El brote
de intolerable violencia en Barcelona aumenta un fundado temor a un inaceptable
vacío de autoridad, más propio de la anarquía que de la democracia. En efecto,
los violentos okupas de Colau dominan Barcelona, la ciudad más visitada de
España, sembrando el caos y destrozando todo lo que se les pone por delante,
mientras la alcaldesa radical barcelonesa admite problemas para intervenir y
pide “prudencia” a los Mossos frente a unos disturbios que se reconoce incapaz
de aplacar y que en tres noches han dejado al menos 33 heridos, la mayoría de
ellos policías, y sólo un par de detenidos. Y mientras se vive este infierno a
Ada Colau sólo se le ocurre pedir proporcionalidad de actuación a los Mossos y
que “hablen con los vecinos”. Por otro lado el radicalismo de la CUP pone en
jaque tanto a Puigdemont como a Colau, pues los antisistema (entre ellos los
okupas) reclaman “desobediencia frontal” al Estado Español a cambio de no tumbar
las cuentas de la Generalitat y provocar nuevas elecciones, mientras la
alcaldesa de alguna forma se pliega a sus exigencias con el famoso guiño de
pedir “prudencia” contra los imprudentes, dándoles aire de cierta forma,
mientras que Fiscalía ya investiga a Trías, el alcalde anterior, que, a cambio
de no crear conflictos (como si la propia ocupación de edificios no lo fuera)
pagó un alquiler del edificio (en total 65.000 euros) para que los “okupas”
viviesen en el “banco expropiado” y no fueran desalojados, con lo que ahora es
investigado por malversación. En definitiva, todo este conflicto, es el
resultado lógico de una forma peligrosa de hacer política, consistente en
prometer paraísos inexistentes y alentar a la ilegalidad para conseguirlos, y
después, una vez en el gobierno (bien sea local, territorial o nacional) dejar
tirados a quienes, siguiendo tu propio ejemplo, se consideran traicionados
vilmente cuando obligadamente tienes que desalojarles del paraíso prometido y
restablecer la legalidad democrática. Los okupas de Colau (como activista les
defendía a capa y espada justificando cualquier ilegalidad) y las amistades
peligrosas de Puigdemont (equiparado al radicalismo “cupista” anticapitalista
en su actuación ilegal del “procés”, incluso como gobernante de la Generalitat,
en los que se apoya) se vuelven contra ellos de forma radical por pura lógica,
engañados y cargados de frustración. Y, para colmo, en la jornada inaugural de
la reunión anual del Círculo de Economía, celebrado en Sitges, Pablo Iglesias
intenta calmar a los empresarios diciéndoles “donde gobernamos atraemos la
inversión”, mientras Ada Colau añade que con sus gobiernos “no sólo no ha
venido el caos, sino que las cosas no van mal”. Aunque hay que reconocer que si
todo esto está sucediendo es porque así lo han querido los españoles, en este
caso los españoles catalanes, cuando fueron a votar.
Y precisamente en
buscar votos andan ocupados nuestros políticos en plena precampaña electoral,
en la que Venezuela y el chavismo se han convertido de alguna forma en tema
estrella. Justo cuando acaba de llegar Rivera del país sudamericano, visitado
también hace unos días por Zapatero, Rajoy, que tuvo el gesto de conceder la
nacionalidad española a varios opositores, reúne hoy al Consejo de Seguridad
Nacional, donde, entre otras cuestiones, abordará la situación de Venezuela
(país donde hay intereses españoles de diversa índole), equiparando, según
algunos, la amenaza del chavismo para los españoles con el islamismo y la
inmigración, al extremo de que, para los más exagerados, el Presidente español
convierte a Venezuela en un tema de seguridad nacional, mientras Maduro le
acusa de orquestar un golpe contra su país. Para otros Rivera es merecedor de
críticas de oportunismo político al visitar Venezuela en precampaña y, para los
más exagerados, incluso peca de utilizar el dolor y las penurias del pueblo
venezolano con fines electorales, como si no fuera moneda común electoral el
uso de situaciones de precariedad con el objetivo de conseguir votos. En todo
caso y al margen de las opiniones encontradas de unos y otros (incluidos
periodistas y generadores de opinión que arriman según les conviene el ascua a
su sardina) en estos asuntos (que cada quien considere lo que crea
conveniente), lo cierto es que Podemos compara al opositor venezolano Leopoldo
López (poco sospechoso de totalitarismo al pertenecer, como el PSOE, a un
partido miembro de la Internacional Socialista) nada menos que con Tejero para
no condenar a Maduro, al extremo de que Iglesias, Monedero y Garzón justifican
que esté en la cárcel y le acusan, como hace Maduro, de promover un golpe de
Estado, mientras el padre de Leopoldo López se pregunta: “¿Iglesias no se ha
enterado de que mi hijo fue condenado antes de empezar el juicio?”. En fin,
estos son los hechos objetivos, sin interpretaciones interesadas, y que cada
quien saque sus propias conclusiones antes de emitir su voto.
Y mientras Alemania
critica que se aplace por razones políticas la multa a España, pues, según
Schaüble, la decisión amenaza la credibilidad de las reglas de la UE, los
sindicatos franceses endurecen su pulso contra la reforma laboral del gobierno
socialista en Francia, con ciertas similitudes con la reforma laboral del
gobierno conservador en España, causando incluso las protestas violentas el desabastecimiento
en 4.000 gasolineras. Por otro lado, Obama alerta a los líderes del mundo sobre
el peligro de Trump, quien acaba de proclamarse candidato republicano a la
Presidencia de EEUU al conseguir los compromisarios necesarios… el pueblo
norteamericano, como el español aquí, tendrá en su momento la última palabra;
así es afortunadamente la democracia.
Jorge Cremades Sena
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