Según
el último barómetro del CIS, tanto el PP, desde el gobierno, como el PSOE,
desde la oposición, siguen en caída libre en cuanto a apoyo ciudadano se
refiere. Si los populares, con el 34% de intención de voto, pierden un punto
porcentual respecto al trimestre anterior, los socialistas pierden dos puntos y
obtienen un 28´2%. Sucede igual, aunque con ligeros descensos, a CiU y PNV, que
obtienen un 3´4% y un 1´2% respectivamente, mientras que siguen en ligero
ascenso tanto IU como UPyD que, con el 9´9% y el 7´4% respectivamente, obtienen
sus mejores resultados en los últimos años, y mantienen sus apoyos, tanto ERC
con el 2%, como Amaiur y Coalición Canaria con el 0´9% cada uno. Asimismo,
todos los líderes políticos quedan peor valorados en mayor o menor medida, repitiendo
Rosa Díez como la menos mala con una nota de 3´9 (frente al 4´3 anterior), en
tanto que Cayo Lara pasa de 3´8 a 3´5, Rubalcaba de 3´4 a 3 y Rajoy de 2´8 a
2´4, sin conseguir aprobar ninguno de ellos. En otro orden de cosas, el
barómetro manifiesta las principales preocupaciones de los ciudadanos, que, de
nuevo, encabeza el desempleo (80´7%), seguida de la corrupción y el fraude
(39´3%), la situación económica (35´5%) y la política y los políticos (29´4%),
valorando la situación global de España como mala o muy mala (90%) y sin
perspectivas de que sea mejor el próximo año (85%). Muy por debajo de estas
preocupaciones quedan la sanidad (7´9%), los desahucios (5´7%), los bancos
(5´4%), la educación (4´8%), los problemas sociales (4´7%), los recortes o
ajustes (3´9%) y el terrorismo (0´6%). Estos son los resultados concretos que,
al margen de las valoraciones subjetivas de cada partido político para venderlo
lo mejor posible a sus electores, manifiestan algunas cuestiones indiscutibles.
En
primer lugar, decepción y desencanto generalizado ante la actuación de los
partidos que, gobernando o liderando la oposición, han protagonizado la
gobernabilidad democrática, tanto a nivel nacional como autonómica, pero sin
sustituir dicha decepción por entusiasmo hacia otros partidos casi vírgenes en
experiencias de gobierno, aunque, lógicamente, obtengan un cierto y escaso
beneficio del derrumbe de los anteriores, lo que genera una alarmante y
preocupante desconfianza hacia todos los partidos políticos en general. No
obstante, si, según estos datos, hoy se celebrasen comicios, todavía ganaría de
nuevo el PP a pesar de que el 68´5% considera que la gestión del gobierno es
mala o muy mala, pues, aún son más, un 71´5%, quienes consideran mala o muy
mala la oposición que hace el PSOE. Está en caída libre la gobernabilidad en el
futuro.
En
segundo lugar, ausencia de liderazgos carismáticos, capaces de pilotar la
necesaria regeneración interna de los distintos partidos políticos, para que,
de nuevo, generen proyectos creíbles, viables e ilusionantes en los que poder
confiar, y dejen de ser compartimentos estancos cerrados, alejados de la realidad,
donde se dirimen las luchas cainitas por los intereses bastardos de unos
cuantos. El suspenso generalizado de todos y cada uno de los líderes políticos
contrasta con la valoración que obtuvieron sus antecesores en otros tiempos.
Está en caída libre la credibilidad en la capacidad de los dirigentes políticos
de cualquier ideología.
En
tercer lugar, pesimismo generalizado sobre la mejoría de la situación que, casi
por unanimidad, consideran catastrófica y duradera, generando una resignación
sin precedentes ante la incapacidad de resolver con prontitud los graves
problemas que preocupan mayoritariamente a la ciudadanía. Está en caída libre
la esperanza en un próximo futuro mejor.
Y, en
cuarto lugar, un desajuste reivindicativo considerable entre las mayoritarias y
principales preocupaciones ciudadanas (paro, fraude, economía y política) y las
de carácter más minoritario y secundario (sanidad, desahucios, bancos,
educación, recortes…), que, curiosamente, son las que protagonizan las
reivindicaciones callejeras y las tertulias mediáticas. Está en caída libre la
conexión real entre los ciudadanos y sus representantes políticos a la hora de
priorizar los intereses más generales y visualizarlos como tales ante la
opinión pública.
Si a
todo ello añadimos que, según el baremo del CIS, más del 40% de los españoles
quedan al margen del proceso electoral, bien como abstencionistas decididos o
votantes indecisos; que los españoles sólo aprueban a tres instituciones (la
Guardia Civil, la Policía y las FFAA) y que la Monarquía, tras los Medios de
Comunicación y el Defensor del Pueblo, sigue suspendiendo, pero con un 3´7 de
nota, queda como la sexta institución mejor valorada, superando por muy poco a
la Iglesia (3´6) o al Poder Judicial (3´5), pero sacando una considerable
distancia sobre el Gobierno (2´4) y sobre la institución peor valorada, que es
la de los Partidos Políticos (1´8), lo que realmente sucede es que lo que está
en caída libre es nuestro sistema global de convivencia. Es decir, nuestro
sistema democrático que es manifiestamente mejorable.
Esta es
la cruda realidad que percibe la ciudadanía española, perpleja ante la
manifiesta incapacidad de sus gobernantes y dirigentes políticos democráticos
para ponerse de acuerdo para salir del abismo en que se han –y nos han- metido,
sin reparar que, o cambian el rumbo entre todos para frenar democráticamente la
caída libre hacia el fondo del mismo y comenzar la difícil escalada o, ante el
terror ciudadano al impacto final definitivo, surgirán, con la excusa de
evitarlo, los salvadores especializados en sobrevivir en la ciénaga a base de
ofertarles todo tipo de soluciones mágicas inviables que sólo aportan más
lastre a las soluciones razonables. ¿Acaso no están apareciendo ya semejantes
salvapatrias? Júzguenlo ustedes mismos.
Fdo.
Jorge Cremades Sena
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