El Brexit,
inesperadamente, irrumpe en la campaña electoral española y se convierte en
otro motivo más de reflexión en la jornada destinada a que los españoles
meditemos sobre lo que vamos a decidir en las urnas. Si, de un lado, la salida
de Reino Unido de la UE pone en jaque la unidad británica y el proyecto
europeo, de otro lado, el 26-J pone en jaque la gobernabilidad de España y su
credibilidad exterior. Si el populismo, en este caso de extrema derecha, rasga
la UE y compromete la unidad del Reino Unido (Escocia e Irlanda del Norte,
donde triunfa ampliamente el rechazo al Brexit, ya piden referéndums para
salirse de Reino Unido y optar a seguir siendo europeos), el populismo, en este
caso de extrema izquierda, rasgaría a España y comprometería su unidad si los partidos
constitucionalistas no acuerdan conformar un gobierno que, en este caso,
simplemente decida aplicar la ley evitando un referéndum ilegal en Cataluña
(País Vasco y Galicia, esperan que los catalanes decidan quedarse o salir de
España, tras una consulta popular, para seguir sus pasos, como si se tratara de
un juego de niños, basándose en el inexistente “derecho a decidir” que
defienden ultranacionalistas, independentistas, radicales de extrema izquierda
y, por supuesto, la coalición comunista-populista Unidos Podemos). Si el Brexit
ha triunfado con un 51´9% frente al 48´1%, el ilegal referéndum en Cataluña,
según las encuestas, daría un resultado similar a favor o en contra, provocando
una peligrosa división social en torno al 50% en la sociedad catalana, como
sucede ahora con la sociedad británica, y un jaque mate al futuro proyecto de
España, como ahora al futuro proyecto de la UE. Si, innecesariamente, la
convocatoria irresponsable, aunque legal, de Cameron de tan nefasto referéndum,
para afianzar su liderazgo en el Partido Conservador, siendo él partidario de
permanecer en la UE, supone semejante caos al írsele de las manos, provocando
obviamente hasta su propia dimisión y, de momento, el hundimiento de las Bolsas
en todo el mundo (el Ibex pierde un 12´35%, la peor caída de su historia, con,
nada menos que 67.189 millones de euros en una sola jornada), así como el
desplome de la libra y la subida de las primas de riesgo, imaginen los
destrozos que para España supondría un Gobierno irresponsable que, para
afianzar su liderazgo, estuviera dispuesto a jugar con fuego y hacer
experimentos irresponsables.
El experimento de
Cameron le ha salido rana y, definitivamente, además de todo el destrozo
ocasionado, sólo ha servido para elevar la euforia de la ultraderecha europea,
por lo que Merkel y Hollande reclaman una respuesta rápida a este nuevo desafío
a la UE y, con toda razón, dice Blair, ex primer ministro británico, que “es
una prueba de que la política insurgente puede tomar un país”. En efecto, los
partidarios del Brexit han ganado con el planteamiento populista (da igual si
es de extrema izquierda o derecha) de ofertar soluciones fáciles inexistente a
problemas difíciles, señalando un culpable ajeno, en este caso la UE, a todos
los males en vez de analizar la cruda realidad existente y hacer frente a ella
con propuestas no siempre atractivas pero realistas y viables. Y ahora, nada
más provocar el destrozo, a apechugar con el resultado (como sucediera en
Grecia en su día), por lo que Junker advierte “que Londres actúe cuanto antes
por mucho que duela” y Bruselas pide un “divorcio rápido” para frenar el
contagio de los ultras en Francia y Holanda, pues, al fin y al cabo, como dice
Schulz, presidente de la Eurocámara, “Reino Unido es quien ha bloqueado las soluciones
en la UE” (no hay mal que por bien no venga) y conviene ahora, cuanto antes,
que la UE, ahora sin el freno de Reino Unido, encare su época más oscura, desde
que surgiera, tras la Segunda Guerra Mundial, precisamente para dar un giro
copernicano al anterior periodo histórico en que los hipernacionalismos, los
populismos y los radicalismos frentistas condujeron a la mayor tragedia
europea.
Así, finalizada la
campaña electoral del 26-J, marcada al final por Europa, todos los partidos
(aunque algunos con mayor fe que otros) apuestan por una mayor integración de
la UE, y tanto PP, PSOE, como Ciudadanos cargan contra Unidos Podemos por sus
ataques a la misma y, mientras Rajoy pide un voto de estabilidad, hasta el
propio Felipe González, europeísta donde los haya, pide no apoyar a “estos
irresponsables”, ya que, en medio de este desconcierto europeo causado por el
Brexit, España se juega su propia estabilidad, teniendo que optar, según las
encuestas, salvo que los votantes decidamos algo distinto, entre la continuidad
de Rajoy, con sus luces y sombras, o una especie de frente populista liderado
por Unidos Podemos que, entre otras propuestas demagógicas imposibles, apuesta
por revisar la Unión Europea y apoya un referéndum en Cataluña.
Jorge Cremades Sena
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