Tanto CiU como ERC
mantienen que “votar es el gesto básico de la democracia”, mientras que PP,
PSOE y UPyD entienden que han cruzado las líneas rojas y que es antidemocrática
una consulta para la “secesión” y, por su parte, IU, manifiesta que no apuesta “por
una declaración unilateral de independencia”. Todos llevan parte de razón y, a
la vez, carecen de ella. Cierto que el gesto básico de la democracia es votar,
pero con arreglo a las reglas establecidas sobre el fondo y la forma de
hacerlo, empezando por la propia convocatoria de la consulta y acabando por los sujetos capacitados para
apostar por una determinada decisión. En ese sentido, sí cabría una consulta
incluso para la secesión (incluida la declaración unilateral) si la legalidad
vigente lo contemplase al haberlo decidido así todos los ciudadanos en el
proceso constituyente. Cuestión distinta es que, obviamente, sería una “rara
avis”. Por tanto, votar puede dejar de ser el gesto básico de la democracia y
convertirse en todo lo contrario si la consulta la convoca quien no es
competente legalmente para hacerlo y si está dirigido sobre una parte de la
población que no tiene la capacidad legal de tomar la decisión. Ese es “grosso
modo” el caso catalán, donde, por cierto, parece ser que unos 700 municipios se
disponen a dar sus censos a Artur Mas para que convoque la consulta ilegal,
mientras que los servicios de inteligencia alertan de que los nexos entre
radicales catalanes y vascos son cada vez más frecuentes.
Tampoco es un gesto básico
democrático el uso de la violencia en las calles que “in crescendo” se
desarrolla últimamente en España. Una izquierda radical “antisistema” que
pretende atentar contra el Estado de Derecho, nutriéndose, según informes
policiales, de jóvenes del entorno de ETA, Resistencia Galega y los GRAPO, que,
reventando las legítimas y legales manifestaciones pacíficas, pueden causar
daños irreversibles, pues estos días atrás, como dice el ministro Fernández
Díaz, “la brutal agresión a los agentes pudo costar vidas”, lo que sugiere que
haya que tomar medidas, dentro de la legalidad constitucional, para evitar en
lo sucesivo estos desmanes injustificables. Por si no hubiese habido bastante,
nuevos altercados han llenado las calles en Barcelona mientras se daba una
protesta a favor de la “desobediencia”, mientras que otra en Madrid, contra la Monarquía,
ha tenido escaso eco y asistencia. En todo caso ¡qué se puede esperar de una
protesta a favor de la “desobediencia”! Obviamente, la anarquía.
Y ya que hablamos de la Monarquía,
el Rey anda empeñado en impulsar el consenso que diseñó en su día con Suárez y,
al respecto, mantiene contactos con los líderes políticos españoles y los ex presidentes
del Gobierno. Seguramente anda animado al conocer que, según una encuesta, casi
el 63% de la población cree que la muerte de Suárez ha revalorizado la figura
del Monarca y que el 90% apuesten por recuperar la unidad. Unidad que debiera
comenzar por los propios partidos a nivel interno. Es lamentable que el PSC,
por ejemplo, ande a la gresca con el asunto de las primarias que tanto hemos
aplaudido, ya que las de la alcaldía de Barcelona han sido impugnadas por el
líder socialista Jordi Martí, alegando que pudo haber votantes que ni sabían a
lo que iban al colegio electoral, mientras el líder del PP, Alberto Fernández,
critica que era patética la imagen de ciudadanos pakistaníes que iban a votar
pero “no sabían responder” qué es lo que votaban. Un desastre sin lugar a dudas
que no conduce a nada positivo sino todo lo contrario. Sólo falta que en esto
de las primarias sea el remedio peor que la enfermedad. Y es que en España
somos expertos en chapuzas. Acabamos de saber que, según las actas
desclasificadas del FMI, España le pidió en 2009 que no airease los problemas
que, por entonces, tenía la banca; 18 días después se intervino la primera de
ellas, la de Castilla La Mancha, si mal no recuerdo; el resto de la serie es
sobradamente conocido por todos.
Por su parte, mientras Putin y su
actitud en Ucrania obliga a que la UE se lance a reformas en el terreno de la
energía y la seguridad, bastantes descuidadas, Cuba, que al borde de la extrema
pobreza se ve obligada a apostar por una especie de capitalismo comunista, da
todo tipo de facilidades a los millonarios inversores, sin poner casi ninguna
restricción a los empresarios, según una ley que acaba de aprobar la comunista
Asamblea Nacional. No sabemos qué reacción tendrá la Venezuela de Maduro, en
total convulsión ciudadana, teniendo en cuenta que esta nueva Cuba
capitalista-comunista está presente en Venezuela de forma exagerada, desde las
fronteras a los cuarteles y en cualquier punto estratégico, controlando incluso
hasta el sistema de salud. ¡Y lo que nos quedará por ver todavía!
Jorge Cremades Sena
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