Con un razonable y sensato discurso de
investidura del candidato Rajoy y tras toda una tarde-noche para reflexionar
sobre el mismo, se desarrolla el debate de investidura y ésta, como ya estaba anunciado,
es rechazada en primera votación por 180 votos frente a 170, exactamente igual
que el último debate de investidura celebrado con el mismo candidato (ya antes
se había rechazado también el intento de Pedro Sánchez), aunque en esta
ocasión, se anuncia que será investido en la segunda votación, gracias a la
abstención socialista, cuándo sólo se requiera mayoría simple. Algo es algo. En
el discurso de investidura (la mitad de corto del anterior, al que remite en
las cuestiones concretas), Rajoy compromete a todo el Congreso en la Gobernabilidad
del Estado y asume que deberá “buscar día a día” mayorías para la estabilidad,
propone negociar pactos, entre otros, en financiación autonómica, educación y
pensiones…. Consciente del acuerdo de 150 puntos que tiene con Ciudadanos (100
de ellos contemplados también en el anterior pacto PSOE-C´s para la fallida
investidura de Sánchez) y de las dificultades por las que atraviesan los
socialistas al pasar del “no es no” a la abstención, hace un discurso para “no
herir” y promete un modelo de gobierno “inédito aún en España, abierto al
diálogo” en el que se dispone a “negociar cuánto sea necesario” y construir
“una mayoría cada día para gobernar” ya que la “excepcionalidad” exige pactos
y, especialmente, apela a la corresponsabilidad de PSOE y Ciudadanos (opciones
constitucionalisas), teniendo en cuenta el pelaje de casi todos los demás
grupos que completan la Cámara. Y, sobre todo, pide el apoyo para aprobar los
Presupuestos y ajustarse a las demandas de Bruselas, como es lógico. En
definitiva, consciente de las mayorías que se requieren al respecto, apela,
además de a Ciudadanos, al PSOE para llevar a cabo las grandes reformas que
necesita España, ofreciendo su disposición a elaborar un Plan Nacional en los
asuntos de mayor relevancia, manifestando estar dispuesto “a buscar fórmulas”,
incluido el desafío catalán, pero obviamente dentro de la legalidad, diciéndole
a los socialistas, cuyo portavoz Hernando le escucha atentamente desde el
escaño y que acaba de recordar en la reunión de su grupo a sus diputados que
deberán abstenerse en segunda votación, que dejarle gobernar no supone
renunciar a sus principios. Ya al inicio del discurso había argumentado que se
presentaba a la investidura porque había ganado las elecciones (por dos veces y
con más apoyos en las segundas elecciones) y además porque no existía ninguna
alternativa viable tal como se había demostrado. Y, por cierto, Pedro Sánchez
reaparecía en la Cámara (tras un mes sin intervenir en ningún acto público) y,
siendo preguntado por lo que haría con su voto, contesta que en primera
votación votaría “no” como sus compañeros, pero que “el sábado será otro día”,
sin aclarar su voto definitivo en segunda votación y, obviamente, avivando la
resistencia de sus compañeros del bando crítico, como él, con la decisión del
Comité Federal; en tanto que ya, diputados partidarios del “no” se habían
ofrecido como “mártires” para once abstenciones “técnicas” en la reunión del
Grupo.
