Es
el comentario más popular desde que saltó la noticia de que el juez de la
Audiencia Nacional Pablo Ruz ha acordado el ingreso en prisión provisional y
sin fianza de Luís Bárcenas. “Ya era hora” expresa la satisfacción social
generalizada porque, en este caso, la justicia coincide con el veredicto
mayoritario del pueblo sobre el destino que merecen determinados personajes
como Bárcenas hasta que en sede judicial se determine el alcance de sus
responsabilidades penales o civiles por sus presuntos pero más que probables
delitos cometidos. Pero es tan larga la lista de espera de los presuntos
delincuentes, que, inmediatamente, se completa el comentario expresando una
incertidumbre inevitable, “y ahora a quién le toca”. Aunque esta reacción
espontánea de los ciudadanos -legos en asuntos jurídicos, y sin motivaciones
interesadas particulares-, contrasta con la de los políticos y sus respectivos
voceros mediáticos que, como ya es costumbre, se enredan en una cascada de
especulaciones e hipótesis sobre el caso con el único objetivo de intentar,
tanto los unos como los otros, moldear la opinión pública para hacerla más
favorable a sus respectivos intereses particulares, sin tener en cuenta -ni
unos, ni otros- las enormes incoherencias en las que incurren si se contrastan
con las hipótesis y especulaciones que dichos elementos mantenían hace bien
poco, cuando las circunstancias eran otras.
Bárcenas,
de momento, ya está en la cárcel y, por mucho dinero que tenga, no puede
comprar su libertad. Esto es lo importante, lo demás es circunstancial. Tras
cuatro años de averiguaciones se le imputan los delitos de blanqueo de
capitales, contra la Hacienda pública, cohecho, estafa procesal y falsedad
documental en grado de tentativa. Es decir, casi todo el elenco de delitos
posibles que va intrínsecamente aparejado a los chorizos de guante blanco. Y
cometidos, presuntamente –vaya a ser que encima te pongan una querella-, de
forma continuada. El juez Ruz toma la medida de prisión preventiva y sin fianza,
solicitada por la Fiscalía Anticorrupción, ante el alto riesgo de fuga y ante
la posibilidad de que destruya o altere pruebas relacionadas con los delitos
que se le imputan. ¡Cómo si no hubiera podido hacerlo en estos años!, dicen
algunos. ¿Por qué ahora y no antes? “, se preguntan los especuladores, para
contestarse entre sí con diversas hipótesis antagónicas a las que manejaban
entonces. Al final, la respuesta más convincente y menos especulativa es porque
han aparecido nuevas circunstancias y se le imputan nuevos delitos, tal como
explica Ruz en su auto. Menos mal, más vale tarde que nunca, dice el común, no
vaya a ser que, como acaba de suceder con Blesa, una decisión errónea del juez
le convierta en el mejor defensor del presunto delincuente. Hay que tocar
madera para evitar que –como ya ha sucedido en demasiados casos- un error
procesal devuelva a Bárcenas su libertad y pueda seguir disfrutando de sus casi
cincuenta millones de euros, cuya procedencia se desconoce (parece que es el
cobro de comisiones ilegales a las empresas a cambio de adjudicarles obras
públicas…¿les suena de algo?) que, hasta la fecha, le han permitido viajar de
lujo por donde le ha venido en gana (para eso se ha hecho rico), esquiando o
escalando por las montañas del mundo y haciendo peinetas a todos los españoles,
para dejar bien claro que siempre ha habido clases. Se supone que de ladrones,
claro.
Y, hablando de
ladrones, en este caso de guante blanco, el común desea con toda su alma que el
resto de jueces que, como Ruz, instruyen la indecente cantidad de casos de
corrupción que apestan casi todos los rincones de España, no yerren, para que
lo antes posible desaparezca la incertidumbre de “y ahora a quién le toca”
(curiosamente la jueza Alaya acaba de imputar, entre otros, a la ex consejera
andaluza y ex ministra, Magdalena Álvarez). Es la diferencia abismal frente a
quienes, más pendientes de salir airosos de sus respectivas vergüenzas que de
llegar a la verdad de todas ellas, generan intencionadamente una especie de
ceremonia de la confusión mediática que, ante la incertidumbre de que ahora le
toque a alguno de los suyos, pasa por poner en duda la actuación del juez
correspondiente para ver si incurre en el más mínimo error que posibilite echar
por tierra la pertinente imputación. Especulaciones, hipótesis, y más
especulaciones intentando hacer creer que lo que se está instruyendo es una
“causa general” contra el PP o contra el PSOE, tal como afirman en cada caso
sus respectivos dirigentes, o “un ataque a Cataluña”, como mantienen los
dirigentes independentistas, o vaya usted a saber que otras ocurrencias. Todo
con tal de enturbiar más el lodazal para que cada vez haya más dudas sobre la
verdad. Entretanto, a la mayoría de los ciudadanos, que nada teme, le importa
un pepino si Bárcenas tira de la manta, si Alaya actúa según el calendario del
PSOE-A, si Rajoy o Griñán van a quedar tocados, si unos u otros colaboran más o
menos con la justicia, y tantos otros síes especulativos por el estilo. Lo que
le importa es que quien la haga la pague de una vez, sea quien sea y caiga
quien caiga. Que la sentencia sea contundente. Que incluya la devolución de lo
robado (presuntamente, vaya a ser que nos metamos en problemas) pues tiene la certeza
de que de forma honrada es bastante complicado amasar, desde la nada, las
fortunas que los presuntos chorizos amasan, poniéndolas a buen recaudo en los
paraísos fiscales. ¡Ah, se me olvidaba, y que los jueces no caigan en ningún
error! Toquemos madera.
Fdo. Jorge Cremades Sena
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