Mientas Rajoy da una vuelta de
tuerca al recorte de subvenciones a los sindicatos, reduciéndolas un 50%, y se
van conociendo algunos detalles del jaleo montado con el indulto del pederasta,
de nuevo preso y a disposición de la Audiencia Nacional, para que adopte las
medidas legales pertinentes sobre su futuro, el conflicto entre España e
Inglaterra por el asunto de Gibraltar sigue copando el interés nacional e
internacional. No es para menos.
Lo que realmente
llama la atención es la distinta reacción que, ante el contencioso gibraltareño,
tienen los británicos y los españoles. Mientras que los primeros, comenzando
por los partidos políticos, respaldan a Cameron de forma casi unánime, los
segundos ponen trabas a Rajoy por su contundencia a la hora de reavivar el
conflicto, respondiendo a las enésimas provocaciones de los gibraltareños, en
este caso, por tirar al mar bloques de hormigón que impiden el normal
desarrollo pesquero de los españoles en la zona, en unas aguas que, como
mínimo, no son de su jurisdicción de forma clara y contundente. Tampoco lo era
la zona neutra en que se construyó el aeropuerto y, ya ven, los hechos
consumados, si nadie se opone enérgicamente, al final quedan consolidados.
Cameron, preocupado obviamente por el anuncio de Margallo de que piensa ser
estricto en la aplicación de la legalidad y tomar determinadas medidas para
evitar o reducir las actividades ilícitas de la zona, es respaldado casi sin
fisuras por los ingleses, comenzando por los laboristas desde la oposición. En
cambio Rajoy es cuestionado o, al menos, criticado, por una buena parte de
españoles, incluidos los independentistas y buena parte de la oposición. A
Cameron le piden los suyos que sea duro, mientras a Rajoy se le pide que tenga
calma. Es evidente que la respuesta de los ingleses ante asuntos de interés
nacional o cuestiones de estado, nada tienen que ver con la respuesta de los
españoles ante asuntos similares. A veces me pregunto si no somos nosotros
mismos los principales culpables de las cosas que nos pasan. Ya se sabe que la
posible solución no pasa por activar un conflicto armado, pero lo que es seguro
es que tampoco pasa por una permanente bajada de pantalones ante las
provocaciones. Al menos, el apoyo unánime a determinados gestos de firmeza
reivindicativa sobre la soberanía de Gibraltar, aunque sólo sea como medida de
presión para que los británicos no lo tengan tan fácil, debiera ser algo que se
da por hecho. ¿Qué harían los ingleses en caso contrario? Pues, eso, júzguenlo
ustedes.
Quienes por encima de
las razones de estado, cuestiones de soberanía en litigio con otro estado y
asuntos que afectan a todos los ciudadanos en general, prefieren priorizar sus
legítimos derechos de crítica a quien gobierna para, en beneficio propio,
erosionar los apoyos del gobernante, como mínimo, actúan de una forma más que
irresponsable. Hay cuestiones que deben estar muy por encima del legítimo
conflicto ideológico-partidario. En cualquier país civilizado, incluyendo a
Inglaterra, lo tienen bien claro. En España, no.
Es tal mi indignación que prefiero no comentar
el resto de noticias que, desde mi punto de vista, debieran merecerlo.
Cada vez tengo más claro que vamos cuesta abajo y sin
frenos por una pendiente peligrosa con destino hacia la nada.
Jorge Cremades Sena.
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