A medida
que se acerca la fecha de celebración de las elecciones autonómicas catalanas
con apariencia de plebiscito totalitario (suelen ser los modelos ideológicos
quienes usan los plebiscitos como fórmula de legitimación), en el mundo
político del independentismo el desmadre crece y crece de forma alarmante. Las
declaraciones de Romeva, el nuevo jefe de filas, poniendo en duda que Artur Mas
sea el presidente si “Juntos por el Sí” gana las elecciones y su posterior
rectificación inmediata apoyándole decididamente para serlo, aviva la pugna al
entrar en escena el tercero en discordia, Oriol Junqueras, que, obviamente,
quiere presidir la “república catalana”, avivando la guerra interna de la
independencia frente a Mas y Romeva, quien con sus declaraciones aumenta la
división en el heterogéneo mundo ideológico independentista. Por otra parte,
personalidades de la sociedad civil de Cataluña preparan un demoledor
manifiesto para principios de septiembre, mientras que la Junta Electoral
obliga a TV3 a eliminar un logo que copia al de los independentistas. Y, por si
fuera poco, ahora resulta que Convergencia, el partido de Mas, rechaza toda
reforma constitucional y por boca de Homs advierte de que no negociará las
propuestas de PSOE o PP ya que sólo aceptarán la autodeterminación (derecho
reservado por la ONU a determinadas situaciones que en ningún caso se dan en Cataluña)
o la independencia, que, al final, es el verdadero objetivo último de cualquier
movimiento nacionalista totalitario, aunque aquí en España, por la razón que
sea, no seamos capaces de entenderlo y sigamos pensando que con nuevas
concesiones se saciaran las intransigencias independentistas. Es lo que sucede,
por ejemplo, a Podemos (en plena guerra interna con fuertes críticas al liderazgo
de Pablo Iglesias a causa del desgaste en las encuestas), que elude
pronunciarse claramente sobre el independentismo por razones electoralistas, o
al PSOE y especialmente al PSC, cuyo líder, Iceta, pide ingenuamente el
reconocimiento del “hecho diferencial” catalán, como si no estuviera ya
sobradamente reconocido, chocando frontalmente con el mundo independentista y
generando dudas profundas en el mundo democrático constitucionalista español
dentro y fuera de Cataluña. En política no se puede sobrevivir con solvencia en
la permanente ambigüedad calculada pues siempre llega un momento, como es el
caso, en que tienes que optar clara y abiertamente para que la ciudadanía sepa
exactamente a qué estamos jugando y la necesidad de desenredar este desmadre
independentista exige decantarse por la democracia o el totalitarismo
intransigente sin ningún tipo de duda. A los españoles, incluidos los
catalanes, nos ha costado mucho conseguir la libertad como para jugar ahora con
ella por vaya usted a saber qué tipo de intereses electoralistas.
Y al hablar de
libertad y democracia algunas cuestiones debieran hacernos reflexionar.
Compromís que gobierna en la ciudad de Valencia gracias al PSOE (que, por cierto
votará sí en el Congreso al rescate griego para alejarse de Podemos ante
Europa), lideró una campaña contra un cantante al que exigió una declaración
política previa para actuar en el festival de Benicasim, apoyando y defendiendo
que se prohibiera participar a Matisyahu, cantante judío norteamericano, si no
se pronunciaba previamente contra Israel por su política contra los palestinos.
En fin, como para preocuparse. También es preocupante que el Ministerio de
Interior se vea obligado a extremar controles sobre 186 presos por riesgo
yihadista y establezca un protocolo de vigilancia especial en las cárceles para
evitar que el IS y otros grupos radicales capten nuevos adeptos en las mismas.
En cuanto a otros asuntos
cabe destacar que, a pesar de que el número de huelgas en los primeros siete
meses del año ha descendido un 3%, el número de trabajadores que las secundan
se ha disparado un 22% respecto al mismo periodo de 2014 (menos huelgas, pero
más huelguistas en definitiva); que un empresario del “caso Rato” es detenido
en Barajas cuando huía a Méjico (ya ven, buscando el paraíso, el que no corre
vuela); y que Manuela Carmena disfruta de sus vacaciones en una villa de la
urbanización Atlantera, la zona más cara de la costa gaditana, por el módico
precio de 4.000 euros semanales (ahora ya sabemos qué “compromisos vacacionales”
le impidieron asistir al popular homenaje en Madrid a la Virgen de la Paloma,
aunque desconocemos si añadían un visita a tan lujosa villa de Kichi, el
populista alcalde de Cádiz). En fin, es lo que hay, ya ven, lo de Carmena, al
alcance de cualquiera. ¡Felices vacaciones!
Y en el exterior, mientras
la catástrofe de Tianjin deriva en una crisis política con sospechas sobre
conexiones corruptas que permitieron almacenar nada menos que 700 toneladas de
químicos explosivos (ya ven, la corrupción no está reñida ni con las
ideologías, ni con la geografía), dos ataques terroristas en un templo del
principal distrito comercial de Bangkok provoca una masacre en el corazón
turístico del sureste asiático con un saldo de al menos 19 muertos y 123
heridos, haciendo inseguro el turismo en Tailandia, pues, no en vano, como
dicen los turistas, “aquí venimos a gastar, no a recoger cadáveres” (ya ven, la
violencia terrorista, que sí está reñida con ideologías políticas democráticas,
golpea allá donde puede al margen de las mismas, pues el horror y la ruina es
su razón de ser, sin necesidad de excusa alguna, si ayer tocó en Francia o
España, hoy toca en Tailandia y mañana quién sabe dónde).
Jorge Cremades Sena
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