La Asociación de Víctimas del Terrorismo, por
si no fuera poco todo lo que llevan padecido a lo largo de los años, acaba de
ser ultrajada, una vez más, por un grupo de energúmenos que, en Eibar
concretamente, han sido recibidos de mala manera con insultos y gritos
intolerables, amén de una frase lapidaria que encierra toda la inhumanidad que
puede albergar la condición humana: “los nuestros están en la calle y los
vuestros en el hoyo”. Mientras que, por conveniencia o no, los presos de ETA,
muchos de ellos excarcelados tras la derogación de la doctrina Parot, los
partidos políticos en general, el Gobierno, tanto el español como el vasco, se
están sometiendo a un ejercicio de prudencia meticulosamente calculado, es en
plena calle donde, sin venir a cuento, se comete una de las mayores
indignidades que puede cometer un ser humano, como es el regocijo en el dolor
ajeno provocado por quienes consideran “suyos”. Al margen de lo que haga
Fiscalía, al margen de cualquier investigación al respecto, todos debiéramos
reflexionar profundamente sobre qué estamos haciendo rematadamente mal para que
atrocidades semejantes arraiguen en la calle por minoritarios que sean los
grupos que las cometan. La sociedad tiene que reaccionar inevitablemente contra
comportamientos tan aberrantes, al margen de la ideología política que se tenga,
incluida la abertzale, y reclamar que el peso de la ley recaiga con abrumadora
contundencia sobre quienes, a la vista está, hacen imposible una convivencia en
paz y libertad, basando sus objetivos en el odio más atroz. Ningún proyecto
político basado en tanta ignominia puede conducir a un final soportable. Tengo
la certeza de que la mayoría de los vascos, como el resto de españoles, al
margen de sus objetivos y proyectos políticos, están del lado de los bien nacidos.
En otro orden de cosas, mientras Margallo moviliza a la
diplomacia contra el “separatismo” catalán mediante el envío de un informe o “manual
de uso” a todas las embajadas y consulados, los asesores de Mas caen del burro
y le instan a que no recurra más al “España nos roba” ante el riesgo de que se
identifique “el patriotismo y la voluntad de ser de los catalanes con una forma
de egoísmo económico”. Prefieren que entregue más dinero a los “casals” (el
déficit que exige la UE les importa un bledo) para que los “catalanes en el
extranjero fomenten la independencia”. Seguramente si pudieran demostrar el “robo”,
tan utilizado para poner a los catalanes contra el resto de españoles,
seguirían con el tema, pero el miedo a que se demuestre precisamente lo
contrario puede ser la verdadera causa de este momentáneo cambio de estrategia
por parte del Consell per a la Transició.
Quien seguramente tenía cierto egoísmo económico era
Blesa, cuyo caso vuelve al juzgado de Silva, ya que, siendo presidente de Caja
Madrid, minimizaba sus inversiones en preferentes mientras se las colocaba a su
red de clientes, invirtiendo en la compra con menor rentabilidad de fondos del
BBVA. Y luego se quejará de las sombras de duda, cuando no indicios, de su
pésima actuación económica hasta el hundimiento de la Caja que estamos pagando
entre todos los contribuyentes.
Para finalizar, la lamentable noticia de que el déficit
del Estado supera ya en noviembre la desviación prevista y pactada con la UE;
situada en el 3´96% del PIB rebasa levemente el límite del 3´8% previsto.
También la buena noticia, aunque insuficiente, de que 2013 cerrará con menos
paro que el año anterior, algo que no sucedía desde 2006. Son las luces y
sombras de una situación en penumbras en la que se atisban esperanzadores
horizontes que, si te descuidas, se pueden convertir en alucinaciones cuando
menos te lo esperas. Lo que no son alucinaciones son los atentados terroristas
que las “viudas negras” del Cáucaso están llevando a cabo en la vieja Rusia, en
este caso para boicotear los Juegos de Sochi; el último, un atentado suicida terrorista
que ha dejado unos quince muertos en la estación de Volgogrado, sumándose al
negro lastre del terrorismo intransigente internacional. Entretanto, aunque refiriéndose
al aborto, el cardenal Rouco diciendo que “el don de la vida ha de ser
inviolable” y sugiriendo que la nueva ley, que Gallardón defenderá en Bruselas,
no es suficiente para proteger al “nasciturus”.
Jorge
Cremades Sena
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