El
malestar generalizado por la crisis económica y los comportamientos indecentes
de demasiados políticos genera un ambiente propicio a la divulgación de recetas
mágicas, que, adobadas debidamente con ciertas dosis de demagogia, pueden
llegar a tener una aceptación considerable en parte de una población que,
angustiada y desesperanzada por la situación, es cada vez más proclive a creer
en los milagros. Y uno de los que más llama la atención, al ser probablemente
el que menos tenga que ver con la crisis y con la posible salida de la misma,
consiste en cambiar, que no en reformar, la Jefatura del Estado, generando,
como si no hubiera ya suficientes, un nuevo debate público, Monarquía o
República, absolutamente inoportuno en el mejor de los casos, ya que todos los
esfuerzos, por parte de todos, debieran centrarse en los asuntos que realmente
inciden directamente en la penosa situación que estamos padeciendo. ¿Se
imaginan a los italianos o los griegos planteando que la solución de sus crisis
pasa por implantar de nuevo la Monarquía ante el fracaso de sus respectivas
repúblicas? ¿Se imaginan a holandeses o suecos reivindicando la República como
necesaria para ser plenamente democráticos? No es imaginable ni en éstos, ni en
los demás países desarrollados del mundo, pues saben que, planteado en dichos
términos –como se hace en España- se trata de una falacia y, al margen de las
convicciones monárquicas o republicanas que tenga cada uno, rechazarían su uso
como arma política coyuntural con fines electoralistas o desestabilizadores que
generan más confusión en momentos tan críticos, como es el caso, sin aportar la
más ínfima solución a los problemas reales, sino todo lo contrario. Los fenómenos
paranormales, sólo suceden en España.
Monarquía
y República, sin más precisiones, son conceptos teóricos que, desde la
antigüedad, definen dos diferentes formas genéricas de gobierno, pero que han evolucionado
y se han diversificado tanto desde entonces que hoy, para saber de qué estamos
hablando, requieren, como mínimo, de concreciones específicas. Por tanto el
debate “per se” Monarquía o República, sin concreciones (absoluta,
semiconstitucional, constitucional o parlamentaria, en el caso de la Monarquía;
popular, democrática, parlamentaria, presidencialista o semipresidencialista,
en el caso de la República), queda reducido a la figura del Jefe del Estado
(rey o presidente), es decir, a un determinado modelo teórico sin mayor trascendencia
que a nada conduce. Pero si, además de esto, se plantea como garante o portador
de valores concretos (ideológicos, económicos, libertades, desarrollo,
bienestar social…), que es lo que argumentan quienes lo plantean aquí, se
incurre en una irresponsabilidad manifiesta y en una flagrante falsedad. Por
más que algunos se empeñen en lo contrario, ser monárquico o republicano, nada
tiene que ver con ser de derechas o de izquierdas, al igual que un estado
monárquico o republicano nada tiene que ver “per se” con subdesarrollo o
desarrollo, dictadura o democracia, esclavitud o libertad, malestar o bienestar
social… Decir estas sandeces, que tanto se prodigan en nuestro país, nos
llevaría, por puro razonamiento lógico, a la
conclusión, por ejemplo, de que los suecos son de derechas por no
rebelarse contra su Monarquía y que, por tanto, en Suecia no hay estado del
bienestar, es un país subdesarrollado y carece de libertades democráticas, mientras
que en Corea del Norte, por ejemplo, sucede todo lo contrario por ser una
República. Partir de falsas premisas suele conducirnos a erróneas conclusiones.
Para comprobarlo basta recordar los lugares privilegiados que ocupan las quince
monarquías parlamentarias -que no las de otro tipo- que existen, compitiendo e
incluso superando a las más importantes repúblicas en desarrollo humano y
económico, en PIB, en nivel de vida, en prosperidad, en servicios sociales, en
educación, en sanidad, en libertades y otras tantas variables positivas. Pero además,
si en este tipo de monarquías, como en las repúblicas parlamentarias, el Jefe
del Estado (rey o presidente) tiene un mero papel representativo, ajeno a las
decisiones políticas gubernamentales, poco o nada se le podrá exigir o achacar
acerca de la situación económico-social, en este caso de la crisis, ya que las decisiones,
acertadas o no, sobre la misma no son de su competencia. Justo lo contrario del
resto de modelos monárquicos o republicanos en que la Jefatura del Estado
ejerce en su totalidad o comparte las competencias gubernamentales y, por tanto,
es responsable, total o parcialmente, de la situación social o económica de sus
respectivos pueblos y de su posible mejora. Lo que avala la inoportunidad de introducir
el debate en momentos tan críticos, cuando su nula incidencia en la crisis y en
su posible solución, lo convierte en un elemento perturbador innecesario e
indeseable.
Al
margen de ser monárquico o republicano, vincular la reivindicación republicana
con la crisis, haciendo aparecer como responsable de ella a una monarquía
parlamentaria, como es el caso, y, como su solución, sustituirla por una
república sin más, es de un cinismo inaceptable. Hasta el más ingenuo, si está
mínimamente informado, sabe que cualquier presidente republicano, salvo si se
trata de repúblicas parlamentarias, como la alemana por ejemplo, al igual que
cualquier monarca no parlamentario, como el marroquí por ejemplo, es mucho más
responsable de la crisis de sus respectivos países que cualquier rey
parlamentario, como el español por ejemplo, y que, por tanto, es mucho más
susceptible de que se cuestione el modelo de estado que representa. Y, sin
embargo, no se cuestiona el modelo; en todo caso, se reforma. Por ello, salvo
en España, donde todo es diferente, en ningún otro país monárquico
parlamentario, ni a los republicanos más convencidos, que también los hay, se
les ocurriría desencadenar una campaña reivindicativa republicana en momentos
tan inoportunos y con premisas tan falsas. Saben que, de hacerlo así, su
descrédito interno e internacional sería notorio. Ya ven, los fenómenos
paranormales sólo se dan aquí.
Fdo.
Jorge Cremades Sena
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario, gracias