Ya no sé si estamos medio majaretas o sólo lo
parecemos. Desde luego lo que sucede en España es insólito. En plena
efervescencia por todo lo que acarrea la sentencia sobre la doctrina Parot y
con una multitudinaria concentración en Madrid convocada por la AVT pidiendo
justicia para las víctimas, mientras van saliendo de la cárcel asesinos y
terroristas en serie que, legalmente o no, ponen los pelos de punta; mientras
una serie de supuestos expertos tertulianos dan razones a favor y en contra
sobre la validez de la sentencia, creando más dolor aún a las víctimas y más
preocupación a toda la ciudadanía; mientras media Europa, incluida España, se
rasga las vestiduras por el asunto del espionaje norteamericano, que todos
conocían; y, mientras Artur Mas se encara al socialista Navarro, que en un
momento de lucidez le reprocha que esté mintiendo a los catalanes sobre un
referéndum que jamás se celebrará, diciéndole que se convocará sí o sí en 2014…,
mientras todo esto está pasando, nos sale ahora Urkullu diciendo: “Me gustaría
que Euskadi ejerza el derecho a decidir en 2.020”. Como ven, esto del “derecho
a decidir”, que tan de moda se ha puesto, es una cuestión de gustos. Algo así
como si se tratara de comprarse una camisa. A Junqueras y a Mas les gusta el
2014, a Urkullu el 2020 y así sucesivamente. No extraña que el canario Paulino
Rivero, se sume a las ofertas soberanistas y, preparando el terreno, manifieste que “los canarios se
sienten cada vez más lejos de España”. Así empezaron los independentistas
catalanes para concluir no que están lejos sino que no son españoles y que, por tanto, su territorio no es España.
De
continuar con este absoluto desmadre a la hora de jugar con la legalidad
democrática como a cada quien le viene en gana y no sólo en temas baladíes sino
en verdaderos asuntos de Estado, permitiendo que tamaña irresponsabilidad se
ejerza desde las importantes instituciones que presiden, como es el caso, y
erigiéndose a sí mismos en protagonistas de la deslealtad y la ilegalidad,
cuando debiera ser todo lo contrario, sólo nos conduce al desmantelamiento
definitivo de uno de los estados moderno más antiguos que finiquitaron el
medievo para dar paso a la modernidad. Y si al final ese es el objetivo, sin
que nadie sea capaz de recuperar la cordura, ni de imponer al menos la legalidad, convendría que, ya
que vamos a disolvernos, lo hiciéramos como amigos. ¿Por qué catalanes, vascos o
canarios…? Si es una cuestión de gustos, convendría reunir a todos los presidentes de las CCAA (y algún que otro presidente de Diputaciones provinciales o de entes comarcales) para que, con arreglo a su gusto, cada uno pongan fecha a la liquidación de sus respectivos territorios como partes indivisibles de España. Yo les recomendaría, para que
se note menos el espectáculo de disolución del viejo Estado Español y sea más digerible para todos (incluidos los independentistas) y menos grotesco estéticamente, que mantengan unas fechas
distanciadas, como ha hecho Urkullu, por lo menos de seis años como mínimo. Y, ya puestos a hacer recomendaciones, que hagan lo propio, si es posible, con las excarcelaciones aunque, según unos, hay que ejecutar "ipso facto", según otros poco a poco y, según el resto, ni siquiera hay que hacerlo. Ambos temas, ejecutados de golpe y de una tacada, serían un espectáculo abominable.
Entretanto,
los españoles de cualquier territorio de la amenazada España, pasándolo cada
vez peor, con más pobres y, obviamente, con más ricos. Los indeseables siempre
aprovechan los momentos de debilidad para afianzar sus perversos objetivos. Ni
siquiera los mejores datos que van surgiendo evitan esta decadencia que, como
ya he manifestado otras veces, no sólo es económica. Si el mismísimo Montoro
avisa de que no hay “brotes verdes” como antaño, sino sólo una inflexión; si,
entretanto, la dependencia retrocede a niveles de 2011, evidenciando su
imparable caída y la frustración generalizada por leyes que, si no se acompañan
de dotación económica desde el principio, sólo son papel mojado; y sí cada uno
vamos a la nuestra con el objetivo de “sálvese quien pueda”, exhibiendo sus egoísmos y sus deslealtades como ya hace tiempo que viene sucediendo, difícilmente saldremos
de ésta y, en caso de salir, lo habremos hecho de la peor manera.
Si
ya en Europa hay voces, cada vez más extendidas, como la de Marine Le Pen en
Francia que, buscando una especie de Tea Party a la europea y basándose en un
mensaje ultra, sueña con una gran coalición en Europa, entre otras cosas,
porque “hay que preparar la salida del euro” y si otras fuerzas políticas en
otros países ven como este tipo de ofertas prosperan día a día entre sus ciudadanos,
se está poniendo en peligro todo el proyecto europeo de solidaridad y concordia
por el que tanto se ha luchado desde el final de la terrible segunda guerra
mundial. Justo con la intención de evitar otra. Y, en España, además, la posibilidad de seguir viviendo en paz y
libertad, que, durante tanto tiempo, tanto soñamos. Una verdadera tragedia.
Jorge Cremades Sena
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