Algunos destacan que la
crisis de Crimea, que, por cierto, está votando su ilegal referéndum para
desgajarse de Ucrania y unirse a Rusia, aísla a Artur Mas en Europa, como si al
Presidente catalán le importase algo dicho aislamiento. Al igual que a los prorrusos
crimeos que conforman su Asamblea Legislativa, anulada por el Parlamento de
Ucrania, a Mas y sus colegas independentistas les importa un bledo lo que pueda
opinar el resto del mundo y lo que diga la legalidad establecida si ello supone
un freno a su diabólico proyecto. No en vano acaba de decir que “la marcha
atrás no es una opción, sería un error muy grave”, añadiendo “no descarto la
declaración unilateral de independencia” y justificándose en que “para la
convivencia, ir a votar no es peligroso; no poder votar sí lo es”. En su juego sucio de mentiras y verdades a
medias, se olvida de que una declaración unilateral de independencia es un
desafío violento e ilegal a la convivencia, que no es peligroso ir a votar
(como sucede cada vez que hay elecciones, por ejemplo, las que le catapultaron
a la presidencia de la Generalitat) pero siempre que las elecciones se convoquen
de forma legal y sin excluir a nadie que sea depositario de la capacidad de
decidir sobre el objeto de la elección y, finalmente, que la marcha atrás no es
un error sino todo lo contrario, el problema es que, haciendo lo correcto, en
su caso, supondría reconocer su peligrosa conducta como gobernante democrático,
cuya primera obligación es cumplir y hacer cumplir la legalidad vigente. Menos
mal que todavía mantiene la lucidez de no comparar lo que está sucediendo en
Crimea con lo que él quiere que suceda en Cataluña. Queda, por tanto, una
mínima esperanza para la cordura. No quisiera ver, entre otras cosas porque no
hay una potencia agresora en el entorno, a una Cataluña invadida por soldados
extranjeros, enfrascada en un referéndum ilegal bajo la presión propagandística
de unos ciudadanos que se ponen de parte de la invasión.
Y mientras los exabruptos de Mas ya
se consideran como algo casi normal entre nosotros al haber estado durante tanto
tiempo soportando sus ilegalidades sin poner desde el principio las cosas en su
sitio, algunos, pensando que todo el monte es orégano, hacen lo propio en los
asuntos que les interesan. Así, aprovechando la falta de control de las
administraciones, Aneri, uno de los trece imputados en la estafa de los cursos
de formación de la patronal, llevaba una vida de super-lujo a costa de los
contribuyentes, alardeando incluso de las desorbitadas cantidades de dinero que
llevaba en los bolsillos y de su capacidad para hacer millonarios a otros. Todo
un conseguidor, a sus 34 años, de cientos de miles de euros para subvencionar
cursos de formación virtuales que él mismo diseñaba para sus falsos alumnos.
Todo un negocio, sin lugar a dudas.
Por lo
demás, dejando al margen el chorreón de noticias sobre la ya esperada reforma
fiscal que, entre otras cuestiones, buscará resolver (con el permiso de Artur
Mas) el disparate de la brecha fiscal entre las distintas CCAA, el PSOE ya
puede presumir de su lista electoral para las elecciones europeas, aunque hayan
desencadenado todo tipo de especulaciones. La aclamación desde el sindicato UGT
de Chacón al grito de “presidenta”, mientras Rubalcaba y Valenciano relegan a
los candidatos relacionados con el “zapaterismo”, como si ellos fueran ajenos
al mismo, ponen la guinda. La inclusión del controvertido superministro José
Blanco, la anécdota.
¡Ah! Como
estaba previsto, Rafá Zouhier, el intermediario de los explosivos del 11-M,
tras cumplir sus diez años de condena, ha sido puesto en libertad. No se
alarmen. En esta ocasión las autoridades han decidido impedirle su estancia en
libertad en nuestro país y, desde la cárcel, ha sido trasladado a Tánger,
mientras su abogado pone el grito en el cielo.
Jorge Cremades Sena
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