Como se
intuía, el desenlace de la reflexión de Torres-Dulce, el Fiscal General del
Estado, sobre su futuro, anunciada por él mismo, ha sido su dimisión del cargo.
Y, como se esperaba, tras la confirmación de dicha dimisión, se ha desatado un
revuelo político, otro más, bien alimentado en uno u otro sentido por
tertulianos de piñón fijo quienes casi no tienen reparos en incurrir en incoherencias
manifiestas, pues algunos, que califican ahora al dimisionario fiscal como
paradigma de independencia, en el momento de su nombramiento lo tildaron como
obediente y sumiso a las directrices del gobierno que le nombró (tal como
establece la ley), es decir de Mariano Rajoy. Como ambas cosas carecen de
sentido, salvo que Torres-Dulce haya sufrido una metamorfosis mastodóntica (ya
casi habitual en los últimos fiscales nombrados por los distintos gobiernos
anteriores), que cada cual saque sus propias conclusiones sobre esta dimisión,
aunque la mejor de ellas sería, a mi juicio, mayor atención a los criterios
objetivos del nombramiento para desvincularlo de la exclusiva decisión del
Gobierno, sea el que sea. En fin, que Torres-Dulce se va, según él, “por
razones personales” (para muchos la fórmula estética al uso) y, según buena
parte de la oposición, por presiones y tras un prolongado acoso del Gobierno,
cuyo Presidente, el señor Rajoy, desmiente rotundamente. Lo cierto es que el
Fiscal General deja su cargo sin esperar a que los jueces imputen a Mas y a
pocos días de que se reúna el TSJ de Catalunya al efecto. La falta de sintonía
con el Gobierno culmina así con la marcha del Fiscal, para cuya sustitución el
Gobierno propone ahora a Consuelo Madrigal, de claro perfil técnico y que votó
a favor de la querella contra Mas, la cual será la primera mujer a cargo de la
Fiscalía General, justo en un año marcado por importantes procesos. Entretanto,
toda la oposición se hace eco en resaltar el independentismo de Torres-Dulce,
que antes negaba, y en que su marcha golpea la credibilidad de Rajoy. Nunca es
inoportuno, por lo visto, intentar sacar ventaja política de todos y cada uno
de los acontecimientos. Todos lo hacen. Y, para que no falte de nada, el
Tribunal Supremo, además, denuncia presiones por la liberación de etarras,
pidiendo la Sala de lo Penal que se actúe ante las críticas del Ministro de
Interior en un insólito escrito. Otro revuelo político a la vista.
Y hablando del Supremo
y de revuelos políticos, mientras que el primero da un varapalo a la reforma
laboral, sentenciando que los convenios no caducarán y seguirán vigentes tras
la caducidad de las prórrogas que se les concedieron, un hecho insólito provoca
otro revuelo político, en este caso, pintoresco. Resulta que un hombre empotra
su coche, cargado de explosivos de fabricación casera, en la sede nacional del
PP en la calle Génova de Madrid. En un principio se difunde que se trata de un
empresario que, arruinado por las políticas de Rajoy, acomete dicho atentado y,
ante la noticia, buena parte de la oposición, especialmente desde el PSOE y
desde Podemos, ¡qué casualidad!, se tiran en marcha atacando al Gobierno y, de
alguna forma, si no justificando, al menos entendiendo, semejante conducta. Ya
se sabe, la estrategia absurda de la “leña al mono” que, algunas veces al
menos, pone a cada uno en su sitio. Pero finalmente resulta que el protagonista
de esta conducta, que debiera haber sido condenable sin paliativos por todo el
mundo, es Daniel Pérez Berlanga, con antecedentes psiquiátricos y conocido en
su patria chica como “el loco del pueblo”, quien, al no estallar el explosivo
colocado y quedar él atrapado dentro del coche, advierte a la policía “sacadme
de aquí, que esto puede explotar en hora y media” y, al final, declara que, con
acción, iba “contra toda la clase política”. No sabemos si en esa “toda la
clase política” están incluidos quienes se autodeclaran anti-casta o sólo se
incluye la casta. Pero intuimos, tras este curioso episodio, que no estaría de
más que algunos políticos se dieran de vez en cuando alguna vuelta por el
psiquiatra. Teniendo en cuenta que el forense dice que el “pequeño Nicolás” no
es consciente de su “ideación delirante”, convendría revisar cuantos otros padecen
semejante distorsión mental.
Por
otro lado, mientras, tras sentar Ruz en el banquillo a la “guardia pretoriana”
de Pujol por sus cuentas en paraísos fiscales, se sabe que los exdirigentes de
CiU, Alavedra y Prenafeta, se embolsaron 21 millones, una encuesta de la propia
Generalitat pone patas arriba el mundo independentista catalán. Según ella la
independencia sería rechazada en las urnas y el “no” al soberanismo ganaría por
primera vez desde 2012, en este tipo de sondeos, apuntando a un retroceso de
nueve puntos después del chabacano experimento del 9-N. Asimismo, CiU y ERC
empatarían si ahora se celebrases elecciones autonómicas, con lo que no extraña
que ERC pida a Mas elecciones ya ante este enfriamiento del independentismo, al
extremo de que Junqueras le advierte que no debe “escaparse un voto más”. Por
su parte, Yolanda Barcina, la Presidenta de Navarra, manifiesta que “aceptaría
un pacto fiscal para Cataluña si es consensuado y si su estatuto avala la
unidad de España”. Y, de momento, Podemos se dispara en Cataluña y en el País
Vasco, siendo hoy por hoy la primera fuerza política en intención de voto en
unas generales.
En
cuanto a otros asuntos, España logra la financiación más barata de su historia
(excelente noticia, sin duda); Hacienda reclama a Sabina cuatro millones y le
embarga cautelarmente el 86% de una sociedad con varios inmuebles, en tanto que
el cantante anuncia su intención de pleitear (otro caso más de choriceo);
decenas de detenidos en Galicia y prisión sin fianza para los tres presuntos
asesinos de “Jimmy” (contundencia contra la violencia); y, los especialistas
acusan a Sanidad de poner en riesgo a los enfermos de hepatitis C, ante las
dificultades de acceder a los nuevos y caros fármacos contra el virus
(intolerable, sin duda alguna).
Y,
fuera de España, prosigue el asunto del acuerdo Obama-Castro, sobre el cual los
cubanos creen ver el inicio de un giro mayor, los exiliados en Miami con
escasas protestas tienen cierta confusión, mientras hay oposición de los dos
partidos en el Congreso en Washington. Encauzar las diferentes perspectivas de
unos y otros sobre tan importante asunto no es tarea fácil. Los republicanos
exigen cambios en Cuba para respaldar a Obama, en tanto que los opositores
creen que Raúl Castro no abrirá su régimen. Obama dice que “EEUU tiene que
estar en Cuba para influir cuando llegue el cambio”. Al final, el pacto pende
de un hilo. Y, como si Obama no tuviera suficiente trabajo con este asunto, Hollyvood
se subleva contra la autocensura de Sony por el miedo a los “hackers”, mientras
Obama promete una respuesta al ciberataque de Corea del Norte contra Sony,
avisando a Pyongyang: “No permitiremos que un dictador imponga censura a EEUU”.
Una auténtica declaración de intenciones.
Jorge Cremades Sena
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