El discurso televisivo del Rey Juan Carlos de
anoche con motivo de la Navidad, incomprensiblemente no emitido en alguna que
otra televisión pública autonómica, si algún calificativo merece, al margen de
ideologías monárquicas o republicanas, es el de impecable. Como Jefe de Estado,
que es lo que es, sus palabras se elevaron por encima de intereses particulares
de partidos políticos y grupos de presión económicos, sociales, ideológicos o
territoriales, demostrando escrupuloso respeto a cada uno de ellos, pero, a su
vez, una contundencia aplastante al sometimiento de todos a las reglas de juego
que, entre todos, nos hemos dado.
Impecable su promesa de seguir ejerciendo en el “desempeño
fiel” de su mandato que le han otorgado los españoles y ejercerlo, salvando los
errores, asumiendo “las exigencias de ejemplaridad y transparencia que reclama
la sociedad”.
Impecable
su alegato contra dos de los más graves problemas sociales el paro y la
corrupción, porque van en la justa dirección de lo que la sociedad ya no puede
seguir tolerando ni un día más. Dos objetivos a erradicar al margen de la
ideología que gobierne, requiriendo todo el esfuerzo del conjunto de toda la
sociedad.
Impecable su diagnóstico de vincular “el desaliento de
los ciudadanos” con la larga
crisis económica contaminada de “casos de falta de ejemplaridad en la vida
pública” que, obviamente, la hacen menos llevadera, por lo que “la sociedad
reclama un profundo cambio de actitud y un compromiso ético”.
Impecable
su defensa de una “España en la que cabemos todos”, en la que “hay voces que
quieren una actualización de los acuerdos de convivencia” instando para
lograrlo “a las fuerzas políticas” a que “hagan las reformas necesarias”, a que
“combatan el conformismo, el desaliento y el victimismo”.
Y,
finalmente, impecable al señalar que “se cumplan y hagan cumplir la
Constitución y las leyes para que las controversias se resuelvan con arreglo a
las reglas de juego democráticas”. Un alegato sublime a la democracia con
mayúsculas, amenazada desgraciadamente en nuestro país por grupos incapaces de
entender que sólo dentro de las reglas de juego establecidas es posible la
convivencia en libertad y sin violencia y que, sólo así, son posibles
consolidar las reformas necesarias, incluso las de las mismas reglas, para que
quepan en ellas cualquier proyecto político. Obviamente para ello se requieren
respaldos ciudadanos amplios sin amenazas o chantajes, conseguidos en la más
absoluta libertad.
¡Qué objeciones se le pueden hacer desde el punto de
vista de la imparcialidad, el progresismo o la democracia¡ A mi juicio,
ninguna.
Entretanto, algunos territorios de España se ven privados
de escuchar a su Jefe de Estado (insólito en cualquier país civilizado) en la
televisión pública, mientras sus gobernantes, importándoles un pepino el futuro
del país, mantienen un despilfarro innecesario que puede hacer peligrar el
compromiso de déficit de España con la UE. Por cierto, Artur Mas, se gasta el
dinero público en abrir otra “embajada” catalana, en este caso en Washington,
mientras anuncia que no cumplirá el déficit exigido. Y, entretanto, IU anuncia
que votará en el Congreso a favor de permitir la consulta catalana; su excusa,
no defraudar a sus socios de Iniciativa. Están en su derecho. Espero que si la
propuesta sale derrotada la acatarán con todas sus consecuencias. El tiempo
pone a cada uno en su lugar.
Por
lo demás, poco más hay que añadir en estos días de fiesta, acompañados de un
temporal que está causando bastantes problemas, especialmente en el norte.
Y
más allá de nuestras fronteras, mientras Italia se enfrenta a una rebelión en
los centros de inmigrantes, a causa del trato vejatorio recibido, en Gaza un
bombardeo israelí, como represalia por la muerte de uno de sus operarios, mata
a una niña. Siempre pagan los inocentes. Esperemos que en Turquía, convulsionada
por un gran escándalo de corrupción urbanística y financiera, paguen los
culpables; de momento los ministros de Interior y de Economía han anunciado su
dimisión al ver sus nombres asociados al escándalo desde que un juez decretara
prisión preventiva para sus respectivos hijos, acusados de participar en una
red de sobornos. ¿Cuántos gobernantes y políticos españoles debieran seguir el
ejemplo? Cuéntelos ustedes mismos. En todo caso no estaría de más que desde
ahora siguieran el ejemplo turco.
Jorge
Cremades Sena
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