En plena efervescencia
mediática por el décimo aniversario del 11-M se cuela una noticia que, de ser
cierta, no dejaría de sorprender a la ciudadanía en cualquier país civilizado,
aunque en el nuestro se vea como algo casi normal. La noticia se refiere a Rafa
Zouhier, el marroquí condenado por su participación en los atentados a 10 años
de cárcel, que cumplirá próximamente, después de que, durante el juicio, la
Fiscalía llegase a pedir para él nada menos que 38.958 años de condena, como
ven, toda una eternidad. Su abogado, ante su inminente salida de la cárcel, va
a recurrir a los tribunales para evitar su expulsión a Marruecos. Está en su
derecho. Pero no me refiero a estos datos, aunque también, cuando califico de
sorprendente noticia en cualquier otro país, aquí estamos más que acostumbrados
a la abismal discrepancia entre la petición de condena por Fiscalía y la
condena final (casos como Malaya y tantos otros lo confirman), algo que nadie
entiende. Me refiero a que, al parecer, el tal Zohuier “ha recibido ofertas
para trabajar de colaborador en programas del corazón”, lo que en cualquier
país civilizado sería “increíble” pero en el nuestro, aunque a alguien le
parezca, es algo prácticamente normal. Basta echar un vistazo a los mal
llamados programas del corazón, para saber que entre su nutrido grupo de
contertulios habituales no es nada extraño encontrar a personajes cuya fama
procede de los actos delictivos que ha cometido, quienes, gracias a dichos
programas, incrementan su fama y fortuna como verdaderos héroes de lo que no
hay que hacer en la vida. En fin, mejor pasar por alto, una vez más, el
concreto asunto de Zohuier, para quedarnos con los nuevos datos o versiones que
siguen apareciendo sobre la tragedia del 11-M, como la inicial intención de la
célula terrorista de volar la tumba de los Reyes Católicos en Granada o el
nefasto recuerdo de la misérrima actitud tanto del gobierno como de la
oposición con el objetivo de obtener ventaja electoral, según el atentado fuese
etarra o islamista, que tantos ríos de tinta ha dejado en estos años.
Dejando a Zohuier, pero no al
terrorismo, cuya amenaza, según Interior, sigue siendo “alta”, la desaparición de un
avión repleto de pasajeros ha desatado todas las alarmas, mientras el FBI se
presta a ayudar a Malasia en la investigación del sucesos que, entre otras
hipótesis, apunta a un atentado terrorista, mientras la ascendente y pujante China está
alarmada por la posibilidad de atentados en su territorio. Un asunto, el terrorismo, que no
permite bajar la guardia en ningún instante y en cualquier país del mundo,
aunque, como en otros asuntos, la hipocresía política sólo encienda el piloto
rojo según los lugares en que se comete el atentado, mirando hacia otro lado o de
reojo, en el mejor de los casos, cuando el terrorismo campa a sus anchas en
determinadas zonas de la tierra.
En cuanto a nuestros asuntos cotidianos
se refiere, destacar que Artur Mas sigue con sus trece, planeando una Hacienda
catalana que, con unos ocho mil funcionarios, un cuerpo de unos 300 inspectores
y unos 700 millones de gasto, velará para que la Hacienda pública de una
Cataluña independizada sea justa y trasparente como mandan los cánones y,
obviamente, ningún ciudadano, comenzando por los dirigentes, se permita
defraudar o esconder sus fortunas en paraísos fiscales. Todo ello coincidente
con la noticia de que España (incluida Cataluña) no cumplirá el objetivo de
déficit de 2013, superándolo en dos décimas sobre lo previsto al situarlo en el
6´7% a pesar del recorte del coste de la deuda y a la buena gestión de los
ayuntamientos.
Y mientras la vencedora Arantza
Quiroga dice “en las últimas semanas he sufrido algunas pájaras”, Cospedal
anuncia que “en Madrid y en todas partes vamos a escuchar a todo el partido. A
los que hablan y a los que no porque son más prudentes”. Con “pájaras” o sin
ellas, así debe ser, escuchar a todo el partido, aunque veremos a ver como lo
hacen con quienes no quieren hablar. Habrá que intentarlo, aunque sea por
señas. Quienes sí han hablado, por cierto, son los que libremente han decidido,
sean militantes o no, participar en las primarias abiertas del PSPV, eligiendo
a Ximo Puig con el 69% de los votos a quien, obviamente, hay que felicitar y
desearle éxito en su andadura. Supongo que nadie hablará, como en lo referente
a Quiroga, de partido dividido, por no haber conseguido, como el presidente de
Corea del Norte, el 100% de los apoyos. Ahora sólo falta ver si ese 31%,
legítimamente discrepante, se dedica en cuerpo y alma a trabajar por el triunfo
de su partido en vez de, como nos tienen acostumbrados, a poner zancadillas que
impiden en definitiva la consolidación de un liderazgo político creíble.
Finalmente resaltar que los
interventores no ven cohecho en los famosos papeles de Bárcenas al no apreciar
relación entre las donaciones de determinadas empresas al PP y las
adjudicaciones que recibían. Un asunto bastante complicado a la hora de
demostrar la conexión. Cuestión distinta será, o debiera ser, la tenencia y
procedencia de la descomunal fortuna, apalancada en Suiza, del susodicho
sujeto.
Y en cuanto a Ucrania se refiere,
todo sigue igual. A la espera del resultado del ilegal referéndum en Crimea,
mientras Moscú acelera los acontecimientos enviando más tropas a la península a
través del estrecho de Kerch. Mejor estar preparados para lo que ha de venir,
pensará Putin, a quien, curiosamente, algunos comentaristas políticos,
justifican apelando al supuestamente gobierno totalitario de Kiev, al que
tachan incluso de nazi. Apártate que me tiznas, dijo la sartén al cazo; un dicho
popular que viene a cuento.
Jorge Cremades Sena
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