Una más y ya serán cinco
intervenciones quirúrgicas en el último año y medio las que sufra el Rey Juan
Carlos. Todos los medios nacionales destacan la intervención quirúrgica a que,
en los próximos días, tendrá que someterse el monarca a causa de una infección
en su cadera izquierda, que obliga a cambiarle la prótesis anteriormente
implantada, condenándole a una recuperación de entre dos y seis meses si no hay
ninguna complicación. En circunstancias normales se trataría simplemente de una
noticia, importante por afectar al Jefe del Estado, y punto. Es lo que
sucedería en cualquier otro país de nuestro entorno. Pero aquí, donde casi nada
es normal, se desatan todas las especulaciones y se ponen en marcha todos los
oportunismos para jugar al politiqueo de corto plazo e intentar sacar ventaja
de la noticia. Que si abdica el rey o no, que si se opera en España o en otro
país, que si lo hace en un hospital público o privado, que si se interrumpe el
camino iniciado para un lavado de imagen de su devaluada figura en los últimos
tiempos…. Y así sucesivamente. Desde mi punto de vista, una irresponsabilidad
más, como mínimo sustancialmente inoportuna, ya que, con la que está cayendo,
sólo falta reavivar viejos debates teóricos que, poco o nada, tienen que ver
con la solución de los gravísimos problemas que tiene España planteados. Todos
saben que, como en otras monarquías parlamentarias y democráticas, la Jefatura
del Estado, salvo en asuntos de representatividad e imagen, carece de
competencias concretas para intervenir en el devenir cotidiano de los asuntos
que van surgiendo en la sociedad. Vamos, que no pasa nada porque nuestro Rey
vea disminuidas durante algunos meses algunas de sus competencias, teniendo que
circunscribirlas a las que pueda realizar en la Zarzuela y renunciando a
aquellas que requieran viajar, en las que, si procede, le representará su hijo,
el príncipe Felipe, y, en caso contrario, la presencia española se reducirá al
resto de instituciones que han de estar presentes en los distintos eventos. Por
tanto, desear una pronta recuperación a Su Majestad el Rey. Y punto.
Distinto es el asunto de las
elecciones generales en Alemania, donde, todos los pronósticos, dan vencedora a
Merkel, que ha cerrado su campaña con una clara propuesta contra los “eurobonos”.
Ayuda a los países miembros con dificultades, sí. Pero no gratuitamente y a
cambio de nada, sino con las reformas y sacrificios necesarios para garantizar
la eficacia de las mismas. En definitiva, lo que ya viene sucediendo. Ya habrá
tiempo, en todo caso, de valorar la situación una vez que se conozcan los
resultados.
Por lo demás, este último fin de
semana, que, a su vez, pone fin al verano para dar paso al melancólico otoño,
se despide con un nuevo Código Penal en España que, a grandes rasgos, amplía
los años de cárcel para los delitos más graves, incorpora la “prisión
permanente” y crea una nueva figura delictiva para los dirigentes de partidos
que no vigilen a sus tesoreros. En fin, asuntos en los que ya me he pronunciado
reiteradamente (Ver mi blog Ojo crítico, http://jcremadesena.blogspot.com.es/) y que, desde mi punto de vista, en muchos aspectos,
simplemente nos aproximan un poco a lo que hacen los países de nuestro entorno,
donde, a diferencia de aquí, se tiene la sensación de que sí se persigue y
condena a los culpables en vez de dejar desamparadas a las víctimas. Asuntos
que, si se explican con claridad y de despojan de prejuicios teóricos baratos,
la ciudadanía acogerá con satisfacción. Basta consultar las encuestas al
respecto.
Pero no quiero dejar pasar en este
comentario de las noticias más recientes, aunque sea de pasada, alguna otra que
me ha llamado la atención. Las declaraciones del Papa Francisco, declarándose “no
de derechas” y a favor de una cierta apertura en asuntos que han sido tabúes
(anticonceptivos, matrimonios homosexuales, papel de la mujer…) para las jerarquías
eclesiásticas de forma tradicional, abren una cierta esperanza a millones de
creyentes que, simplemente, esperan que, desde la divinidad, se afronten con
más eficacia los graves problemas que padecen durante este tránsito terrenal
que es la vida.
Es obvio que atravesamos momentos de
mudanza. Entre ellas, las declaraciones del Papa. Pero no quiero pasar por alto
las de Esperanza Aguirre, animando a que se “catalanice España” (en
contraposición a Wert que decía que se “españolice Cataluña). No sé realmente a
qué estamos jugando. Pienso que no hay que hacer ni una cosa ni la otra, que no
es necesario recurrir a estos malabarismos orales para hacer entender a
quienes, como la inmensa mayoría de españoles (incluidos los catalanes)
queremos simplemente vivir en paz en esta España rica en matices culturales
que, por primera vez en toda su Historia, se desarrollan con total normalidad,
se fomentan y practican sin ningún problema y se complementan, enriqueciéndonos
a todos, frente a quienes quieren desencajar el puzzle, que, entre todos, hemos
construido, justo cuando, por fin,
fuimos capaces de encajar todas sus piezas. ¿Por qué no lo pretendieron cuando estaban desencajadas? Hay cuestiones que son, simplemente, inexplicables.
Jorge Cremades Sena
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