Jamás una despedida
puede causar tanta alegría. La recesión económica, tras nueve largos trimestres
conviviendo con nosotros, por fin nos dice adiós. Un adiós que ojalá no sea un
hasta luego, pues, de momento, su retirada es tan cercana que, en cualquier
instante, se le puede ocurrir volver a visitarnos, cuando todos esperamos que
su viaje sea largo y definitivo. Esperemos que sea así. No obstante hay que
alegrarse. Ya era hora de que nuestra economía creciera aunque sea tímidamente,
un 0´1%, acompañando y avalando el resto de datos positivos que últimamente
vienen dándose al respecto, entre ellos el proporcionado por el INE que, según
su última EPA, arroja una reducción del desempleo en España de un 1´2% respecto
al segundo trimestre, lo que, supone que casi 73.000 personas hayan abandonado
el negro pozo del desempleo. Una leve caída que, frente a los millones de
parados que siguen en dicho pozo, apenas supone un alivio perceptible, aunque
sí haya que apreciar lo que, a todas luces, significa, por fin, un cambio de
tendencia en el ritmo de destrucción de empleo desde hace ya demasiados
trimestres. Y todo ello, a pesar de que algunos asuntos, como la situación de
inestabilidad en Cataluña, no supongan el escenario más adecuado para los
inversores, siendo, según Montoro, la mayor amenaza para la recuperación. Y
algo de razón ha de tener cuando, por ejemplo, la catalana empresa Freixenet
paraliza la construcción de un nuevo centro logístico en Sant Sadurní d´Anoia
en el que pensaba invertir 35 millones de euros, seguramente a la espera de que
se despeje el horizonte del independentismo, aunque los más pesimistas piensen
que es para contener la producción de cava ya que no hay nada que celebrar.
Esperemos que durante mucho tiempo el cava siga estando presente en nuestras
fiestas.
En otro orden de cosas hay que
destacar el impacto mediático que sigue teniendo el asunto de la sentencia de
Estrasburgo sobre la aplicación de la “doctrina Parot” a los condenados por
delitos cometidos antes de la vigencia de la misma. La imagen de Inés del Río
en libertad, la de Troitiño en Londres, la solicitud a la Audiencia de otros 36
presos para que se les trate igual que a Inés del Río, la lógica indignación de
las víctimas, junto al apoyo y preocupación de la mayoría de la población por
la indeseable situación, desborda con frecuencia el cauce de serenidad
necesaria que requiere semejante varapalo que, como decía ayer, sólo es culpa
nuestra, para ser más exacto, de nuestra deplorable legislación vigente cuando
se produjeron tan execrables hechos. Poco más se puede decir. Rajoy hace bien
en recibir a las asociaciones de víctimas, a ponerse de su lado como hacemos la
inmensa mayoría de ciudadanos, aunque algunos majaderos no lo hagan; pero ni
él, ni su gobierno, ni ninguno de nosotros, puede hacer ya mucho más, salvo
exigir que, de cara al futuro, aunque sólo sea como homenaje a las víctimas
(aunque también lo es como reforzamiento del Estado de Derecho) se actúe
enérgicamente contra quienes de palabra y obra actúan fuera de las leyes
antiterroristas vigentes. Es intolerable que sobre personajes que hicieron
tanto daño, no sólo a sus víctimas directas, sino al proceso democrático
español, que, paradójicamente, les garantiza su libertad tras el cumplimiento
de sus leves penas como consecuencia del reconocimiento de sustanciales
beneficios penitenciarios, sean además considerados públicamente como una
especie de héroes con quienes “la sociedad está en deuda”, tal como manifiesta
públicamente la asociación Harrera Elkartea, porque “han contribuido a la
transición a una sociedad más justa…”. Y si de cara al pasado, poco se puede
hacer ya por enmendar el entuerto, si es mucho lo que se debe hacer de cara al
futuro con quienes consideran la violencia y el tiro en la nuca como métodos
válidos para conseguir no sé qué tipo de libertades. Tengo que ponerme del lado
de Rosa Díez, líder de UPyD, cuando exige que recaiga todo el peso de la ley
sobre estos elementos, y espero, como ella, que otros partidos, ojala que
todos, se sumen a este tipo de iniciativas que debieran aplicarse “ipso facto”
sin necesidad de que nadie las reclame.
En fin, al margen de los asuntos
de corrupción habituales (financiación ilegal del PP balear, facturas falsas o
irregulares de la UGT-A, el asunto del Palau…) que, día a día, van
ilustrándonos con nuevos datos y fechorías a medida que avanza la investigación
judicial, desde mi punto de vista no quiero dejar pasar una noticia
escalofriante, como es, un nuevo asesinato por razones de género. En este caso
el de una joven rumana, incluso descuartizada, por su pareja en Torremanzanas,
un pequeño pueblo de Alicante, que se suma a una estadística negra de un
fenómeno que somos incapaces de zanjar de cuajo. Quienes, como yo, fuimos
educados en una sociedad machista y evolucionamos hacia la igualdad desde
nuestro más firme convencimiento del error de nuestros mayores, nos cuesta
entender que nuestros jóvenes, como es el caso, regresen a ese pozo sin fondo
de la violencia machista que, nosotros, sus padres, no les hemos inculcado,
sino todo lo contrario. Algo tenemos que estar haciendo rematadamente mal para
que la violencia machista no quede como un reducto a extinguir, localizado en
personas muy mayores, sino como una lacra extendida incluso entre los más
jóvenes, que, curiosamente y según una encuesta, uno de cada cuatro está
insatisfecho con su vida. ¿Cómo estarían si les hubiera tocado vivir la vida
que algunos tuvimos que vivir cuando teníamos su edad, entre los 15 y los 32
años? Mejor, ni pensarlo. ¿Es que lo hacían nuestros mayores mejor con
nosotros? Mejor no seguir haciendo preguntas de tan difíciles respuestas. Menos
mal que ante la rebaja del cine a 2´90 euros se han inundado las salas de
espectadores, posibilitando cierta satisfacción a tan insatisfechas vidas…
Nosotros ni siquiera podíamos ir al cine con cierta frecuencia… Seguramente por
ello, cuando íbamos, éramos felices y estábamos satisfechos.
Jorge Cremades Sena
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