No
me refiero al infierno egipcio, que ojalá pudiera congelarse para que el pueblo
no siga abrasándose entre las llamas de unos y de otros, quienes, ebrios de ira
endemoniada, condenan a muerte a demasiados inocentes, víctimas de un fuego
cruzado indiscriminadamente, cuando debieran ser ellos los condenados al fuego
eterno, si es que éste existe. Mientras los jefes de la Hermandad,
pareciéndoles poco su convocatoria del “viernes de la ira”, anuncian una
ampliación, convocando la “semana de la ira”, el jefe militar golpista responde
con el anuncio de más represión. Mientras es detenido el líder espiritual de
los Hermanos Musulmanes, las autoridades judiciales ordenan la liberación de
Mubarak, el anterior dictador (apoyado internacionalmente, como otros tantos en
otros tantos países, mientras convino) que, tras su derrocamiento en la tan
ansiada “primavera árabe”, es el origen de este infierno después de una breve
estancia en un purgatorio “democrático” de corte occidental, siempre mal entendido
en los países de civilización islámica. Mientras un ataque islamista siembra la
muerte en Sinaí, el jefe militar egipcio advierte que la violencia “no
doblegará al Estado”, olvidando que ha sido secuestrado precisamente por la
violencia. Y así, un despropósito detrás de otro que, si no se remedia
urgentemente, está a punto de incendiar la mecha de una guerra civil que, al
igual que la de Siria (olvidada por cierto últimamente) sólo puede acarrear más
alarma e inestabilidad en el polvorín en que, desde hace demasiado tiempo, se
ha convertido el Próximo Oriente. Menos mal que la Junta Militar ha decidido al
menos redoblar la seguridad para garantizar el tráfico comercial por el Canal
de Suez, que de momento sigue abierto, pues hay que recordar que por él
transitan diariamente unos dos millones y medio de barriles de petróleo y,
aproximadamente, el 8% del comercio mundial, lo que haría inasumible para la
comunidad internacional un hipotético cierre del mismo.
Pues
bien, como he dicho, no me refiero al infierno egipcio, que, desgraciadamente,
en vez de estar congelado sigue avivando el fuego cada día que pasa, me refiero
a la última chulería de Picardo, el ministro principal gibraltareño, que, ante
la exigencia de Rajoy para retomar el diálogo con Cameron, que no con él, de
que retiren los bloques de hormigón con pinchos de acero que lanzaron al mar
los gibraltareños, ha contestado literalmente que “el infierno se congelará
antes de que retire los bloques”. Una buena respuesta para los amantes del
diálogo, como el portavoz de ERC en el Congreso, siempre que previamente se
garanticen las ilegalidades cometidas, a las que tan acostumbrados están. El
mismo diálogo al que apelan los independentistas catalanes bajo el slogan “dialoguemos
para que se me garanticen y consoliden todas mis ilegalidades”. De no hacerlo,
te conviertes en un intransigente. Además, el “dialogante” Picardo, no conforme
con semejante chulería (¡qué dirían los ingleses y, lamentablemente, demasiados
españoles, si fuese Rajoy quien las dijera!), mientras los pescadores españoles
protestaban pacíficamente con sus barcas, gritando “dejad de jugar con el pan
de nuestros hijos”, les lanzaba a la policía gibraltareña, provocando momentos
de bastante tensión, y les advertía “si os acercáis será peor para vosotros”.
Me pregunto “¿les iba a disparar?”. Menos mal que, al parecer, la UE está
dispuesta a enviar los observadores que, solicitados por Cameron sólo para el
asunto de los controles, acepta y solicita Rajoy siempre que su misión sea una
investigación “global” de la situación del Peñón. Se me ocurre que, mientras
llegan los observadores, no estaría nada mal que Picardo siguiera haciendo de
las suyas, pues, si no nos hemos vuelto todos locos, imagino que sus chulerías
al primero que enojarán será a Cameron que sabe de sobra que, antes o después,
la solución pasa por una negociación bilateral entre el gobierno británico y
español. Y también sabe que lo peor que pudiera suceder, tanto para los
llanitos como para los ingleses, aunque afecte a algunos españoles de la zona,
es que, amparándose en la legalidad nacional e internacional, en el propio
Tratado de Utrecht y en la evolución histórica de la descolonización España
ponga en serios aprietos la viabilidad del alto nivel de vida que gozan los
habitantes del Peñón, que no ciudadanos gibraltareños, y las buenas relaciones
entre dos países, Gran Bretaña y España, socios de la UE. Atentos pues a lo
que, en principio, diga Bruselas. Entretanto España sólo tiene que seguir
manteniendo su firmeza respetuosa con la legalidad, mientras recopila un dossier
que pruebe las agresiones e ilegalidades cometidas por las autoridades
gibraltareñas. Pruebas hay de sobra (blanqueo, contrabando, evasión fiscal,
erosión medioambiental…) y sólo hay que demostrar la gravedad de las mismas (no
es lo mismo, por ejemplo, el contrabando de tabaco que el de armas) como, por
ejemplo, las últimas mentiras de Picardo al sostener que la arena para el
relleno de Gibraltar procede de una cantera y no de una playa, cuando, al
parecer, hay pruebas de que procede de las dunas de Valdevaqueros, lo que
supondría un verdadero tráfico de arena protegida de Tarifa que está
investigando Fiscalía.
Y entre
el resto de noticias que destacan los principales diarios españoles, desde mi
punto de vista, cabe destacar, o, al menos, mencionar la investigación por parte
de Fiscalía del uso fraudulento por parte de UGT de fondos europeos destinados
a los parados, al utilizarlos para apoyar huelgas y actividades propagandísticas;
el rifirrafe entre los dirigentes populares y socialistas que, ante la
afirmación de éstos de una financiación ilegal del PP, aquellos amenazan con
acabar en los tribunales; la imputación de responsables de seguridad de Adif en
el caso del accidente de ferrocarril de Santiago, junto a la más que probada
imprudencia del maquinista; y, especialmente, el éxodo a otros territorios
españoles de más de mil empresas de Cataluña, de donde casi 600.000 personas
han salido desde el inicio de la crisis, mientras que un centenar de cargos de
Artur Mas cobran más que el propio presidente del gobierno Mariano Rajoy. En
fin, como para el independentismo catalán, la culpa de todo la tiene España,
supongo que del derroche que hace gala el gobierno de CiU, con el
imprescindible apoyo de ERC, el culpable será el gobierno central. Estamos ya
tan acostumbrados a conductas tan indeseables por parte de algunos de nuestros
políticos que casi nada nos sorprende.
Por
cierto, en el artículo “Desvaríos o majaderías políticas”, que acabo de colgar
en mi blog Ojo crítico, http://jcremadesena.blogspot.com.es/ recojo las últimas
que, al menos a mí, sí me han sorprendido. ¿Y a vosotros? Supongo que también.
Jorge Cremades Sena
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