Hace ya más de tres años, ante las
permanentes injerencias de González y Aznar en lo que, para bien o para mal,
hacían entonces los líderes de sus respectivos partidos (Zapatero en el PSOE y
Rajoy en el PP) escribí un artículo titulado “De jarrón chino, a jarrillo de
lata” (publicado en Diario Información el 17 de junio de 2010), que, a pesar
del tiempo transcurrido, no ha perdido actualidad. Hoy, con Rubalcaba liderando
el PSOE y Rajoy, que lo sigue haciendo en el PP, poco han cambiado las cosas,
los citados ex presidentes, definidos en su día por Felipe como “jarrones
chinos”, no dejan de incordiar e interferir en los asuntos que manejan los
actuales líderes de sus respectivos partidos. (Al final de este post transcribo
dicho artículo literalmente para que juzguen si llevo razón o no; cuando lo
escribí aún no había creado mi blog).
Lo cierto es que, con idéntico afán paternalista y
sabelotodo, situándose por encima del bien y del mal, ambos ex presidentes,
amnésicos de las cosas malas y los errores de su gestión, aparecen de vez en
cuando para dar tirones de orejas a sus sucesores, justo cuando éstos tienen
mayores dificultades para controlar sus respectivos partidos. Sale Felipe,
justo cuando se inicia la Conferencia Política del PSOE, para ahondar en una
obviedad, reconociendo la “crisis de liderazgo” del partido y de Rubalcaba y
animando así las apetencias de relevo (sobradamente justificadas) de quienes
quieren defenestrarlo, tras haber participado en el falso cierre del sucesor de
Zapatero. Y sale Aznar, justo cuando Rajoy se enfrenta a grandes dificultades,
al margen de los débiles signos de recuperación económica, para enfatizar que
lo único que le preocupa de Rajoy “es que acierte” animando a quienes le consideran
un hombre gris y poco carismático. Ambos personajes, desde sus atalayas doradas
en sus retiros de ensueño, entre sus sabias actividades en los diversos consejos
de administración de algunas empresas, se permiten agitar un gallinero,
bastante revuelto ya, sin aportar soluciones en privado ni arrimar el hombro
trabajando en sus partidos para que salgan del descrédito que acumulan ante la
opinión pública. No extraña que luego ningún dirigente popular asista a la
presentación del libro de Aznar, o que Rubalcaba, animado por su jefe, se
permita manifestar sobre la inteligencia de Chacón que “Inteligente. Bueno no,
es un poco excesivo. Tenaz”. Lo de inteligente queda para él por boca de
Felipe, que, tras la puya sobre su crisis de liderazgo, le califica como “la
mejor cabeza política”, afirmando que Rajoy, al que está dispuesto a ayudar “aunque
no esté de acuerdo con él”, no tiene crisis de liderazgo porque no tiene
liderazgo.
En todo caso, a Rubalcaba siempre le puede servir de excusa
que su vecino y compañero ideológico Hollande haya desatado en Francia un
malestar generalizado por culpa de los recortes, el paro, los impuestos
elevados y las políticas de inmigración, al extremo de que atraviesa un nivel
muy bajo de popularidad, cuando hace bien poco era la esperanza, no sólo de
Francia, sino de Europa. Siempre puede recurrir a una especia de ciclo bajo de
la izquierda, a una especie de moda siniestra, como la causa de que estando
Rajoy también en bajas cotas de popularidad sea incapaz de remontarle en las
encuestas. Quien no se consuela es porque no quiere. Y consuelo es justamente lo que muchos habrán sentido
al conocer que el BCE ha decidido bajar los tipos de interés al nivel más bajo
de toda su historia, un 0´25%, como incentivo para que llegue de nuevo el
crédito. Una buena noticia, sin lugar a dudas, al igual que la de que el TS
haya cambiado su doctrina, anulando el indulto al kamikaze. Rectificar es de
sabios.
Quien no rectifica es la Generalitat de Cataluña, única
comunidad que no ha suprimido entes públicos y además incrementa las
subvenciones a TV3 por su marcado interés propagandístico del soberanismo. Si,
en su día, Enrique de Navarra afirmó “París, bien vale una misa” para hacerse
con el trono de Francia, bien podía decir Mas “Barcelona, bien vale una ruina”,
para conseguir la independencia de Catalunya. Los farmacéuticos catalanes,
entre otros sectores, entenderían el mensaje al instante.
