Mal asunto
cuando el Rey, como Jefe de Estado, en su tradicional discurso de Navidad,
solicita de nuestros políticos comportamientos responsables y defiende
principios puramente democráticos, acordes con los que cualquier otro Jefe de
Estado defendería para su propio país, y una buena parte de los dirigentes
políticos no lo entiende. Cierto que, de entrada, PP, PSOE y Ciudadanos, con
más o menos entusiasmo, ensalzan las palabras de “unidad y consenso” de Felipe
VI, pero cierto también que Artur Mas y su nueva marca electoral DyL, que
sustituye a CiU, además de IU, Podemos y otras formaciones nacionalistas, no
hacen lo propio sino que rechazan los mensajes del Jefe de Estado. Por tanto,
habría que exigirles en qué discrepan con el Monarca cuando, en términos
generales, reclama “una política de diálogo y compromiso”, “serenidad y
confianza en la unidad de España” o “responsabilidad” a los políticos por la
estabilidad de España; cuando reivindica que “tenemos muchas razones para poder
afirmar que ser y sentirse español es un orgullo muy legítimo”; cuando destaca
que “la pluralidad política expresada en las urnas debe tener como fin a través
del diálogo resolver los problemas de los ciudadanos”; cuando reitera un
“mensaje de confianza en la unidad y continuidad de España, un mensaje en
defensa de nuestra Constitución”; o cuando recuerda que “la ruptura de la Ley
sólo nos ha conducido en nuestra historia a la decadencia”. Por pura lógica,
discrepar de semejantes asuntos supondría entender que hay que avalar políticas
de disenso, de desconfianza en la unidad del Estado, de irresponsabilidad en
favor de la estabilidad, que no hay razones ni es legítimo estar orgulloso de
sentirse español tras cientos de años de historia en común, que la pluralidad
política en las urnas no es para resolver los problemas ciudadanos mediante el
diálogo, que el mensaje válido es no defender la Constitución o negar que en la
historia de España cuando no se ha respetado la Ley siempre nos ha conducido a
la decadencia. En fin, despropósitos todos ellos que generarían el rechazo no
ya de una u otra opción política, sino de cualquier persona medianamente
sensata.
Pero es más, si a este
rechazo verbal a los sensatos y democráticos mensajes del Rey se añaden
actuaciones confusas en quienes verbalmente al menos los apoyan, el asunto
puede ser incluso más grave todavía. Nadie puede entender que PP y PSOE
mantengan distancias tras el mensaje real. Nadie puede entender que Sánchez se
avenga a dialogar con Podemos y otras fuerzas nacionalistas con el objetivo de
conformar un Gobierno, aunque, presionado por los barones socialistas e intentando
contener la rebelión de los líderes regionales, diga, al menos, públicamente
“no cederé ante Podemos sobre la unidad territorial de España”, exigiendo
garantías de que su pacto de Gobierno no incluirá un referéndum ilegal de
autodeterminación. ¡Sólo faltaba que firmara un pacto añadiendo semejante
ilegalidad! No extraña pues que, al margen de la ideología que cada uno tenga,
desde el PP exijan al líder socialista “altura de miras”, que ni siquiera se
resuelve con el intento de Susana Díaz y los barones de consensuar un documento
con las “líneas rojas” para los pactos, que debieran estar más que claras, por
más que Podemos hiciera un cínico esfuerzo de renuncia a algunos de sus más que
rechazables postulados antidemocráticos que ha ido ofertando desde que
apareciera como fuerza política. Y no extraña que desde la dirección de
Podemos, comprometida con Ada Colau, que, tras su ascenso electoral, ya
rivaliza con Pablo Iglesias, vean difícil un acuerdo con los socialistas,
cuando acaba de sumarse a los independentistas, quienes rechazan “la indecente
lección democrática”, mientras que Susana Díaz, con buen criterio, advierte a
Sánchez de que Iglesias “no quiere a España y sí eliminar al PSOE”, obviedad
que todo el mundo ve menos el líder socialista obcecado, como sucediera en las
elecciones locales y autonómicas, en compensar su imagen de absoluto fracaso
electoral con cotas de poder personal inmediato aunque suponga un suicidio
progresivo para el partido y un desastre para los intereses generales de los ciudadanos
que acaban de pronunciarse en las urnas.
En cuanto a otros
asuntos cabe destacar que la crisis económica acentúa la desigualdad entre las
CCAA, notándose el desequilibrio máximo en Asturias, que triplicó la caída del
PIB respecto a Madrid durante la recesión; que las mujeres licenciadas logran
empleo de peor calidad que los hombres; que cien líderes de la CUP piden
“generosidad” para votar a Artur Mas; y que Manuela Carmena y una ONG montan
una cena de Nochebuena en la sede municipal de Madrid, un banquete para
doscientos “sin techo” en Cibeles…. ¡cómo si con ello se resolviera su
problema!
Y en el exterior,
China prepara su primera y polémica ley contra el terrorismo, por lo que Pekín
estrechará el control sobre los medios e internet.
Jorge Cremades Sena
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