Es la noticia nacional e internacional por
excelencia y, prácticamente, ocupa las portadas de todos los diarios y, en
España, como único asunto en casi todas ellas. Al parecer, desde que en enero
cumpliera sus setenta y seis años, Juan Carlos tenía decidido dar paso a su
hijo, el Príncipe Felipe, que en breves días será proclamado rey como Felipe
VI. Uno de sus argumentos para justificar su trascendental decisión es que “una
nueva generación reclama el papel protagonista” y, especialmente, ante la
certeza de que Felipe tiene la madurez y preparación necesarias para asumir la
Jefatura del Estado en España, tal como decidieron los españoles en su momento.
Desde mi punto de vista, sólo cabe agradecer a Juan Carlos los servicios
prestados a lo largo de sus treinta y nueve años de reinado (el periodo más
largo, próspero, pacífico y en libertad de toda la Historia de España) y dar la
bienvenida a Felipe, quien, desde luego, como primer rey de España con título
universitario, es un joven muy bien preparado y educado para cumplir el
cometido que tiene asignado en nuestra Constitución. “Mi única ambición: el
progreso en libertad de todos los españoles” en boca del Rey saliente, es el
juicio de intenciones desde que asumiera ser uno de los principales
protagonistas de la llamada Transición para, con el menor coste posible,
atravesar el Rubicón que dejaba atrás la dictadura y ofrecia un horizonte de
libertad en lontananza. Quienes de forma activa pusimos nuestro pequeñísimo
granito de arena en aquel tránsito, bien sabemos de lo que hablamos y
debiéramos sentirnos orgullosos de dejar a nuestros hijos un panorama difícil
(la libertad nunca fue fácil y mantenerla mucho menos), pero jamás tan oscuro
como aquel que desgraciadamente heredamos de nuestros padres. Esta es la
realidad, guste a quien guste y pese a quien pese.
Como era de esperar, nada más hacerse pública ayer la
abdicación, partidos políticos como IU, Podemos y Equo se erigen en protagonistas
de unas manifestaciones de decenas de miles de personas en toda España
ejerciendo su legítimo derecho de reivindicar la República como forma de Estado
y de la convocatoria de un referéndum para decidirlo. Sin entrar en el debate
Monarquía- República, tan legítimo como otro cualquiera, y sin entrar en la
condición de republicano o monárquico de cada uno de nosotros, lo que sí
convendría es que, en todo caso, no se mintiera a la ciudadanía al respecto y
se argumente con seriedad y raciocinio la defensa de cualesquiera de las
opciones. Me imagino las caras de los suecos, noruegos o daneses, por ejemplo,
si escucharon a Cayo Lara equiparar República con Democracia, cuando desde sus
Monarquías respectivas nos pueden dar lecciones de democracia, progreso y
libertad a todos nosotros. Y, viceversa, por ejemplo, en caso de nigerianos,
sirios o norcoreanos con sus idílicas repúblicas. ¿Qué pensarán al escuchar a
Cayo Lara y compañía? En fin, que muy bien la reivindicación de anoche que, por
cierto fue pacífica, como debiera ser siempre, pero sin demagogia y con un poco
de seriedad en los argumentos (Os recomiendo leer el post MONARQUÍA O
REPÚBLICA, UN DEBATE INOPORTUNO, colgado en mi Blog Ojo crítico, http://jcremadesena.blogspot.com.es/ el
18 de mayo de 2013), ya que en temas de envergadura, como es el caso, ni la
frivolidad ni la inoportunidad son buenas acompañantes. Los pueblos tienen todo
el derecho a equivocarse, pero sus gobernantes y sus representantes políticos
no tienen derecho a engañarlos y conducirlos a determinados precipicios. Guste
o no guste, como dice Rajoy, “Quien no quiera Monarquía que plantee una reforma
de la Constitución”, máxime si de lo que se trata en estos momentos es de la
sucesión al trono tras la abdicación del rey, prevista en nuestra democrática
Constitución y normal en cualquier otra Monarquía Parlamentaria, donde, como
aquí, también hay republicanos, aunque, eso sí, que no mienten a sus
conciudadanos para atraerlos a sus objetivos, entre otras cosas, porque no se
dejarían engañar. ¿Se imaginan a Felipe, Aznar, Zapatero o incluso Cayo Lara
como presidentes de esa hipotética República Española? ¿Acaso no generaría más
problemas en esta España siempre a la gresca? Un republicano como yo, por mero
racionalismo ideológico de igualdad que no de democracia, prefiere ni
imaginarlo tal como está el patio y, desde luego, prefiere dejar las cosas como
están.
Por cierto que, coincidiendo con estas manifestaciones
pro-republicanas para traer a España la libertad, la democracia y el progreso,
en la libre, democrática y próspera República de Venezuela el gobierno de
Maduro le niega la libertad al líder opositor Leopoldo López, líder del partido
Voluntad Popular que será sometido a juicio tras permanecer más de cien días
encarcelado en una prisión militar. Es una de las noticias que, eclipsada por
la abdicación de Juan Carlos I, casi pasa desapercibida. Ni se me pasa por la
imaginación y creo que a los venezolanos tampoco, que la solución en Venezuela
sería instaurar una Monarquía. Supongo que a ustedes tampoco, aunque muchos,
tengan in mente cuál sería la solución.
También casi pasa desapercibida la buena noticia de que
en mayo el paro baja en España en 111.916 personas y la Seguridad Social gana
198.320 afiliados. Ya sabemos que si en vez de tener Monarquía tuviéramos
República estos datos serían mucho mejores. En todo caso, siendo justos, aunque
haya Monarquía y gobierne la “casta”, hay que valorarlos muy positivamente,
sobre todo teniendo en cuenta que desde que en enero tocó fondo la destrucción
de empleo (el primer problema de España) y en febrero se crea empleo por vez
primera desde 2008, ya no ha dejado de crecer hasta ahora. Insuficiente, por
supuesto, pero, esperanzador, también.
Jorge Cremades Sena
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