Mientras que casi el
conjunto de los sindicatos policiales se quejan severamente de la forma de afrontar los disturbios
violentos en Madrid tras la denominada Marcha por la Dignidad y unos quinientos
policías piden “dimisiones” de los responsables de los “errores” cometidos, un
importante diario nacional desvela como a un trabajador del SAMUR, mientras
atendía a los policías heridos, le gritaban “Dejadlos morir”, cargándose de un
plumazo la “dignidad” reclamada en la concentración y generando la “indignación”
generalizada de la inmensa mayoría de personas decentes de este país. Se mire
como se mire, es intolerable que nuestros policías sean apaleados salvajemente,
al extremo de sufrir “traumatismos craneoencefálicos, contusiones, pérdida de
dientes, heridas por arma blanca, rotura de huesos…” tal como describe alguno
de los sindicatos policiales, cuando, como cualquier trabajador, simplemente están
desempeñando su trabajo tal como se les ha ordenado. Pero además, es
inadmisible que, tal como manifiestan los sindicatos, se les envíe al trabajo
ordenándoles “no salir con los medios adecuados” y “aguantar” sin utilizar los
medios antidisturbios, es decir, sus herramientas necesarias para trabajar con
éxito y dignidad en la consecución de los objetivos planteados. ¿Se imaginan
una dotación de bomberos acudir a apagar un incendio sin cisternas de agua ni
mangueras o una cuadrilla de albañiles a una obra sin ladrillos ni cemento? Esa
es la cuestión. O no se les envía y que pase lo que pase, o se les envía con
los medios adecuados para trabajar con éxito. Que cada cual elija qué término
prefiere de la disyuntiva. O, ¿acaso la dignidad de los trabajadores policiales
no entra dentro de la dignidad reclamada por los convocantes de las marchas? Ni
vale escudarse en culpar a minorías, para que los convocantes miren hacia otro
lado, ni en miedos a la crítica de una posible contundencia policial, para que
los mandos policiales o los responsables políticos confundan el trabajo de los
antidisturbios con el de las hermanitas de la caridad. Unos y otros han de
asumir sus responsabilidades pertinentes, para que ninguna futura concentración
acabe en el espectáculo denigrante que nos ha mostrado la televisión al
respecto.
Y todo ello, paradójicamente,
mientras España homenajea a uno de sus hijos predilectos, Adolfo Suárez, de
cuerpo presente, que tanto trabajó para conseguir una sociedad de consenso en
el sentido de que la violencia diera paso a la palabra y el entendimiento como
método para resolver cualquier tipo de problema. Y los que le tocó vivir y
resolver nada tienen que envidiarle a los problemas actuales, sino todo lo
contrario.
Para finalizar, dos noticias
inquietantes. La primera la alerta que hace la OTAN del masivo despliegue
militar ruso en la frontera con Ucrania, lo que puede significar que Putin no
se conforme con anexionarse Crimea de forma impune. La segunda la clara derrota
de los socialistas franceses en las elecciones locales y el gran avance de la
ultraderecha liderada por Le Pen que consigue un resultado histórico, lo que
supone un fracaso rotundo de Hollande, presentado en su día como el aire fresco
que iba a renovar el ambiente europeo enrarecido por las políticas de Merkel, y
un éxito de políticas ultramontanas que, en caso de aplicarse, dejarían a la
presidenta alemana posicionada casi en la extrema izquierda. Es obvio que en
cualquier momento las cosas pueden empeorar.
Jorge Cremades Sena
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