Jorge Cremades Sena
Y, como lo prometido es deuda:
DE JARRÓN CHINO A JARRILLO DE LATA
Andan
últimamente los asuntos tan revueltos en España que los españoles estamos
perdiendo la capacidad de sorprendernos. Las actuales cúpulas de los partidos
políticos, que tan dignamente defienden nuestros intereses, no reparan, ni en
sus discursos ni en sus actuaciones, en colaborar a tamaño despropósito, al
extremo de que el PP se nos presenta ahora como el partido de los trabajadores
y el PSOE como el que más daño les hace, o de que el PSC de Montilla se erija
en el mayor defensor del catalanismo y CiU en el garante de la españolidad,
convirtiéndose su líder Durán y Lleida –el otro, el señor Mas, queda para
Cataluña- en el más valorado por todos los españoles en la última encuesta. En
tales circunstancias es curiosa la aparición en la escena política de los ex-presidentes
González y Aznar, quienes, tras años de silencio o de esporádicas
intervenciones para dar un tirón de orejas a los actuales líderes de sus
respectivos partidos, se muestran ahora decididos a ponerse de nuevo el traje
de faena para apoyarles ante la opinión pública con sus sabios consejos
públicos, producto de su valiosa experiencia como gobernantes. Ambos, durante
su gestión, brillaron al inicio de sus respectivos mandatos e ilusionaron como
nunca a millones de españoles; ambos se apagaron al final generando desilusión
a causa, respectivamente, de la corrupción y el belicismo entre otros fracasos.
No obstante, a pesar de sus luces y sombras, ambos siempre fueron un claro
referente ideológico sin que ello les impidiese practicar el necesario
pragmatismo que la gobernabilidad de un país requiere; seguramente es el
disloque del gobierno de ZP lo que les hace salir de sus dorados retiros,
González para evidenciar que el pragmatismo no es incompatible con la ideología
–él por cuestiones pragmáticas tuvo que renunciar a muchos viejos principios
antes de que se los impusieran-, Aznar para evidenciar que lo que resuelve una
crisis económica es una eficaz gestión y no una ideología –él resolvió la que
le dejó González sin necesidad de convertir al PP en el partido de los
trabajadores a pesar de no aplicar tan drásticas medidas como las que ZP está
obligado a imponer ahora-.
El
problema es que si los ex-presidentes, comparados por Felipe González con los “jarrones
chinos” -que por su cuantiosa valía nadie utiliza y no sabe donde ponerlos-,
tienen la tentación de parecerse a los “jarrillos de lata” -que por su utilidad,
a pesar de su escaso valor, popularizaron antaño la frase “vales más que un
jarrillo de lata” entre las clases más humildes- acaba siendo un elemento más
de confusión en el desalentador panorama dibujado por la crisis económica. Los
jarrones chinos, salvo para los muy entendidos en la materia, poco se
diferencian unos de otros; instalados todos ellos en las protegidas vitrinas de
las lujosas mansiones, que conforman las zonas más selectas y caras de las
ciudades, quedan tan lejos de la mayoría de los mortales que sólo los que por
razones de trabajo como sirvientes han de quitarles el polvo de vez en cuando
pueden acercarse a ellos. Los jarrillos de lata, salvo en sus diferentes
formas, eran todos iguales; colgados en cualquier lugar de la cocina y
abollados por el uso, quedaban tan cerca de la mayoría de los mortales,
especialmente de los más humildes, que sólo esperaban ser utilizados una y otra
vez hasta convertirse en imprescindibles para ellos. Utilizar los jarrones como
jarrillos es correr el riesgo de romperlos en mil pedazos, mientras que los
jarrillos saben muy bien que pocas cosas pueden compartir con los jarrones,
independientemente del color que éstos tengan, salvo la aspiración de cubrirse
de una pátina de porcelana para parecerse a ellos; algunos hasta lo consiguen.
Precisamente
en épocas de profunda crisis social, política y económica como la que estamos
sufriendo es cuando menos conviene mezclar los antiguos jarrones chinos con los
viejos jarrillos de lata. Éstos apenas pueden sufrir más abolladuras por los
golpes de la crisis mientras que aquellos apenas sufren pequeños rasguños,
siempre reparables, ya que golpes semejantes los harían añicos. Sólo faltaría,
para colmo de la desfachatez, que los jarrones chinos, disfrazados de jarrillos
de lata, abandonaran a hurtadillas sus lujosas vitrinas para confundirse con
éstos y convencerles de la conveniencia de seguir soportando los golpes por el
bien futuro común. Más coherente, y desde luego más clarificador, sería que
cada cual permaneciera en el lugar que le corresponde ya que pasar de jarrón
chino a jarrillo de lata es simplemente imposible.
Aunque
las ocurrencias de los más claros candidatos a jarrones chinos nos sorprendan
diariamente al extremo de que por hartazgo perdamos la capacidad de
sorprendernos, tanto Zapatero como Rajoy, tienen todo el derecho a recorrer por
sí mismos el camino necesario para conseguir sus metas sin las interferencias
públicas de González y Aznar, salvo que éstos sean capaces de aproximarles a
sus luces y alejarles de sus sombras. ¿Es lo que pretenden? Yo creo que no.
Jorge Cremades Sena, 17-6-2010,
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