Ni la comparecencia del director del CNI en
la Comisión de Secretos Oficiales del Congreso, que, como su nombre indica,
desconocemos su contenido, salvo que sus explicaciones han dejado contentos a
sus miembros; ni las noticias sobre la Cataluña de Mas, tras pactar con ERC
nuevos impuestos y privatizaciones, haciendo recíproco homenaje a sus
respectivas ideologías; ni el pulso entre Guindos y la Banca por la elección
del presidente de la AEB, que finalmente se inclina por el ministro ante la
renuncia de Roldán a presidir la patronal bancaria; y, ni siquiera, el
permanente trasiego de los casos de corrupción en curso, que hoy pivotan sobre
la probable imputación de la Infanta y el rifirrafe entre Bárcenas y Cospedal
por el asunto de la financiación de su campaña en Castilla-La Manha, quitan
protagonismo a Fabra, el Presidente de la Comunidad Valenciana, y a Wert, el
Ministro de Educación. Tanto monta, monta tanto. Entrambos acaparan el interés
mediático.
Fabra anuncia el cierre de Canal 9, la televisión
valenciana, levantando ampollas entre tirios y troyanos. La anulación del ERE
para unos mil trabajadores de su plantilla por parte del TSJ de Valencia, que
da la razón a los trabajadores, por lo que, obviamente, habrían de ser
readmitidos de nuevo, es la causa del cierre final. Fabra alega que, tal como
está el patio, su gobierno no puede gastar más de 110 millones al año en
detrimento de los servicios sociales. Al ser echada por tierra su pretensión de
hacer viable Canal 9 con los ochocientos trabajadores no afectados por el
citado ERE, que ni trabajadores ni sindicatos aceptaban, cierra el chiringuito
y todos a la calle, convirtiendo a la Comunidad Valenciana en la única con
lengua propia cooficial sin una televisión autonómica. Imaginen lo que dirán
los catalanes con un entramado de más de media docena de televisiones públicas
o los andaluces con la mitad de ellas aproximadamente, así como el resto de
CCAA. Sin entrar en un análisis más profundo, que no es objetivo de los comentarios
de este blog, se puede concluir que ni tanto ni tan calvo. Ni se pueden
sobredimensionar las plantillas de las televisiones públicas (o mantener varias
cadenas), al extremo de hacerlas inviables económicamente y socialmente
ineficaces (como sucede con tantísimos entes públicos de otra naturaleza), ni
se puede cortar por lo sano suprimiendo tajantemente un servicio que, en sus
justos términos y bien gestionado, puede y debe cumplir un importante papel
social y cultural. En todo caso, este episodio debiera hacer reflexionar a los
gobierno autonómicos y a los sindicatos, no sólo en la responsabilidad última
de resolver una situación insostenible, sino también en la de haber permitido a
lo largo de los años que se desarrolle. Es obvio que ni estuvieron entonces, ni
han estado ahora, a la altura de las circunstancias.
Y, hablando de no estar a la altura de las
circunstancias, quien se lleva la palma es el ministro Wert y, en definitiva,
el gobierno de Rajoy. Tras retirar ayer mismo las becas Erasmus a miles de
alumnos, que ya las tenían concedidas y las estaban disfrutando, ha sido tal el
escándalo que hoy ha tenido que volverlas a conceder. Por encima de un plan de
becas de cara al futuro, siempre discutido y discutible, por encima de los
criterios de su concesión, que pueden ser cuestionados, lo que es inadmisible e
intolerable es dejar tirados a alumnos en el presente, asesinando sus
expectativas, que el mismísimo gobierno les había dado y que, por tanto, ya
disfrutaban en sus respectivos destinos. No se le ocurre ni al que asó la
manteca. Pero a Wert, sí. Y, lo que es peor, la rectificación inmediata, que
tanto el PP como el Gobierno le han exigido, sólo demuestra una intolerable
descoordinación gubernamental y una especial torpeza por parte del titular de
Educación que nadie rectifica a priori. Ni la naturaleza de la medida, ni la
cuantía económica, ni la oportunidad de la misma, tras la movida por la
reciente aprobación de la LOMCE, justifican la absurda decisión de Wert, para
que sus propios colegas le tengan que dejar en evidencia obligándole a
rectificar. No me cabe ninguna duda, ni tengo razones para dudar sobre la
capacidad intelectual de Wert, pero sí de su incapacidad como comunicador, que
le invalida como gobernante. No en vano sigue siendo el ministro peor valorado
de todo el gobierno.
A quien parece importarle un pepino estar o no a la
altura de las circunstancias es a Artur Mas que, a pesar de la grave situación
económica que atraviesa especialmente Cataluña, no tiene reparo alguno en
doblar la partida presupuestaria para sus embajadas, entre otras partidas
claramente identitarias. La identidad, inventada o real, está por encima de las
necesidades básicas, no satisfechas en miles de catalanes que lo están pasando
muy mal. No en vano, según publica algún diario, los empresarios catalanes
prefieren contactar con Montoro y no con Mas para verificar el calendario de
pagos ante la falta de liquidez de la Generalitat, que, entre el Fondo de
Liquidez Autonómica y el plan de proveedores ya ha recibido por parte del
Estado 20.904 millones de euros.
Jorge Cremades Sena
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