Hoy es un
día para votar, para hacer reventar las urnas de votos, poniendo en evidencia
que los españoles estamos dispuestos a mantener y vigorizar nuestro sistema de
libertades. Quienes, por nuestra edad ya avanzada, nos pasamos buena parte de
nuestra vida sin poder votar, sin poder decidir nuestro destino libremente,
bien sabemos la importancia de acudir a las urnas cada vez que toca hacerlo.
Quienes hemos vivido en una sociedad indignante e intolerable y hemos sufrido
los efectos de no contar con una educación y una sanidad universalizadas (ya no
mejor ni peor, simplemente inexistente y, en todo caso, reservada para unos
pocos), ni con unos mínimos servicios sociales para los más desfavorecidos
(desfavorecidos éramos casi todo el pueblo sometido) cuyo único recurso era
acudir a la caridad de algunas instituciones, ni con el acceso a una justicia
igual para todos, ni con medios de transporte y redes de carreteras y
ferrocarriles adecuadas, ni con tantas y tantas cosas que hoy nos parecen normales,
bien sabemos la importancia de ir a votar, aunque sólo sea para que aquel
infierno no se pueda volver a repetir jamás. Quienes hemos sido súbditos buena
parte de nuestra vida y nos ha costado tanto conseguir ser ciudadanos y, por
tanto, depositarios de nuestro propio destino, bien sabemos que la libertad ni
es gratis, ni nadie te la regala, sino que te cuesta derroche de
responsabilidad y tienes que luchar por ella durante toda tu vida y, cuando la
tienes, has de luchar para que nadie te la robe. Por todo ello hoy es un buen
día para ir a votar y para elegir a nuestros representantes parlamentarios
(que, una vez elegidos, lo serán de todos los españoles) entre todas las
opciones políticas que se presentan, cada quien la que considere mejor o, en
todo caso, la menos mala, pues, a pesar de todas las carencias del sistema, de
todos los fallos o de todos los errores cometidos, lo realmente pésimo sería
dejar las urnas semivacías, siempre caldo de cultivo idóneo para los
liberticidas. Hoy no es día de hacer proselitismo político, ya ha habido tiempo
de hacerlo durante la precampaña y la posterior campaña, pues buena parte de la
ciudadanía ya tiene su opción más que decidida, pero sí es hora de decirle a
quienes no se han decidido todavía por votar a uno u otro partido, que deben,
por su propio bien y por el de todos los españoles, hacer un último esfuerzo de
reflexión, pues la dejación de su derecho de ejercer el voto es la peor de las
opciones ya que, al final, otros decidirán por él.
No sé si, como dicen los
medios de comunicación, se decide hoy el perfil de una nueva era política, si
es la hora del voto responsable, si España mide el cambio o cuál es el perfil
del votante decisivo. Si sé que al final estamos ante unas nuevas elecciones
generales (y ya van doce) en que los españoles nos jugamos, de momento, el
futuro para los próximos cuatro años y, como en todas las anteriores, siempre
es la hora del voto responsable y todos los votos, absolutamente todos, son
igual de decisivos, pareciéndome excesivo en el fondo el calificativo de nueva
“era política” por el mero hecho de que las formas apunten a nuevas técnicas
electorales y de captación del voto. En todo caso, si la nueva “era política”,
significa avanzar y profundizar en el sistema democrático que nos dimos los
españoles en 1978 para mejorarlo (todo es susceptible de mejora) y si supone
hacerlo mediante el escrupuloso respeto de las reglas democráticas de juego
establecidas, es decir, si lo que significa no es desmantelar lo que, por
contraposición, pasaría a ser la “vieja era política” (es decir la democracia
surgida de la transición), que tan positiva ha sido para España desde cualquier
punto de vista que se mire (basta comparar la España de 1978 con la de hoy),
nada que objetar a la trascendental versión que se pretende dar a estas
elecciones generales, a mi juicio, tan trascendentales como todas las demás. En
fin, me parece excesivo y absurdo que se diga que dos nuevas fuerzas,
Ciudadanos y Podemos, ofrecen restaurar el sistema, como si el sistema estuviera
derrumbado; que Rajoy y el PP buscan una victoria mínima para reclamar su
derecho al poder, como si los demás no pretendieran lo propio; o que Sánchez y
el PSOE se juegan un futuro amenazado desde múltiples flancos, como si fuera el
único que se juega el futuro. Cierto que el incierto vaticinio demoscópico con
cuatro partidos con ciertas opciones de obtener entre el 15% y el 30% de los
votos (antes sólo eran dos) augura una tensa noche electoral de resultados
imprevisibles y que seguramente el ganador lo sea con el de menor apoyo de toda
la democracia y que el riesgo de ingobernabilidad es real, pero que la fuerza
de los emergentes medirá el ansia de renovación de los españoles me parece
incorrecto ya que los no emergentes también han propuesto la necesidad de
renovación cada cual a su manera.
Y en esta jornada
electoral en España cabe citar del exterior que el Gobierno mexicano sale al
rescate del Ateneo Español republicano; que Héctor, el “Mengele de las FARC”
practicó abortos a 500 guerrilleras colombianas y se ocultó en España, pasando
en Madrid como “hombre bueno”; que ser homosexual en Irán te conduce a pasar
por quirófano o a la muerte, ya que los gays son condenados a muerte y los
transexuales tratados como enfermos, por lo que muchos cambian de sexo para
sobrevivir; y que la crisis política, con el proceso de “impeachment” contra la
presidenta populista Rousseff como máximo, pero no único, exponente, y la deriva
económica amenazan a Brasil, el gigante latinoamericano, con una década perdida
y lo dejan en caída libre… y es que hasta los gigantes se vuelven endebles
cuando las cosas se hacen rematadamente mal.
Jorge Cremades Sena
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