Tras tres
días de permanente y casi exclusivo machaconeo mediático especulativo, que no
informativo, se van conociendo las posibles causas del contagio del ébola a una
auxiliar de enfermería en el Carlos III. Siempre suelen ser errores humanos,
fallos técnicos, carencias materiales o circunstancias concatenadas las
causantes de tan lamentables sucesos por lo que señalar culpables se hace casi
imposible y, a lo sumo, ya podemos darnos con un canto en los dientes si somos
capaces de identificar a los responsables, obviamente involuntarios, pues, en
caso contrario, estaríamos hablando de otra cosa y, por tanto, se trataría de
acercarnos al primer juzgado de guardia. Pues bien, desde que se conoció el
contagio de Teresa Romero, que así se llama la auxiliar infectada, como si se
tratara de una tragedia nacional (la verdadera tragedia está en Sierra Leona,
Liberia, etc sin que nos importe demasiado) en vez de un lamentable accidente,
por grave que sea, nos rasgamos públicamente las vestiduras acusando a diestro
y siniestro, especulando irresponsablemente e informando de forma
contradictoria al mezclar información técnica objetiva con opinión interesada
subjetiva en uno u otro sentido, al extremo de dar la sensación de que tenemos
un sistema sanitario deficiente, deplorable e irresponsable en el que los
enfermos contagiosos campan a sus anchas infectando por doquier a cualquier
ciudadano que se le cruce; un sistema sanitario, en definitiva, dirigido por
incompetentes irresponsables, en el que no se adoptan medidas preventivas ni para
proteger a los propios profesionales sanitarios y en el que, en definitiva, el
caos es la norma. Esta es la imagen proyectada a día de hoy gracias a las
confusas informaciones recibidas a través de los medios de comunicación y de
las redes sociales, por lo que sólo a duras penas y con grandes dificultades
van surgiendo datos que tímidamente van situando el panorama en una más justa
valoración.
En efecto, hemos
pasado de que la contagiada hizo vida normal en su barrio durante diez días, de
que el médico de familia le dijo que era gripe pese a las sospechas, de que le
recetó antitérmicos y la envió a casa, de que siguió los protocolos y por tanto
no salió preocupada, de que “hizo todo lo que le dijeron”…..y otros tantos “de
que”, hemos pasado a que, ahora, la
propia Teresa diga que “el fallo pudo estar al quitarme el traje”, que “no le
conté a mi doctora que estuve en contacto con el ébola”, que pudo contagiarse
al tocarse la cara con el guante…… y otros tantos “que”. En definitiva, sin que
ello suponga culpabilizar a nadie, hemos empezado a situar en sus estrictos
términos lo normal como normal, tal como es que Teresa hizo vida normal en su
barrio mientras se desconocía que sufría una enfermedad contagiosa, que aún no
había aflorado, como le sucede a cualquier persona no diagnosticada o en
periodo de incubación; tal como es que, como a tantos otros enfermos con
síntomas de gripe, el médico le diagnosticara gripe sin más y le recetara
antitérmicos y reposo en casa al desconocer otras circunstancias que pudieran
alertar de algo más grave; o, tal como es que nadie tomase ninguna medida
preventiva, salvo las protocolarias (mal o bien usadas), al desconocer que la
auxiliar no había hecho a rajatabla todo lo que le dijeron y lo que indicaban
los protocolos (sean buenos o malos, y siempre mejorables por supuesto), como,
por ejemplo, tocarse la cara con el guante y que además, una vez cometido el
error, no lo comunicara a nadie. En fin, hemos pasado a intentar situar los
acontecimientos en su justa dimensión, lo que, en ningún caso, supone
silenciar, sino todo lo contrario, las posibles carencias, deficiencias,
desajustes o cualquier otra circunstancia que incluso el propio gobierno ya
reconoce admitiendo ante las autoridades de la UE que hubo “relajación de
procedimientos”. Y tampoco supone que no se exijan las pertinentes
responsabilidades en caso de que las hubiere. Bueno, y lo del perro de la
familia, obviamente situado en zona de riesgo, sin comentarios, aunque
concentrarse para impedir que se lo lleven para sacrificarlo, tal como cuatro
instituciones avalan, al grito de “asesinos” a quienes han de trasladarlo, me
parece algo más que excesivo, al ser sintomático de que demasiada gente se
empeña en confundir la gimnasia con la magnesia. Y eso que a mí me encantan los
animales y jamás haría daño a ninguno de ellos, aunque no al extremo de ser
incapaz de ponderar las circunstancias.
