Ya casi no sé si es mejor para el PSOE
renovarse o quedarse como está. Al final más de uno va a decir aquello de “virgencita
de mi vida, que me quede como estoy”. Si no recuerdo mal, a lo largo de todos
mis años de militancia socialista, en aquellos magníficos viejos tiempos, los
Estatutos estipulaban que en caso de dimisión del Secretario General el Comité
Federal nombraba una Gestora con la finalidad de convocar un Congreso
Extraordinario y dirigir al partido entretanto. Supongo que, salvo que hayan
cambiado dichos estatutos de forma sustancial, es lo que debiera suceder tras
el anuncio de dimisión, que no dimisión, de Rubalcaba. El problema es que esta
forma de irse a plazos, de sí pero no, genera demasiadas incertidumbres y
provoca, como es el caso, preliminares escaramuzas con el único objetivo de
estar lo mejor posicionados para conseguir el poder dentro del partido. Que
voten todos los militantes, que sea un Congreso estilo Andalucía, que primero
haya primarias, que decida el Comité Federal, que decida Rubalcaba y los
barones, que “habrá que preguntar alguna vez a la gente qué es lo que quiere”,
que si primarias o congreso, que, en caso de ambos, cuál ha de ser primero, que…….un
verdadero desastre. ¿Es qué el PSOE en caso de dimisión del Secretario General ni siquiera tiene previsto estatutariamente qué
procedimiento hay que seguir? Esta moda de dimisiones en diferido y a plazos,
que ha impuesto el zapaterismo, sólo se puede entender desde la óptica de
intereses particulares de las oligarquías dominantes. Si te vas, te vas y
punto; aquí y ahora, para inmediatamente aplicar lo que digan los estatutos.
¿Es que ni siquiera los militantes tienen la seguridad y la garantía
jurídico-estatutaria de cómo hay que proceder desde el instante de la dimisión
el Secretario General? Pues claro que, como dice Chacón, “habrá que preguntar
alguna vez a la gente…” o como dicen otros de que Rubalcaba “llegó sin
primarias y se va sin ellas”, pero el problema es que cómo van a preguntarle a
la gente si ellos mismos no se aclaran sobre cómo, cuándo y qué hay que
preguntar, y por qué Rubalcaba, que ha anunciado que se va pero no se ha ido,
llegó sin primarias y se va sin ellas. Muy a mi pesar y desde hace muchos
tiempo cada vez entiendo más la catastrófica situación que atraviesa este PSOE
que, desde luego, no es el mío. Y puede que ésta sea la última oportunidad que
les quede para cambiar de rumbo. Para ello hágase sencillamente lo que digan
los estatutos pues, como decía Guerra hace muchos tiempo, “los experimentos,
con gaseosa”.
Por su parte Rajoy asume el castigo al PP confesando que
entiende “a quienes nos han retirado su apoyo” pero se niega a modificar el
Gobierno pese al duro castigo electoral ya que “la gente verá que los
sacrificios tenían sentido”, confiándolo todo a la mejora económica y salida de
la crisis de la que está seguro. Algunos, como el propio Cañete, consideran que
deben “mejorar la comunicación para recuperar votantes”. Cada uno lleva su
parte de razón, ya que incluso si la economía crece y se sale del hoyo, a la
gente, que lo pasa tan mal, hay que razonarle las dificultades y explicarle
hasta la saciedad por qué no son posibles otro tipo de medidas si esa es la
causa de tan lento crecimiento. Con la que está cayendo, que el FMI pida, a
pesar de que todos los organismos como él mismo reconozcan la mejoría económica
en España, que se suba el IVA de algunos productos, que se permita bajar más
aún los salarios o que proponga quitas viables a las empresas con deudas, requiere
no sólo una explicación a los ciudadanos sobre lo que piensa el Gobierno ante
semejante petición, que no basta con que por una vez y como respuesta diga De
Guindos, menos mal, que “el gobierno no va a modificar ningúntipo de impuesto
indirecto”. No está mal para empezar, pero hay que recordar que lo que la
ciudadanía espera no es mantener los ya subidos impuestos sino bajarlos, tal
como prometió Rajoy y, en caso de no cumplirlo, al menos hay que argumentarlo
por activa y por pasiva.
Advierte Hollande que “Europa se ha vuelto
incomprensible, distante” mientras los líderes de la UE, ante el desastre
electoral, prometen reformas. No es que Europa se haya vuelto distante, son los
gobernantes de la UE quienes la han vuelto indiferente, cuando no hostil.
Cuando en vez de jugar a la solidaridad europea, a políticas convergentes y
comunes en beneficio de todos, se juega a mantener los egoísmos localistas o al
sálvese el que pueda, se está dando un cheque en blanco a los nacionalismos
radicales del signo que sea con toda su verborrea xenófoba, racista y violenta,
que atentan directamente contra la construcción de la UE a la que achacan
demagógicamente de todos los males que sufren sus respectivos nacionales.
En otros asuntos de España, mientras Interior suaviza la
Ley de Seguridad Ciudadana, dimite el Director de los Mossos, al parecer a
instancias de ERC y antes de ser censurado en Les Corts por toda la oposición,
tras los disturbios acaecidos en Barcelona y el anterior asunto de las pelotas
de goma. Un asunto, el de la Seguridad Ciudadana, que, de una vez por todas
debiera ser objeto de un consenso amplio si no queremos que, al final, el orden
público se nos vaya de la mano en beneficio exclusivo de los violentos. ¿Es tan
complicado acordar una Ley de Seguridad, obviamente constitucional, que ponga a
los violentos a buen recaudo? Yo pienso que no es complicado y que la inensa
mayoría de la gente apostaría porque fuese incluso severa contra quienes se
permiten atentar contra las personas y las cosas de forma impune como sucede
ahora.
Y ya no lo pienso, sino que estoy seguro, de que si los
partidos políticos quisieran acabarían con la corrupción intolerable que hay en
sus respectivas filas. Precisamente hoy acaba de ser condenado a ocho años de
cárcel y veinte de inhabilitación absoluta Rafael Blasco, comunista en su
juventud, socialista y popular después, desempeñando con ambos gobiernos el
cargo de conceller, el último en Cooperación, donde, al final, le han pillado
defraudando las ayudas para el desarrollo. También estoy seguro de que si los
partidos no erradican la corrupción es porque los ciudadanos no lo exigimos con
contundencia. Precisamente en la Comunidad Valenciana se concentra buena parte
de la corrupción que se adjudica al PP que, una y otra vez, sigue gobernando y
ganando elecciones sin ningún problema; y precisamente en Andalucía, donde se
concentra casi toda la corrupción que se adjudica al PSOE, sucede lo propio.
Basta tener en cuenta los resultados de las últimas elecciones, aunque sean
europeas. Seguro que en cualquier otro país esto no pasaría. Y seguro que, por
ello, aquí somos campeones en corrupción.
Jorge Cremades Sena
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