Conmocionado por la
tragedia del naufragio de una barcaza, repleta de inmigrantes, que pretendía
arribar a la isla italiana de Lampedusa, dejando un balance de unas trescientas
personas muertas o desaparecidas, causándome una decepción profunda de nuestra
condición humana por su indiferencia ante situaciones tan inhumanas (Ver
artículo “Vergüenza sonrojante” en mi blog Ojo crítico, http://jcremadesena.blogspot.com.es/), me quedo muy decepcionado con la atenuada condena con
la que la Audiencia Provincial de Málaga decide saldar el mayor expolio jamás
realizado a un municipio, en este caso Marbella, hasta dejarlo en la más
absoluta ruina. Es en lo que ha quedado el tan conocido como repugnante “Caso
Malaya” que, con casi un centenar de procesados por tan turbia trama delictiva,
queda reducido a la condena de 52 personas (los demás quedan absueltos) con
penas sustancialmente inferiores a las solicitadas por la Fiscalía y por la
Acusación particular (Ver artículo, “Delinquir sale barato”, en mi citado blog).
Valga como ejemplo la del cabecilla y principal acusado, Juan Antonio Roca, que
de los 30 años de cárcel y 811 millones de multa que solicitaba el fiscal,
queda condenado a 11 años y 240 millones. Y, como él, todos los demás son condenados
de forma mucho más benévola que la esperada.
No seré yo quien ponga en duda la
honorabilidad de quienes han investigado, instruido y juzgado tamaña trama
delictiva, por más que, como al resto de ciudadanos, tan elevado número de
absoluciones y tan sustanciales “rebajas” de las condenas solicitadas me hayan
causado una decepción infinita que, junto a la infinita conmoción por el naufragio
en Lampedusa, me tiene totalmente indignado. Algo habrá que hacer para que
ambas cosas no vuelvan a repetirse, pero me temo que, tanto una como la otra,
seguirán colmando nuestras infinitas paciencias.
Si los jueces han actuado ajustándose a derecho, como no
me cabe duda, habrá que modificar el código penal, las penas, las figuras
delictivas, los procedimientos. . . o lo que haga falta, para que los chorizos,
que tanto abundan en nuestro país, no sigan burlándose y arruinando al resto de
ciudadanos honrados a precio de saldo. No sólo está en juego evitar la ruina
económica causada por el expolio (en este caso de Marbella), ni la indignación
social por el enriquecimiento indebido de los sinvergüenzas, ni el ejemplo perverso
para nuestros jóvenes, sino que está en juego algo mucho peor, la desconfianza
absoluta en un sistema político-social incapaz de acabar con esta lacra de la
corrupción política o próxima a sus aledaños. ¿Qué se puede esperar de las
decenas de casos que con mayor o menor expectación social están próximos a
llegar a su punto y final? Decepción, tras decepción hasta llegar al definitivo
rechazo del sistema.
Si el desgraciado naufragio en Lampedusa no es un accidente
casual e imprevisible, sino el enésimo trágico suceso que condena a una trágica
muerte a miles de personas que pretenden entrar clandestinamente en Europa,
porque en sus países se mueren de hambre (e ignoran que aquí casi también), si
las leyes anti inmigración son a todas luces insuficientes, si los acuerdos o
ausencia de ellos con los países del norte de África o de los de origen de los
afectados no funcionan, si la UE quiere evitar una inmigración que ya no puede
soportar, poniendo como guardianes de entrada a los países de la ribera norte
del Mediterráneo, sin medios para que su misión tenga éxito, que a la vista
está. . . si todo lo anterior y otras tantas medidas por el estilo son
incapaces de atajar esta macabra e inhumana travesía desde la miseria y la
muerte hasta la muerte o la miseria, para, al final, ser de nuevo condenados a
la miseria y la muerte, devolviéndolos a sus inhumanos destinos, algo habrá que
hacer para restaurar nuestra dignidad, la de los países desarrollados, perdida
por negar tan inhumanamente la dignidad de quienes sólo pretenden vivir
dignamente entre nosotros porque en sus lugares de origen ni siquiera les
garantizan el derecho a la vida.
Si las decepcionantes respuestas, en
temas de corrupción (como en el caso Malaya), ponen en entredicho el sistema
político, en los casos de inmigración (como en el caso del naufragio), ponen en
entredicho algo mucho peor, nuestra condición humana.
Y, por hoy, prefiero no comentar
ninguna otra noticia. Con estas dos, tengo bastante.
Jorge Cremades Sena
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