Por un instante pensé que se había convocado
elecciones y estábamos en campaña electoral. Pongo la tele y me veo a Rubalcaba
en plena faena mitinera. Pero, ¡es que sigue siendo el candidato! Menuda
sorpresa. Menos mal que, finalmente, descubro que, en “olor de multitudes” (o, “loor…”,
que sería lo correcto) y en un enfervorizado océano de aplausos, de lo que se
trata es de la clausura de la Conferencia del PSOE. ¡Menos mal! Es lógico que,
como secretario general, cierre el evento; tan lógico como que quienes quieren
quitarlo de en medio (políticamente hablando) aplaudan unánimemente para
trasladar a la opinión pública una falsa imagen de unidad. Nadie se fía de un
partido dividido, menos aún si la división no obedece a diferencias del
proyecto sino a intereses personales entre los que mandan y los que quieren
mandar. Hasta yo mismo, rememorando mis viejos tiempos de militancia casi ciega,
casi me arranco en aplausos al escuchar las enfervorizadas frases del “líder”
socialista sobre la “unidad” del partido, la lucha por la igualdad en todos los
aspectos, por la solidaridad, por la libertad, por los
servicios sociales, por la educación y la sanidad pública, por una fiscalidad
más justa y, en definitiva, por el estado del bienestar, que requiere tantas y
tantas otras causas nobles como las citadas. El mitin de Rubalcaba consigue
que, por un instante, se me olvide que el partido está roto en mil pedazos y desacreditado, que
muchos de sus dirigentes educan a sus hijos en la privada y acuden a la sanidad
privada cuando enferman, que hace bien poco pudieron hacer desde el gobierno todo
lo que defienden ahora y no lo hicieron, ya que, en el mejor de los casos,
crearon un “estado del bienestar” hipotecado e insostenible al dejarlo casi
todo a deber, al extremo de hundir casi hasta la quiebra la economía española,
que se mancharon con prácticas corruptas sin que el partido hiciera nada al
respecto… y tantas y tantas otras cosas que, no por casualidad, llevaron al
PSOE a la peor situación y descrédito de todo el periodo democrático.... Despierto
del ensueño. El mitin acaba y quienes quieren defenestrar a Rubalcaba,
probablemente con razones sobradas, para ocupar su sitio, le felicitan y le dan palmaditas en
la espalda que se me antojan puñaladas traperas. Todo sea por la imagen. Lo más urgente que tenía que
resolver la Conferencia, queda aplazado. El silencio de los barones lo
certifica. Todo es fachada, nada nuevo en el horizonte, a lo sumo un juicio
público de buenas intenciones que se desvanece en el fondo y la forma nada más
cerrar las puertas del recinto donde se ha celebrado la, tan esperada,
Conferencia.
Y, superado el sopor, no puedo evitar trasladarme a Córdoba,
donde, curiosamente, Rajoy clausura la reunión “interparlamentaria” del PP que,
en tantos y tantos aspectos, tanto se parece al PSOE en cuanto a divisiones,
corrupción, incoherencias, incumplimientos y otros extremos por el estilo.
Cierto que Rajoy no utiliza, como Rubalcaba, un fervor casi místico en su
oratoria, dando la sensación de que está algo más cerca de lo terrenal en su discurso.
Su posición como Presidente de Gobierno le obliga a cierta moderación y, salvo
a algunos que van por libre o ya son “pasado”, favorece una cierta compostura
por parte de quienes, amigos o no del Presidente, están en la pomada
gubernamental ocupando algún cargo institucional como era el caso del auditorio
en Córdoba. Aplausos por tanto, aunque por distintas razones, como en la Conferencia
socialista. Aunque Aznar tome “nota” y Cospedal le responda que el “PP no deja
a nadie atrás”, Rajoy, gracias a la mayoría absoluta, goza de cierta
tranquilidad para ir dosificando los logros políticos que se ha propuesto y
salir relativamente airoso a pesar de las cada vez mayores críticas que le
vienen por su ala derecha interna. Es además consciente de que lo que tiene enfrente, salvo cambios inesperados, poco es de temer. Si además, como es lógico, consigue que en
la defensa de la unidad de España, uno de los temas importantes puestos en
cuestión, se le sumen los socialistas con mayor poder institucional, como
Susana Díaz, exigiendo a los suyos que despejen con claridad cualquier duda al
respecto, la proclama de Rajoy de que la soberanía nacional reside en todos los
españoles y, por tanto, nada hay que negociar sobre el asunto, es otro motivo más de
tranquilidad para la mayoría de españoles y bueno, tanto para el PP como para
el PSOE, que recobra algo de credibilidad ante su nebulosa territorial de los
últimos tiempos, cuando en asuntos como éstos no debiera haber ninguna nebulosa en ningún partido serio.
Por lo demás, la Audiencia Nacional sigue liberando
etarras sin esperar a que el Supremo se reúna el martes para hacer su
interpretación sobre la “doctrina Parot” y desoyendo al fiscal. La indignación
de las víctimas, siempre comprensible, y la de determinados sectores, que no
entienden el proceder de la Audiencia, ni su prisa por aplicar la sentencia de
Estrasburgo, crece y crece, ya que, siendo bien duro ver salir a los verdugos,
si, como algunos interpretan, se puede dilatar en el tiempo de forma legal su
excarcelación, sería inaceptable que se hiciera todo lo contrario, pues,
aunque, tal como dice Rajoy, “esta batalla la ganará la Justicia”, lo que hay
que aclarar de una vez por todas, para erradicar incertidumbres, es si la
Justicia tiene varias formas de ganar la batalla o sólo la que está librando en
estos momentos. Buen síntoma sería que tanto PP como PSOE se pusieran de acuerdo sobre este asunto.
Jorge Cremades Sena
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