Se trata
de tres delitos, muy graves, que, en teoría, pueden acarrear serias condenas
para cualquier gobernante o funcionario. Un delito de prevaricación, desobediencia
o malversación no es asunto baladí; cometer dos de ellos o los tres,
figúrenselo. Es lo que, al parecer, la Justicia (pongámoslo con mayúscula) está
estudiando pues, tras el simulacro vergonzoso del 9-N, parece que, de entrada,
hay más que claros indicios de que determinadas autoridades, incluso jactándose
de ello, han podido cometer no uno ni dos, sino hasta los tres delitos citados,
cuando no alguno más. Estamos pues ante supuestos muy graves y, por tanto, no
es cuestión de enredarnos en si “votaron” (por decir algo) dos millones, tres o
todos los catalanes y extranjeros a quienes arbitrariamente les concedieron
“derecho” a voto; ni si el 9-N, como dice ahora Mas y sus colegas, ha sido un
“éxito total” por lo que acusa a Madrid de “miopía”; ni si, como dice el
Ministro de Justicia, se ha tratado de un “simulacro inútil y estéril”; ni si,
como considera algún juez, retirar las urnas era “desproporcionado”, aunque no
suponga que no se investiguen a posteriori posibles delitos (a ver si es
verdad); ni si los votantes (aunque durante los próximos quince días puedan ser
más) sólo son un tercio de los llamados a votar; ni si alguno de los que
votaron dice que votó “dos veces”; ni si hay un problema político, que nadie
duda, y, por tanto, hay que actuar a marchas forzadas para satisfacer a los
independentista catalanes casi pidiéndoles perdón por oponernos a su
antidemocrático proceso; ni, en definitiva, a una serie de elucubraciones
mentales por el estilo. Es cuestión, simplemente, y al margen de todos los
problemas políticos que se quiera, de que no pueden ser impunes quienes atentan
flagrantemente contra todo un Estado de Derecho democrático y menos aún si son
autoridades de dicho Estado que, en vez de representarlo y defenderlo, como es
su deber, prefieren atropellar los derechos reconocidos de buena parte de los
ciudadanos (a mí, por ejemplo, me arrebatarían mi derecho a votar sobre una
hipotética independencia de cualquier territorio español, cuando lo tengo
reconocido constitucionalmente) y prefieren conceder derechos, graciosamente y al margen de la ley, a quienes no los tienen
reconocidos (por ejemplo, no ya sólo a los catalanes, sino a los menores
comprendidos entre dieciséis y dieciocho años); es cuestión de que en un Estado
de Derecho, nadie puede actuar al margen de la Ley y, por tanto, quien la hace
la paga, como debe ser en el caso que nos ocupa; es cuestión de que nada hay
que negociar sobre el independentismo (menos aún desde la intransigencia, la
amenaza o el chantaje), a diferencia de lo que dicen algunos, sino que hay que
exigir de entrada el acatamiento y el respeto a la legalidad, sin temor alguno
a que alguien hasta pueda estar dispuesto a dar un golpe de Estado (no sería el
primero) con mayor o menor apoyo popular, pues, en ese supuesto, en vez de
claudicar, sólo cabe utilizar contra él todos los instrumentos democráticos que
la ciudadanía ha puesto en manos de las instituciones del Estado, justo para
defenderse de dichos agresores y garantizar una convivencia en paz y en
libertad. Por tanto, la “miopía” de Madrid de que habla Mas, puede llegar a ser
cierta si el Estado de Derecho y sus instituciones democráticas son incapaces
de ver las agresiones totalitarias y, en vez de responder con contundencia a sus
atentados inadmisibles, dejan en la más indecente indefensión a los ciudadanos.
Así de claro, y así de sencillo. Al pan, pan; y al vino, vino. Esperemos pues
que, aunque sea por esta vez, Madrid, como dice Mas, no sea miope.
En cuanto al trágico
accidente de autobús, que ya ha dejado 14 fallecidos, al parecer, el exceso de
velocidad pudo ser su causa, por lo que, en principio, el conductor podría ser
imputado por conducción temeraria y homicidio imprudente. Una vez más conviene
recordar que ponerse al volante exige de la máxima prudencia y responsabilidad,
teniendo presente que en carretera cualquier precaución es poca. Esperemos que
los heridos que aún permanecen hospitalizados se recuperen lo antes posible.
Dice Merkel que la
caída del Muro de Berlín prueba que “los sueños pueden hacerse realidad” y
apela a los “valores comunes para edificar una Europa unida”. Ella, antes de la
citada caída del Muro, estaba en el lado opuesto a la libertad y lleva toda
razón en lo que a los sueños se refiere. Lo trágico es que, estando en el lado
de la libertad, algunos, inexplicablemente, se empeñen en convertir dichos
sueños en pesadillas.
Y en cuanto al deporte
se refiere, mientras los hermanos Márquez, Alex y Marc, se convierten en
pioneros proclamándose ambos en campeones del mundo, el Atlético de Madrid
pierde ante la Real Sociedad, 2-1, tras cinco victorias seguidas, y cae a la
cuarta posición, por detrás de Real Madrid, Barça y Valencia.
Jorge Cremades Sena
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