No es para
menos. Después de los ataques sufridos a manos del yihadismo radical en
diversas capitales europeas, ahora Bruselas es zarandeada por dos nuevos
atentados yihadistas, apenas unos días después de que, precisamente en dicha capital,
fuese apresado Salah Abdeslam, huido tras las masacres en París. Un ataque
terrorista, uno más, a toda Europa, sin lugar a dudas, que en Bruselas deja más
de 30 fallecidos y unos 200 heridos, a causa de dos explosiones en el
aeropuerto y otra en el metro, provocando un caos en la ciudad y el pánico
generalizado, justo en pleno inicio de la Semana Santa con el incremento de
tránsito de pasajeros que ello supone en una ciudad cosmopolita, capital de
Europa, en la que, sólo por razones de trabajo en las instituciones de la UE,
OTAN, etc, transitan y viven decenas y decenas de personas de casi todos los
países europeos, incluido obviamente España, que se ha visto afectada con
varios heridos aunque, al parecer, ninguno de ellos de gravedad considerable. En
plena convulsión por el terror, el ISIS reivindica los dos atentados, mientras
la policía belga busca a uno de los yhadistas, huido, que participó en la
primera masacre, e identifica a los otros dos, kamikazes que, obviamente, se
autoinmolaron haciendo estallar los explosivos que ocultaban para dejar el
mayor rastro de muerte y desolación posible. Es el macabro ritual del fanatismo
religioso yihadista que, sin lugar a dudas, ha declarado la guerra a la Europa
democrática y cristiana, así como a las religiones moderadas, incluido el
Islam, y, en definitiva, al mundo civilizado, incompatible con la barbarie
salvaje que practican, para socavar, cualquier proyecto de convivencia en paz,
progreso y libertad. No satisfechos con el mal causado, los yihadistas amenazan
a Europa y vaticinan que “lo que os espera será amargo”, mientras la UE está en
plena efervescencia por la crisis provocada por los refugiados que huyen
precisamente del terror de la guerra en Siria y la crueldad desatada contra la
población civil sin ningún respeto a cualquier norma nacional o internacional
de tipo humanitario. De momento, Francia cierra su frontera con Bélgica,
mientras Europa refuerza las medidas de seguridad y el gobierno belga admite su
vulnerabilidad. Vulnerabilidad que, a mi juicio, en esta Europa controvertida,
incapaz de hilvanar sólidas políticas de unidad en tantos y tantos asuntos,
podría admitir cualquier otro gobierno de cualquier otro país europeo, ya que
la lucha antiterrorista trasciende el ámbito nacional, al margen de los errores
y aciertos, de la eficacia o ineficacia, que los distintos gobiernos puedan
tener. No es cuestión de echarse culpas, ni de justificar el atentado como
venganza por el apresamiento de Abdeslam, ni nada de nada, pues los terroristas
no necesitan pretexto alguno para sembrar la muerte y el horror. Es cuestión de
unirse y poner toda la carne en el asador a la hora de adoptar todo tipo de
medidas materiales, humanas y legales para conseguir mayor eficacia en la
prevención de futuros atentados que, en todo caso, los europeos tendremos que
acostumbrarnos a convivir lamentablemente con ellos, al menos durante algún
tiempo.
Y como los atentados
en Bruselas, como era de esperar y es lógico, relegan al resto de noticias a un
interés mediático bastante relativo, sólo cabe citar que Obama, tras reunirse
con disidentes cubanos en La Habana, ya ha salido de Cuba diciéndole a Castro:
“No tema las voces diferentes del pueblo cubano”. Por cierto, me temo yo que el
pueblo español a lo que debe temer es a las voces discrepantes de los líderes
políticos que, siendo incapaces de ponerse de acuerdo para gobernar el país, ni
siquiera son capaces de comparecer sin duda alguna y de forma unánime frente a
fenómenos como el terrorismo, alejándose peligrosamente del sentir inmensamente
mayoritario del pueblo, pues, cierto que la matanza en Bruselas ha desbloqueado
por un instante la política en España, escenificando su “unidad” frente el
terrorismo en la convocatoria de reunión del “pacto antiyihadista”, pero no es
menos cierto que dicho pacto no está suscrito ni por Podemos, que asiste de
observador o como oyente, ni de otras fuerzas políticas minoritarias, que, en
su conjunto, representan a millones de españoles, quienes, estoy convencido,
repudian el terrorismo por mero sentido común de humanidad y como el resto de
españoles decentes lamentan hechos tan sangrientos, sin entender seguramente,
que sus representantes políticos, a los que ellos eligieron, se pongan de
perfil en cierta forma cuando en la lucha antiterrorista no cabe, si quiere ser
eficaz, la más mínima fisura ni siquiera de interpretación. Es lamentable que
haya partidos políticos, ¡vaya usted a saber por qué!, que no suscriban el
pacto antiterrorista y es inquietante que, a pesar de ello, muchos ciudadanos
les apoyen, cuando semejante comportamiento debiera ser motivo suficiente para
el repudio generalizado. Hay asuntos en los que no basta apoyar puntualmente al
Gobierno de turno, no sé si de corazón o para quedar bien, pues se trata de
amenazas tan graves al pueblo en su conjunto que requieren como respuesta la
unanimidad sin fisuras, permanente y constante, simplemente para amortiguarlas,
que no para erradicarlas, confiando en vez de dudar y apoyando en vez de
criticar la labor de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado democrático
que, como tales, son la garantía de la paz y la libertad, por lo que, hablar en
democracia, como se hace para conveniencia propia, de “leyes mordaza” y cosas
por el estilo, me parece totalmente improcedente. Y luego, en circunstancias
sangrientas como las que nos ocupa, a lamentarse toca. Mañana, a seguir con los
despropósitos y las irresponsabilidades.
Jorge Cremades Sena
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