En efecto,
después de varios años en fase de instrucción parece que, por fin, el famoso
“caso Gürtel”, la trama de corrupción por excelencia en los aledaños del PP,
está casi llegando a la meta final. Las fiscales, en un escrito que algunos
consideran duro y contundente, reclaman nada menos que unos 800 años de cárcel
para 41 procesados, entre los que destaca, obviamente los 125 años solicitados
para Francisco Correa, cerebro de la trama, y los 42 para Bárcenas, además, no
ya tanto por la cantidad de años sino por el interés político de sus
personajes, de los 8 años solicitados para Sanchis y los 3 para Lapuerta.
Asimismo, no como imputados sino por haberse lucrado en beneficio propio,
solicitan que el PP devuelva 245.900 euros y la ex ministra Ana Mato 28.000
euros, que, presuntamente, les llegaron procedentes de la trama,
considerándolos por tanto como “partícipes de la trama a título lucrativo”.
Algunos califican dichas peticiones de penas como “ejemplarizantes”, cuando lo
importante es que sean justas. ¡Lástima que no se pueda aplicar con efectos
retroactivos las nuevas medidas penales adoptadas en el Código, entre ellas, la
vinculación de las penas carcelarias con la devolución del dinero malversado o
directamente robado por semejantes delincuentes! Para casi la totalidad del
común de los mortales, eso sería lo justo, pero hasta en eso, como dice el
refrán, todos los pillos tienen suerte. Asimismo solicitan que Esperanza
Aguirre declare como testigo y ella ya ha dicho que no tendrá ningún inconveniente
en hacerlo. Entretanto y de momento, la cúpula del PP guarda silencio. No es
plato de buen gusto que, en pleno año electoral, el partido del gobierno, como
sucedería a cualquier otro (a los que le llegará su turno), adquiera relevancia
mediática por temas de corrupción, por más que ésta se produjera hace ya
bastantes años. Se trata en definitiva de saldar cuentas con la Justicia que es
lo importante e imprescindible en cualquier Estado de Derecho. Y que cada palo
aguante su vela. De momento, al PP le toca aguantar la suya.
Y, mientras Filipinas
trata de esconder al Papa sus niños sin hogar (nadie quiere exhibir sus
miserias), en España algunos se alegran de que no se encuentren fuentes de
riqueza. En efecto, como Repsol no cree rentables las reservas de gas
encontradas en Canarias y no encuentra petróleo, desestimando proseguir con las
perforaciones en el futuro, el presidente Rivero, que anteriormente no hacía
ascos al proyecto pero ahora sí, vende como un “éxito de los canarios” el
asunto.
Entretanto muere Bolinaga, el etarra
carcelero de Ortega Lara y de otra serie de fechorías, que fue excarcelado hace
856 días por razones humanitarias al detectársele un cáncer terminal. Había
solicitado tratamiento sicológico para afrontar su muerte, pero llegó a ella
sin pedir perdón a sus víctimas… ¡allá él! De un lado, algunas víctimas, que se
sienten ultrajadas por todo lo acaecido con Bolinaga, consideran muy injusto
que tan indeseable personaje haya disfrutado de esta inmerecida libertad en
estos últimos tiempos; de otro lado, mientras las calles de Arrasate se llenan
de esquelas, Sortu prepara con la familia del etarra fallecido los funerales y
cientos de personas le rinden un homenaje… Al final, mejor quedarnos con las
palabras que acaba de pronunciar Ortega Lara, a quien, sin duda, le hubiera
dejado morir en el zulo que custodiaba si no hubiera sido rescatado por las
fuerzas de seguridad… ha dicho escuetamente: “Se murió, punto final; que
descanse en paz”.
Y mientras el euro cae a su más baja
cotización frente al dólar en más de una década, entre otras cuestiones, por el
efecto de la apuesta por la compra de deuda por el BCE, en Europa se combate la
yihad con redadas masiva, en tanto que en varios países musulmanes se suceden
violentas protestas contra las viñetas satíricas. Al final, una treintena de
detenidos en distintas operaciones policiales en Francia, Bélgica, Alemania y
Bulgaria, en tanto que decenas de colegios de Francia manifiestan que no son “Charlie”,
desmarcándose de alguna forma del casi unánime slogan del ya famoso “Je suis
Charlie”, son las diferentes formas de entender la libertad de expresión en
algunas comunidades. Lástima que los litigios que dichas diferencias puedan
provocar no todos estén dispuestos a resolverlos en los tribunales, sino que
algunos, dentro de cualquier cultura o religión, prefieren resolverlos mediante
una intolerable violencia.
Jorge Cremades Sena
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