta el 20%, cuando lo normal es el 3%) a
intermediarios (consultoras, bufetes, aseguradoras, sindicatos) entre la Junta
y los trabajadores (unos 70 millones), que, en definitiva, suponen un fraude de
demasiadas decenas de millones de euros. Fraude que no se justifica, como
pretenden los socialistas, con los más de 6.000 prejubilados favorecidos por la
Junta correctamente, como era su obligación, pues hubiesen sido muchos más
prejubilados si los fondos fraudulentamente destinados a las decenas y decenas
de prejubilaciones inmerecidas, a las empresas sin necesidad de un ERE, a los
“sobrecostes” de intermediarios y a las personas que jamás crearon luego una
empresa, se hubiesen administrado correctamente en vez de usarse para el
enriquecimiento injusto e ilegal de unos cuantos.
El
desfile por la cárcel de personajes indecentes, desde el exconsejero de Empleo
Antonio Fernández –incluido para el ERE como trabajador de la empresa desde el
día de su nacimiento- hasta el director general Guerrero Benítez –derrochador,
según su chófer, del dinero defraudado en cocaína, copas y prostitución-,
pasando por el exsindicalista Lanzas –intermediario y “conseguidor” que esconde
82.000 euros bajo un colchón y acumula un patrimonio exagerado-, convierte este
asunto, calificado al principio por los socialistas como “cosa de cuatro
pillos”, en el más grave fraude institucional que se ha investigado hasta la
fecha, dando razón a la famosa frase, aportada en la investigación del caso
Mercasevilla, de que “La Junta colabora con los que colaboran”. Es decir, la
Junta no gobierna para todos por igual. Yo te doy, si tú me das o me interesa
darte, al margen de los derechos que tengas. Una trama institucional que,
durante una década al menos, actúa con absoluta impunidad de forma arbitraria y
caprichosa sobre unos fondos presupuestarios con marcada índole social,
rebasando éticamente cualquier otro repugnante caso de corrupción al perjudicar
directamente a las clases más humildes.
Por todo
ello, al margen de las responsabilidades penales –las políticas no se depuran
en este país- que la jueza Alaya pueda esclarecer, es imprescindible que, como
mínimo, las cantidades malversadas directamente del presupuesto -tanto las
apropiadas, como las concedidas a beneficiarios de forma ilegal- sean devueltas
a la Administración para que ésta les dé un futuro uso correcto. Si por
cualquier error administrativo la Administración le exige a cualquier ciudadano
normal la devolución de lo indebidamente cobrado (incluso las mínimas
cantidades pagadas en demasía a personas en situación de precariedad, como
paro, ayuda familiar, etc) es intolerable que no lo hagan quienes se han
enriquecido tan repugnantemente como colaboradores necesarios de los EREs
fraudulentos, así como los cientos de prejubilados indebidamente quienes, tras
declarar nula su pensión, debieran devolver la subvención inicial más lo
percibido hasta la fecha como falsos pensionistas que es lo que son. De no
hacerlo, otros muchos, que sí tenían derecho a percibirla por trabajar de
verdad en las empresas y cumplir todos los requisitos exigibles, serían
doblemente maltratados si con dinero público se hace borrón y cuenta nueva de
este escándalo sin precedentes. Un escándalo, para colmo, protagonizado por un
gobierno socialista y, ahora, apoyado por IU que en su vertiente más radical se
salta la legalidad (asalto a supermercados, ocupación de fincas, etc) al menos
con la excusa de hurtar a los ricos para favorecer a los pobres. Lo contrario
no tiene excusa posible.
Fdo. Jorge
Cremades Sena
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario, gracias