Eso sí con
gran expectación por el novedoso formato y con un interés especial por la
novedad, se desarrolló con total normalidad el famoso debate a cuatro, vendido
publicitariamente como el debate decisivo, que, al final, en lo sustancial,
pasó sin pena ni gloria, pues ni aportó nada nuevo que ya no supieran los
ciudadanos, ni fue decisivo para nada, ni aportó habilidades dialécticas o
estrategias nuevas, que ya no conociéramos en los distintos intervinientes.
Nada nuevo pues bajo el sol ni durante, ni después del debate. Hoy, eso sí,
cada uno de los partidos a los que representaban los debatientes dan como
ganador al suyo, mientras los tertulianos se inclinan por uno u otro en
concreto según su ya conocida opinión en diferentes tertulias televisivas. En
realidad, ninguno brilló destacadamente por encima de los demás, preocupados
más bien de no perder que de ganar, sacando algo de pecho en aquellos temas que
les eran favorables. Soraya aferrándose a la economía ante los ataques de sus
oponentes por los casos de corrupción y la ausencia de Rajoy, mientras Sánchez,
atacado también por los casos de corrupción, intentaba acorralar a Rivera por
su propuesta laboral diciéndole que “su contrato único es el despido libre”, mientras
la Vicepresidenta dibujaba el siniestro panorama laboral dejado por ZP e
Iglesias culpaba a ambos de la situación, Rivera defendiendo su apuesta por la
regeneración mientras se le reprochaba el pacto con el PSOE en Andalucía,
plagado de casos de corrupción, e Iglesias intentando arrinconar a Soraya con
los escándalos y a Sánchez con las puertas giratorias. Al final, Soraya
resistió el ataque del “tripartito”, como era previsible, a base de datos
económicos y afirmando que “hablar es muy fácil, gobernar es muy difícil”,
mientras Sánchez afirmaba que las encuestas adversas le “animan” y pedía el
voto útil de la izquierda, en tanto que Iglesias le manifestaba “tengo la
impresión de que mandas muy poco en el PSOE” y Rivera seguía deshojando la
margarita en el tema de los pactos, manifestando que ve difícil llegar a ellos
pero que si él gobernaba abriría el Ejecutivo a miembros de otros partidos,
reconociendo que la lista más votada tiene todo el derecho a intentar formar
gobierno pero que si no lo consigue estará abierto a otras posibilidades en
caso de no ser Ciudadanos el vencedor electoral. Y poco más, salvo los dos
momentos álgidos de la corrupción y del independentismo, el resto con tonos
bastante grises. Por cierto, en el asunto del independentismo, lo ya conocido:
Sánchez con su ambiguo proyecto de Estado Federal sin especificar nada más,
Iglesias con su ilegal derecho a decidir de los catalanes y Rivera, al igual
que Soraya, los más constitucionalistas y claramente antisoberanistas,
poniendo, en todo caso, de manifiesto, que la manoseada reforma constitucional
carece del consenso necesario en temas tan importantes. Y, finalmente, Iglesias
quedó totalmente aislado en el asunto del terrorismo, al extremo de que Rivera
manifestara que cómo es posible que alguien que no suscribe el pacto
antiyihadista se postule a Presidente del Gobierno. Ya ven, todo sigue igual
tras este decepcionante debate electoral.
También cabe destacar
que en el Libro Blanco de la Educación el filósofo Marina propone convertir a
los maestros en un verdadero cuerpo de élite tras siete años de formación para
convertirse en docentes, llegando así el MIR educativo, después evaluaciones
“sistemáticas y periódicas” al profesorado con consecuencias salariales, un
mayor sueldo que reconozca los méritos, una dirección de colegios e institutos
más fuerte, que elija equipo, formación presencial contínua más exigente y más
precisa, y que los maestros más cualificados impartan clases en los centros más
conflictivos. En fin, dicho documento, que ya ha llegado al Ministerio, el PP
lo ve como un “borrador” para trabajar la próxima legislatura.
Y mientras el consumo
navideño se acerca a niveles de consumo previos a la crisis, buena noticia sin
lugar a dudas, Bruselas critica las inversiones en el AVE y las autopistas,
advirtiendo que el modelo de concesiones y el exceso inversor llevan al Estado
a asumir grandes pérdidas.
Pero el asunto de
mayor interés internacional es sin duda el resultado de las elecciones
legislativas celebradas en Venezuela. La oposición derrota de forma inapelable
al chavismo con mayoría cualificada y plantea desmontar el régimen, mientras el
Ejército fuerza a Maduro a reconocer su estrepitosa derrota. Maduro, abandonado
por el Ejército y por buena parte de las bases de su partido, se tambalea tras
la debacle electoral, aunque, como presidente sigue teniendo bastante poder que
tendrá ahora que contrastar con una Asamblea Nacional dominada por la
oposición, que promete gestionar con cautela el fin del chavismo. Capriles pide
“humildad, madurez y serenidad” y se atribuye la mayoría suficiente para
cambiar la Constitución. De momento la nueva Asamblea podrá dar un vuelco a la
hegemonía chavista y si consigue finalmente que la mayoría alcance los dos
tercios (todavía algunos escaños están en litigio) podría incluso derogar los
superpoderes de Nicolás Maduro, y lo que ya tiene a mano es, tal como ha
anunciado la oposición, una amnistía fiscal para que los opositores
encarcelados queden libres y puedan ejercer todos sus derechos ciudadanos. La
enhorabuena más sincera al pueblo venezolano, que inicia de nuevo el siempre
difícil camino hacia la libertad, y la reiteración de la más contundente
repulsa hacia quienes dentro y fuera de Venezuela miraron para otro lado ante
las tropelías de un régimen claramente autoritario e incluso colaboraron con él
de forma infame y lo presentaron ante el mundo como modélico.
Jorge Cremades Sena
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