El mundo entero sigue lamentando el
fallecimiento de Mandela. No es para menos, aunque, lamentablemente sus hijos
no estén a la altura de las circunstancias y, con su padre de cuerpo presente,
ya estén rivalizando por la herencia. Son las inevitables miserias humanas que
adornan a la mayoría de los mortales. Miserias incluso más deplorables como las
que en la República Centroafricana han causado ya más de trescientos muertos,
mientras Francia despliega nuevas fuerzas para intentar evitar que sigan las
masacres. Bien podrían tomar el ejemplo que nos dio a todos el fallecido líder
surafricano.
Y dejando al margen el nuevo debate desencadenado entre
el PP y PSOE por los ceses y destituciones en la Agencia Tributaria (Ver artículo
“Agencia Tributaria, otro despropósito” en mi blog Ojo crítico, http://jcremadesena.blogspot.com.es/,) o las nuevas
iniciativas de Rajoy sobre la prohibición de donaciones a partidos políticos
por parte de personas jurídicas, sobre el aborto y sobre la seguridad ciudadana,
que veremos al final como quedan y ya habrá tiempo para comentar, un par de
asuntos más merecen, desde mi punto de vista, ser comentados.
Parece
ser que los líderes sindicales de Madrid, Cataluña y Valencia preparan el
relevo de Cándido Méndez en la UGT, nada sorprendente por otra parte tras los
últimos sucesos y datos conocidos, que parecen no tener fin. ¿Qué hace un
sindicato gestionando más de 80 empresas que facturan más de 100 millones de
euros? ¿Qué hace gestionando dos fundaciones que manejan 54 millones en
subvenciones? ¿Qué hacen simulando pérdidas para despedir a sus trabajadores
con 20 días por año como indemnización? Las respuestas son obvias y las
conclusiones también. O se demuestra la falsedad de estos datos y los que se
vienen publicando en diversos medios, o se demanda por injurias y calumnias a
quienes los divulgan como verdades indiscutibles o, simplemente, pides perdón,
te vas y esperas que la justicia averigüe las posibles responsabilidades
civiles o penales en que se haya incurrido.
Y
dale con la Constitución. Noticias relacionadas con ella están en la palestra
últimamente. Justo cuando cumple treinta y cinco años, unos la consideran vieja
y decrépita, otros, ajena y distante. Y ya no sé si son más o menos quienes la
siguen considerando útil con los retoques pertinentes y la reconocen como lo
mejor que le ha sucedido a España en toda su historia. Lo cierto es que incluso
Rajoy y Rubalcaba reconocen que estudian reformar la Constitución, que han
mantenido conversaciones “a fondo” aunque reconocen que “no hay que abrirla en
canal”, así como que, en la operación, han de estar también CiU y PNV. Y aunque
Rajoy apoya la reforma “sólo si es para unir a los españoles” (reconociendo por
tanto que están desunidos) y tranquiliza a los ciudadanos afirmando que “la
soberanía no se va a romper, podéis estar tranquilos”, cada vez son más quienes
se sienten intranquilos ante semejantes comportamientos y mensajes. Menos mal que
algunos políticos jóvenes, como la nueva presidenta de Andalucía, Susana Díaz,
tiene la altura de miras suficiente como para advertir rotundamente que “sería
un error reformar la Constitución sin el consenso del 78”. Yo diría del amplio
consenso del 78. Consenso que, hoy por hoy, sólo podría conseguirse en asuntos
muy concretos, fundamentados y de sentido común, como por ejemplo la no
discriminación por razón de sexo en la sucesión monárquica, pero imposible de
conseguir en aspectos de mayor calado para la convivencia y el entendimiento
entre todos los españoles cuando el mero sentido común entiende que su objetivo
es justo lo contrario.
Como
muestra, el último botón, la Generalitat Catalana, que paga 241.000 euros por
un anuncio que “reimagine” el futuro que tendrá Cataluña sin España, promueve
un simposio de varios días que bajo el título “España contra Cataluña”
analizará “las consecuencias del carácter represivo del Estado Español desde el
siglo XVIII hasta nuestros días”. Un despropósito más de los independentistas
que levanta una profunda preocupación en los historiadores de prestigio,
quienes, atónitos, ya han presenciado manipulaciones tan burdas de hechos
históricos como la de confundir la Guerra de Sucesión al trono con una guerra
de ocupación, el origen catalán de Cervantes, que obviamente escribe el Quijote
en catalán, o de Colón, que por idéntica razón, sale de un puerto catalán con
las tres carabelas con la senyera ondeando al viento y así descubre América.
¿Qué reforma constitucional cabe discutir con semejantes personajes? ¿Qué consenso
se puede intentar?...
Muchos, como los
miles de catalanes que se han manifestado en el aniversario de la Constitución
defendiendo la Carta Magna (incluida su razonable reforma en aspectos que hayan
podido quedar desfasados o sean anacrónicos), por cierto con la ausencia del
PSC, que, una vez más, vuelve a las andadas, no se resignan a dejar de ser
españoles y temen que nuestros gobernantes, al final, estén confundiendo los
deseos con la realidad.
Jorge Cremades Sena
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