Pues bien, a pesar de todo lo
anterior, se inicia el debate con la intervención de Antonio Hernando, que
apenas pudo salir airoso (de portavoz del “no es no” a serlo de la
“abstención”, no es fácil), más preocupado de justificarse ante los suyos
(algunos ni le aplaudieron y buena parte de ellos lo hicieron con desgana) y de
dejar claro que su abstención se reducía estrictamente a la investidura y no a
la gobernabilidad, justificándolo con temas recurrentes como la corrupción, la
pésima gestión del PP en el gobierno, etc etc (justo cuando se publicaba la
encuesta de la EPA señalando que desde 2010 bajaba el paro en España del 20%
por primera vez y se situaba en el 18´9%), por lo que Rajoy se ve obligado a
defender en su respuesta aquellas cosas positivas de su Gobierno justificando
que derogar por derogar leyes no es el camino, sino mejorarlas entre todos,
mientras anuncia la primera cesión al PSOE y retira las reválidas hasta que se
acuerde un pacto educativo. Pero este debate que parecía conducirse por estos
derroteros medianamente tranquilos, con un Hernando esforzándose por apuntalar
al PSOE al frente de la oposición, se rompe en mil pedazos con la intervención
(más bien alegato) de Iglesias, propagandista de la España negra, sin matices,
la de buenos y malos, arremetiendo con lo que llama Triple Alianza y
despreciando desde su bancada las instituciones, especialmente el Congreso (del
que Unidos Podemos forma parte), animando a boicotear la segunda votación y la
pertinente investidura de Rajoy. Iglesias, sin aportar ni una sola propuesta,
ni una sola solución, ni una sola razón, se instala en el tremendismo político
frente a PP, PSOE y Ciudadanos, desprecia al Congreso y dice que él se debe a
la “patria”, y frente a la tesis del socialista Hernando de que el PSOE se
abstiene “por compromiso con España” y que dar lugar a otras elecciones hubiera
sido un desastre, provoca el primer ensayo de una legislatura bronca, muy
bronca, con el único objetivo de desencadenar una lucha despiadada por el
liderazgo de la oposición en la Cámara, mientras los sanchistas veían “lamentable”
el discurso de su portavoz que había dicho que “el tiempo le dará la razón” al
PSOE como en otros tantos momentos difíciles del pasado.
Y ya instalado el debate en
el más chungo antiparlamentarismo, Rajoy, consciente de que al PSOE ya no le
quedaba espacio reglamentario para responder las impertinencias de Iglesias,
contestó al líder podemita con su estilo más socarrón e irónico, dándole un
repaso de arriba abajo a su demagógico e inconsistente discurso que le
retrataba como el nuevo líder pero no de la oposición parlamentaria sino de la
sinrazón política más genuina, abriendo la puerta y la esperanza a otro tipo de
oposición responsable y constructiva que obviamente habrán de ejercer PSOE y
C´s. Desde ese instante, sólo se pudieron salvar la más que decente y
responsable intervención de Rivera y la de los portavoces de CC, UPN y FORO,
pues los portavoces de ERC, PDC y Bildú, no sólo transitaron por la vereda
antiparlamentaria diseñada por Unidos Podemos sino que la adornaron encima con
todo tipo de insensateces antidemocráticas de claro corte totalitario, lo que
en una Cámara Legislativa democrática suena con repugnante estridencia. Y, para
finalizar, la guinda, ¡cómo no!, la puso Unidos Podemos: su portavoz Iglesias
en su intervención había cuestionado que se habilitaran demasiados policías
para vigilar la antidemocrática movilización de “rodea el Congreso” cuando
“aquí dentro hay más delincuentes potenciales que fuera” (había dicho
textualmente refiriéndose al Hemiciclo, aunque no aclaró si, en todo caso, se
refería esencialmente a su propio grupo parlamentario) y, obviamente, ante
tamaño insulto a la dignidad de los diputados, Rafael Hernando, el portavoz
popular, que cerraba reglamentariamente el debate, respondió al insulto diciendo
que Pablo Iglesias usa “el nombre de España para ponerse a la venta de
dictadores y regímenes como el de Venezuela e Irán”. Iglesias, el ofensor de
toda la Cámara, se sintió ofendido y pidió a la Presidenta un turno por
alusiones; la Presidenta se lo niega (imaginen si tiene que concedérselo a los
349 diputados restantes, aludidos por Iglesias como delincuentes potenciales),
Iglesias desobedece y sigue hablando con micrófono apagado, y, finalmente,
encabezando su grupo salen todos ellos en manada del Hemiciclo durante unos
minutos como protesta, para entrar inmediatamente y participar en la votación.
El espectáculo podemita circense había terminado. El debate parlamentario en
paralelo también. Ahora a esperar la segunda votación... y la investidura.
Obviamente ha habido otras
noticias, tanto en España como en el exterior, mientras se celebraba este
debate de investidura, como la huelga contra la reválida o el levantamiento del
veto al acuerdo comercial UE-Canadá, pero, dada la importancia del ansiado debate
parlamentario que desbloquea la larga parálisis política en España, prefiero no
mezclarlo con otros asuntos para que reflexionemos al respecto sobre lo que se
nos avecina. Vale la pena intentarlo.
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