Y junto a esta
orquestada tragedia nacional, el drama del independentismo sigue su curso, al
extremo de que Artur Mas, incumpliendo su propio calendario, sigue recibiendo
peticiones de voto de inmigrantes a pesar de que el plazo ya ha acabado según
su propio decreto; seguramente lo incumple (como otras tantas cosas) para
posibilitar que se inscriban algunos inmigrantes más ya que sólo 500, de los 1.200.000
que viven en Cataluña, han pedido votar durante el plazo establecido por el
ilegal decreto. Y es que, como dice Joaquín Brugué, Catedrático de Política,
“esto parece unas elecciones en Guinea”. Yo añadiría que algo incluso peor.
En cuanto a la
verdadera tragedia política, la de la corrupción, hay para dar y tomar en todos los sentidos y direcciones.
En el caso de las tarjetas opacas de Caja Madrid, cuyos usuarios cobraron
además otros 20 millones en dietas (algunos consejeros hasta 14.000 euros
mensuales por tal concepto), el juez Andreu imputa por fin a Rato, Blesa y
Sánchez Barcoj, en tanto que Spottorno, que también las usaba, dimite como
consejero del Rey; sólo los viajes de 25.000 euros, safaris de 9.000 y otros
cargos intolerables en dichas tarjetas dan una pequeña idea del alto nivel de vida
que mantenían semejantes jetas, a quienes lo más urgente posible hay que poner
en el lugar que les corresponde. En cuanto al caso de los ERE parece increíble
que la propia Junta de Andalucía facilite información reservada a Magdalena
Álvarez y a otros imputados para su defensa, tal como denuncia con pruebas, señalando
a Griñán, el ex interventor que, en su momento, advirtiera de las
irregularidades que se estarían cometiendo. Menos mal que al conocerse el nuevo
caso del histórico líder minero Fernández Villa, carismático ex dirigente del
SOMA-UGT, que ocultó a Hacienda 1´4 millones de euros (en este país en crisis
ya ven que cualquiera puede acumular cantidades desorbitadas de dinero) y se
acogió a la amnistía fiscal, al igual que los despiadados patronos
multimillonarios a los que tanto criticaba, tanto UGT como PSOE han decidido
expulsarlo inmediatamente. Y, finalmente (aunque mañana más), un nuevo caso
engorda el capítulo de las corruptelas o, al menos, de conductas poco
ejemplares, como las de Serafín Castellano, actual Delegado del Gobierno en
Valencia, quien, cuando era Consejero de Gobernación, fue obsequiado por el
empresario Vicente Huerta con un rifle valorado en 1.800 euros, cuya factura
incluso fue falseada para proteger a tan insigne gobernante, que, casualmente,
otorgó al citado empresario contratos por un total de 33 millones de euros. No
sean mal pensados…, mera coincidencia y tan contentos.
Entretanto, mientras el
FMI sitúa a España como líder de crecimiento de una Europa al ralentí, cuya
banca sigue sin crédito ya que, según dicho organismo, el 70% de las entidades
bancarias no pueden prestar dinero, Arias Cañete, con amplio apoyo en Bruselas,
será Comisario de Energía, pese a la oposición del PSOE, quien, según algunos observadores,
queda en evidencia al igual que sucedió en su momento con la elección de
Juncker.
Jorge Cremades Sena
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