Mientras Luís
de Guindos, ministro español de Economía dice, sobre el Eurogrupo, que “en la
elección de la Presidencia no hubo traiciones”, que no entrará “en el voto de
Francia” y que siempre siguió “las instrucciones de Rajoy”; añadiendo, sobre la
situación económica que “si se revierten las reformas volveremos a la casilla
de salida” y, sobre la situación griega, que “en Grecia hay dos riesgos: la
situación política y la deuda” o que “Varoufakis tiene ideas razonables pero
confunde dónde está”, el ex ministro de Finanzas heleno, cuestionado por sus
propios conciudadanos, asegura que “España aún corre el peligro de acabar igual
que Grecia”. Como ven una serie de obviedades en boca de los responsables de
“las pelas”, que diría Artur Mas, y, por tanto, responsables directos de la
evolución económica de sus respectivos países. Que si se desanda lo andado se
vuelve al punto de partida, es obvio, así como que la situación política y la
deuda condicionan cualquier proyecto de futuro de forma decisiva, por lo que,
visto lo visto, Varoufakis lleva toda la razón sobre el peligro de que España
acabe como Grecia, aunque le falta añadir que, muy especialmente, si en España
se aplicaran las ilusorias políticas que él pretendió implantar en su país y
que, por irrealizables, al final le sacaron del gobierno. Lo que está por
averiguar es a qué “ideas razonables” del ex ministro griego se refiere el
ministro español, diametralmente opuestas a las suyas, salvo que se refiera al
ámbito estrictamente teórico, pero irreal, que todos compartimos, de un paraíso
universal en el que la abundancia y la bondad humana campan por doquier. Pero
la historia, lamentablemente, nos dice todo lo contrario, que los recursos son
limitados y las ambiciones excesivas, por lo que si no se administran bien,
cualquier pueblo, no sólo el griego o el español, pueden pasar de la riqueza a
la pobreza, de la abundancia a la escasez, y de la paz a la guerra en cualquier
momento, sobre todo si, además de una mala administración de los recursos
limitados, se introducen otra serie de elementos que perturban gravemente la
paz social, como, por ejemplo, la ofensiva de Artur Mas para “movilizar la
calle” contra España, política que viene practicando desde hace años sin que el
Estado, del que Cataluña forma parte, haga casi nada para evitarlo.
Tampoco sé si se hace
todo lo humanamente posible para evitar la lacra de la violencia machista que,
además de las miles de mujeres asesinadas o maltratadas, en la última década ha
provocado la muerte de 44 menores, 26 de ellos por su propio padre mientras
disfrutaba del régimen de visitas. Algo estaremos haciendo mal, muy mal, para
que semejante lacra en vez de disminuir aumente de forma alarmante.
En cuanto a otros
asuntos se refiere, destacar que, según NCReport, más del 60% de los
castellano-manchegos cree que el cementerio nuclear creará empleo en la zona
(otra obviedad de Perogrullo); que el PP acepta una mínima reforma
constitucional, aunque limitada sólo a la modificación del funcionamiento del
Senado (ya era hora); que el ascenso de las empresas se consolida y las firmas
cotizadas ganan un 37% más en el primer semestre y crecen por tercer año (una
buena noticia); que los gobiernos de Andalucía y Cataluña son los que más IRPF
cobran a sus ciudadanos, al extremo de que un mileurista catalán o andaluz paga
177 euros más al año que un madrileño (un despropósito más); y que los Mossos no
podrán seguir casos fuera de Cataluña, debiendo entregar los datos a la Policía
o a la Guardia Civil y sólo podrán participar como colaboradores (por fin la
Generalitat acata la decisión de Gobierno, jueces y fiscales… algo es algo).
Y, en el exterior, mientras
la Bolsa china pierde tres billones de euros en menos de dos meses, los ataques
de colonos en Cisjordania desatan la ira palestina; entretanto se conoce que un
residente en España, Mohamed Bahaiah, medió entre Al Qaeda y el Califato, muriendo
durante su misión en Siria en 2014.
Jorge Cremades Sena
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