Según alguna encuesta
que se percibe como poco descabellada, en caso de celebrarse elecciones
generales el dato más llamativo sería el alto índice de abstención,
evidenciando el descontento generalizado de los ciudadanos con las formas de
actuar de los partidos políticos. Un PP que, a pesar de todo, ganaría las
elecciones, aventajando en ocho puntos al PSOE que, en su caída libre bajaría
dos puntos más respecto a anteriores sondeos; CiU perdería casi la mitad de
votos, mientras que los principales beneficiarios serían IU y UPyD. Otro dato
interesante es que mientras que los votos que pierde el PP se decantan por la
abstención, los que pierde el PSOE se decantan por IU, al igual que los que pierde
CiU lo hacen por ERC. Un panorama que configuraría una especie de parlamento a
la italiana, muy fragmentado y con varias combinaciones matemáticas posibles
para formar gobierno en las que tendría gran protagonismo IU y UPyD. En tales
circunstancias, con encuesta o sin ella, los distintos partidos, que saben el
error o acierto de su estrategia, andan revueltos en estos días.
El PP, pendiente de la evolución de
los casos de corrupción en curso, intenta explotar al máximo la evolución
positiva de la economía que tímidamente apunta a una cierta recuperación de la
crisis, mientras la oposición en pleno le exige que explique los nuevos datos
que aparecen sobre la financiación ilegal del PSPV de Camps, además del más que
conocido caso Bárcenas y Gürtel. Entretanto afronta dos retos importantes como
son la nueva financiación de las CCAA, que sus propios barones le exigen, y la
reforma de la ley de régimen local a la que incluso buena parte de sus alcaldes
se oponen. Rajoy apuesta por reservar para el último año las medidas menos
impopulares y garantizar que no habrá financiación singular para Cataluña, pues
como dice Bauzá, su barón en Baleares, “dar más a Cataluña no arregla el
problema; entonces, todos nos pondremos soberanistas por una financiación
singular”.
El PSOE, pendiente igualmente de los
casos de corrupción en curso y sabedor de que no es capaz de remontar a un PP
con la que le está cayendo, anda enredado en el asunto de las primarias, que
cada vez se lo exigen a Rubalcaba de forma más contundente los barones
socialistas considerándolo un asunto urgente. Sin un discurso uniforme en toda
España, especialmente en el asunto del catalanismo independentista (hasta el
sensato Jáuregui dice que “España y su Constitución deben aceptar la
singularidad de Cataluña”), Rubalcaba intenta nadar y guardar la ropa como
puede, presentándose como líder del “todos contra el PP” para conseguir una “mayoría
distinta” que permita derogar todas las leyes aprobadas en esta legislatura. Se
olvida de lo que le está sucediendo a Mas ya que una cosa es conformar mayorías
pintorescas para derogar determinadas leyes y otra distinta es elaborar leyes
nuevas que las sustituyan con socios tan variopintos (IU, UPyD, CiU, PNV, BNG
Amaiur…), máxime si, al paso que va el PSOE, su liderazgo puede ser incluso
discutido por alguna otra fuerza política muy cercana en apoyos electorales,
como por ejemplo IU, depositaria del reguero de votos que están perdiendo los
socialistas. Por cierto, hablando de IU, hace gracia oír a Cayo Lara que “los
catalanes optarían por seguir en España si supieran bien las opciones”. Cierto,
pero el problema es que algunos, como sucede a IU entre otros, no explican
dichas opciones, ni que, en todo caso, cualquiera de ellas habrá que buscarla
desde la más estricta legalidad, y que quienes, como él al parecer, son
partidarios de que los catalanes sigan en España, lo primero que hay que hacer
es ponerse bajo la pancarta de “Som Catalunya, somos españoles” en vez de la “Vía
Catalana” independentista. ¿Qué hizo él’? ¿Qué hizo IU? Esa es la cuestión.
En CiU, mientras Atur Mas sigue mudo
a la respuesta en la calle de muchos catalanes a su órdago independentista,
aparecen cada vez más fisuras internas al verse arrastrados, como era de
esperar, por el tsunami de ERC, avivado por Mas, que le saca ya una buena
ventaja electoral, mientras que cada vez son más quienes le intentan convencer
de que su estrategia es un suicidio que a nada conduce. El último, José Manuel Lara, al decir tajantemente que “la
independencia es imposible y la fractura social irreversible”. Es la triste
herencia que nos dejará Mas a todos los españoles, pero muy especialmente a los
catalanes, cuando sea definitivamente fagocitado por Junqueras y la ERC. No falta mucho para constatarlo.
Y entre tantas elucubraciones
mentales, entre tantas verdades a medias o mentiras, entre tanto regate corto,
se arma un revuelo porque el expresidente Aznar dice, entre otras cosas, lo
siguiente: “No hay moderación en aceptar la ilegalidad; no hay prudencia en
consentir que un poder se ejerza por quien no debe y para lo que no debe…No hay
tolerancia en admitir la ausencia o el vacío del Estado de Derecho…No es una
virtud del Estado dejarse desafiar…El silencio puede dañar la verdad tanto como
la mentira misma”. Tiene narices que, superando cualquier connotación
ideológica, como un convencido demócrata simplemente, hasta yo, si soy sincero
conmigo mismo, pueda suscribir, una a una, semejantes palabras, simplemente
porque son obviedades como puños. ¿Por qué tanto revuelo ante las mismas? Si semejantes obviedades se hubieran tenido
siempre en cuenta como principios de gobierno por todos aquellos, incluido él,
que nos gobernaron desde que vivimos en democracia otro gallo nos cantaría.
En fin, dejémoslo así de momento,
Jorge Cremades Sena
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