La
noticia de que EEUU, tras interceptar mensajes electrónicos de Al Qaeda, cierra
una veintena de sus embajadas y consulados en distintos países del Norte de
África y Oriente Medio como medida preventiva ante el peligro inminente de un
atentado terrorista, ha desatado las alarmas en la mayoría de los países del
llamado Mundo Occidental, al extremo de que, de momento, se han sumado a la
iniciativa norteamericana, aunque de forma más restringida, Inglaterra, Francia
y Alemania, mientras que Canadá se limita a poner en marcha una alerta de viaje
como la que ya tiene establecida EEUU. Desde los trágicos atentados en Nueva
York y luego en Madrid, junto a otros de menor atrocidad (si es que se puede
hablar de atentados poco atroces) en distintas capitales europeas, la sensación
de inseguridad de los países occidentales frente al radicalismo islámico es una
constante inevitable. Baste el ejemplo, aunque sea de menor entidad, del
blindaje por parte de Interior de la ciudad española de Ceuta con motivo de la
celebración de su feria y tras la detención de varios yihadistas y las amenazas
posteriores de un imán, instando a castigar a los “opresores” y suplicando a
Alá que “atemorice a los policías”. Soflamas que, junto a otras de carácter
sexista contra la dignidad de la mujer, a las que ya nos vamos acostumbrando,
no sólo atentan contra los valores de la llamada “civilización occidental”,
sino también, contra los derechos humanos más elementales, rozando, cuando no
incurriendo, en lo delictivo.
Y esta
alarma, desvelada por EEUU, coincide con la polémica, desatada por Snowden,
sobre el asunto de la vigilancia y control que practican las agencias de
inteligencia estadounidenses, interfiriendo nuestra intimidad con escuchas de
nuestras conversaciones privadas a través de sofisticados métodos. Desde mi
punto de vista habría que hacer un gran esfuerzo para que dejen de producirse
estos desencuentros entre el derecho a la seguridad y otros determinados
derechos, no vaya a ser que, como a veces sucede, quien se esmera por
garantizar la seguridad de todos se convierta encima en el malo de la película.
Es la sensación que tuve cuando, por la muerte de bin Laden, algunos casi
pidieron la ejecución del comando que lo mató por no haberlo capturado vivo;
suelen ser quienes, no sé si por ingenuidad o estupidez, piensan que se puede
afrontar una guerra nuclear con tirachinas. Escribí entonces un artículo,
políticamente incorrecto, titulado “Seguridad internacional y nacional” que
está colgado en mi blog “Ojo crítico, http://jcremadesena.blogspot.com.es/” con fecha 8-5-2011 y
publicado en Diario Información el día 5. Os lo recomiendo. Hay asuntos que me
enervan sobremanera.
En fin,
esta noticia de la alerta terrorista es la que acapara mi atención, mientras
sigo sin entender el interés de las autoridades gibraltareñas y británicas para
que los controles fronterizos sean más suaves. Menos mal que nuestro ministro
de Exteriores, parece que al final va a intentar poner las cosas en su sitio,
es decir, conseguir el objetivo de “aplicar la legislación española y
comunitaria en materia de lucha contra el contrabando, el fraude fiscal y la
protección del medio ambiente”. Eso, y ya puestos, buena falta hace de que se
aplique la legislación española en el resto de materias. ¿Cómo es posible que
el anuncio de aplicarla se convierta en noticia? La noticia, debiera ser lo
contrario, es decir, su incumplimiento. Seguro que, si así fuera, muchos de los
que campan a sus anchas, como por ejemplo el señor Mas, paradigma de saltarse
la legalidad a la torera, dejaban de hacer juegos malabares como los que el presidente
catalán hace con su corrupta, presuntamente, formación, CDC, que, por cierto,
estando ya imputada por financiación ilegal y con su sede embargada, tiene la
suerte de que nadie, ni de izquierdas ni de derechas, se dedique por los platós
de televisión a solicitarle la dimisión. Ni siquiera quienes permanentemente
tienen por norma exigirlo a los cuatro vientos de forma insistente a los
dirigentes de otras formaciones políticas, como hace, por ejemplo, Pilar
Rahola. El nacionalismo hace tan extraños compañeros de cama que, ya ven, hasta
se pueden saltar la legalidad a la torera. Eso sí, con el permiso de todos.
¡Faltaría más!
Jorge
Cremades Sena
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