Sin
lugar a dudas, tal como destacan los medios de comunicación, el acontecimiento
político actual más relevante es la comparecencia de Rajoy ante el Congreso de
los Diputados que acaba de celebrarse en el hemiciclo del Senado al no estar disponible
el de la Cámara Baja. Un largo debate, de más de cinco horas, que, como era de
esperar, no ha servido para despejar las incertidumbres que lo motivaban, entre
otras cosas, porque metafísicamente era imposible hacerlo. En efecto, si el
objetivo era que Rajoy dijera la verdad sobre el “caso Bárcenas”, pero,
previamente, la oposición había anunciado que la verdad es una financiación
ilegal del PP y que Rajoy no sólo la conoce, sino que además se ha beneficiado
de ella con sobresueldos en dinero B y, por tanto, debe dimitir, sí o sí, para,
según unos, ser relevado por otro compañero popular no contaminado y, según
otros, para disolver las cámaras y convocar elecciones, es imposible conocer la
verdad, salvo que el Presidente haga suya la preestablecida por la oposición.
Pero no ha sido así, pues de forma contundente y reiterada Rajoy ha concluido
que no va a dimitir porque no es culpable, que jamás ha cobrado en negro, que
no le consta que ha existido financiación ilegal del PP y que, en todo caso, sí
ha cometido el error de confiar en Bárcenas hasta conocer sus presuntas
fechorías. Con esto, como se esperaba, el debate ya carecía de sentido.
Dicho lo
anterior, desde mi punto de vista, la única novedad es que la palabra de Rajoy,
dada en el Parlamento, le sitúa al borde de un precipicio que lo puede abducir
si en el futuro se demuestra, de forma fehaciente y no especulativa, que ha
mentido. Por lo demás, hasta que llegue dicho momento, si es que llega, el
debate no detiene en modo alguno la casi unánime petición de la oposición de
que Rajoy está obligado a decir la verdad, pero la verdad que ellos quieren oír,
no la de Rajoy. Unos y otros dejan como dogma de fe el motivo de
posicionamiento. Y la fe, como bien se sabe, no necesita ser demostrada, es una
simple cuestión de credibilidad. Por tanto, quienes no tengan juicios preestablecidos
deberán conformarse con seguir instalados en la duda metódica y quienes, como
ayer, ya se habían alineado, movidos por la fe, a favor o en contra del
Presidente del Gobierno poco o nada cambiarán su posicionamiento tras la
comparecencia.
Por lo
demás, salvo los exabruptos e insultos a Rajoy por parte de algún que otro
portavoz de grupos minoritarios, cuya fe casi roza el misticismo, el debate se
ha desarrollado con la normalidad que viene siendo habitual en estos casos.
Pero al tratarse de un debate casi en exclusiva sobre la corrupción, teniendo
en cuenta que la inmensa mayoría de portavoces lo son de formaciones políticas
que, por acción, omisión o colaboración, están afectadas, investigadas o
condenadas por conductas corruptas en sus propias filas, Rajoy no ha tenido
excesivas dificultades para salir más o menos airoso de un trance que algunos
auguraban como difícil. Por tanto, ha resultado patético, a pesar de las mayores
o menores dotes oratorias de cada uno, que Rubalcaba, Cayo Lara, Durán i Lleida,
e, incluso, Rosa Diez se hayan erigido en paladines de la lucha contra la
corrupción y las formas de exigir responsabilidades. A Rajoy, y esto es lo
grave, le ha bastado recurrir, con gran habilidad, a un puñado de citas
literales de intervenciones de Rubalcaba en el Congreso, cuando era miembro
destacado del gobierno de Zapatero, para desactivar su estrategia, evidenciando
sus manifiestas incoherencias con las utilizadas ahora en la oposición, le ha
bastado recordar el gobierno andaluz PSOE-IU a pesar de los EREs para hacer lo
propio con Cayo Lara y sus radicales exigencias de trasparencia, le ha bastado
manifestar su extrañeza de que Rosa Diez no hiciera lo propio sobre el caso
Filesa cuando militaba en el PSOE y, con Durán ni siquiera ha necesitado nada,
lo que le está cayendo al CDC de Mas y la reciente condena de dirigentes de UDC,
luego indultados, eran una losa suficiente para dejarle fuera de juego.
Lamentablemente y a
pesar de anunciar lo contrario, la descalificación con la estrategia del “y tú
más” o el “y tú también” ha sobrevolado en el debate, poniendo en evidencia
que, al margen de creer o no a Pajoy, el sistémico problema de la corrupción no
se resuelve con estas mimbres, por más que mañana, unos y otros, sigan
ejerciendo su papel de acusadores o acusados según les convenga.
Jorge Cremades Sena
Efectivamente, tú lo has dicho, querido D. Jorge, es una cuestión de estrategias pero, en realidad, el meollo sigue perdido. En el fondo, todo lo que se deduce de lo anterior es que dedicarse a la política en este país debe ser algo que trasciende, incluso, a la propia erótica, si no, no se entiende tal aferramiento a los cargos. Además, añádase la picaresca, el magistral "galleguismo" de alguno/s, el mesianismo de casi todos y la más absoluta inconsciencia de una buena parte de la ciudadanía. Por último, hasta que no seamos capaces de entender que la política debería ser el más noble de los oficios, por aquéllo de constituir la gestión de los bienes comunes, y, al mismo tiempo, consolidar la cultura de la no permanencia en los cargos al más mínimo atisbo de duda (no es lo mismo responsabilidad penal que política/ética) habrá bien poco que hacer. Como rezaba recientemente una pintada fruto de un sabio anónimo, "dimitir no es un nombre en ruso (...) es Dimitri". ¿Qué mas podría decir?... Bueno sí que me encanta la maestría con el capote de Duràn i Lleida. Jamás pude imaginar semejante juego de equilibrios... y jeta.
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