La ilegal (al menos
debiera serlo) Asamblea Nacional Catalana (ANC), pues la única representación o
asamblea legal de Cataluña es el Parlament, incita a los alcaldes a sumarse al
ilegal órdago soberanista de Artur Mas y compañía. Paree que la referencia es
el año 1931, aunque los dos periódicos que recogen en portada el asunto tengan una
cierta discrepancia. Si, según EL MUNDO, la ANC llama a los alcaldes a que
declaren la independencia “como en 1931”, según LA RAZÓN, lo que la ANC les
pide es declarar la República. En fin, tanto monta, monta tanto, ya que en 1931
ambos acontecimientos sucedieron (como también en 1873, un mes después de
establecerse la primera República y en 1934, ya en plena crisis de la Segunda
República por entrar tres ministros de la CEDA en el Gobierno tras la huelga
revolucionaria de octubre). Tres fechas, en definitiva tres momentos de crisis
y desencuentros insalvables entre unos españoles y otros; tres instantes en la
Historia de España que hay que tener en cuenta para corregir los errores graves
que se cometieron y no repetirlos jamás; tres momentos en los que República,
crisis e independentismo catalán van cogidos de la mano; y, desgraciadamente,
tres fracasos históricos rotundos que sólo trajeron ruina y violencia al
conjunto de los españoles. Esperemos pues que en estos momentos de crisis
económica, cuya incipiente recuperación no es reconocida por la mayoría, y de
crisis política e institucional, que muchos se empeñan en alentar a base de
magnificar lo que nos separa y minimizar lo que nos une, no se convierta en un
nuevo borrón de nuestra Historia. Bastante emborronada está ya. De entrada,
parece ser que algún alto cargo de la Generalitat ya reconoce al Gobierno que “sabemos
que es muy difícil pero vamos a intentarlo”, admitiendo, como en los citados
momentos anteriores, que el proceso de independencia está prácticamente condenado
al fracaso, como así fue en los precedentes. Todos, incluido el Gobierno,
consideran que hay que reconducir la situación, pero cada vez son más quienes
entienden que, tal como está la situación, ello sólo es posible si Mas deja
paso a la sensatez y presenta su dimisión por los gravísimos errores que ha
cometido, no como el ciudadano Mas, sino como el President de la Generalitat,
parte de un Estado libre y democrático, cuya población goza de todo tipo de
libertades y derechos reconocidos y reconocibles por toda la comunidad
internacional.
Curiosamente, en momentos tan
delicados, choca la coincidencia de que se estén difundiendo graves acusaciones
sobre el Rey Juan Carlos en su actuación en el golpe de estado del 23-F.
Algunos, que no creemos en las casualidades, tenemos serias dudas de que sea una
coincidencia al azar. El propio hijo de Adolfo Suárez, ha tenido que ser
tajante al respecto al manifestar “No tolero que se utilice el brazo de mi
padre para darle una bofetada al Rey”, aportando documentos inéditos que
desmienten “sin fisuras, ni dudas” que Juan Carlos alentara dicho golpe, así
como que hubieran deslealtades entre quienes pivotaron la Transición. Todo ello
junto a las declaraciones de ex ministros y otros personajes destacados del
momento, como el mismísimo Felipe González, que destacan el importante papel del
Rey en tan difíciles momentos, o el ex rector de la Complutense, Rafael Puyol,
amigo de Suárez que manifiesta que éste siempre le dijo “que quien paró el
golpe fue el Rey don Juan Carlos”. Pero no basta. Enrarece el ambiente que algo
queda. Ya tras el golpe, los enemigos de la democracia extendieron el bulo.
Treinta y dos años después, sigue la misma cantinela, surgida de las cloacas de
la crisis. ¿A quiénes beneficia? Júzguenlo.
Entretanto, Rajoy asegura que la
recuperación ya ha empezado a llegar a la calle aunque la inmensa mayoría de la
gente más afectada no tenga, de momento, dicha percepción. De lo que sí tiene
percepción la gente, al igual que los jueces, es de la cantidad de aforados que
hay en España, gozando de privilegios judiciales; unos 2.300 políticos gozan
del privilegio de ser juzgados por tribunales superiores y de responder al juez
por escrito. Choca que ante esta caterva de privilegiados, que los magistrados
achacan a las CCAA, algunos se rasguen las vestiduras porque se pretenda
privilegiar en el mismo sentido a la Reina y a los Príncipes, mientras no dicen
nada sobre sus propios privilegios. ¿Formará también parte de este intencionado
río revuelto para ganancia de los pescadores? Si no se está de acuerdo con el
aforamiento, lo que hay que hacer es eliminarlo a todo el mundo o, en su
defecto, reservarlo para muy pocas personas con un determinado estatus
jurídico, en el que, obviamente estaría la Jefatura del Estado.
Fuera de nuestras fronteras, mientras
la gaditana Hidalgo ya luce su bastón de mando en París, Bruselas descarta
conceder más tiempo a Francia para que cumpla con el déficit, pidiéndole a
Hollande que haga las reformas pertinentes “como España” y otros países, en
tanto que Marine Le Pen asegura que “España debe superar su sentimiento de
inferioridad frente a la Unión Europea”. Lo que faltaba para quienes, sabiendo
que fuera de la UE, todo sería mucho más difícil, juegan de forma irresponsable
a la eurofobia y, justo ahora, cuando España recobra ante la UE un papel más de
peso a causa de la crisis de Ucrania y los problemas con el suministro del gas
ya que el sur puede ser interesante al respecto.
Y no puedo, ni debo acabar sin
mencionar la terrible matanza en Ruanda hace justo veinte años. Un genocidio
indecente e inhumano que debe servirnos, como otros tantos capítulos de la
Historia, para oponernos, como especie humana, a semejantes aberraciones. Las
luchas étnicas y el odio entre ellas, fomentado desde el poder, es el caldo de
cultivo más peligroso para las más repugnantes aberraciones. Tras veinte años,
hoy, como dice EL PAÍS, oficialmente no hay tutsis ni hutus en la nueva Ruanda
ya que las etnias están abolidas, una reconciliación vigilada y una
pacificación controlada por el Estado. Aquella fulgurante matanza, aquel
horrible genocidio, desde el recuerdo, nos sigue poniendo los pelos de punta.
Como tantos otros que jamás debiéramos olvidar.
Jorge Cremades Sena
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