Acabada la tediosa campaña electoral, mañana
a votar. Sólo queda este día de reflexión para que tomemos una decisión al
respecto. Los partidos han hecho una última llamada contra la abstención y,
probablemente, sea de lo poco sensato que han hecho hasta este momento. Al
parecer los dos mayoritarios llegan a la meta empatados prácticamente, lo que
hace impredecible el resultado final. El resto de partidos contando las
posibilidades que cada uno tendrá de hacerse con los despojos de los
anteriores, todos ellos resaltando lo mal que lo han hecho pero sin poner
encima de la mesa alternativas convincentes o viables para despejar las
incertidumbres que tiene la UE. Entretanto el PP de Rajoy y de Cañete denuncia
la herencia socialista, mientras el PSOE de Rubalcaba y Valenciano denuncia el recorte
social. El PP pide el voto para mantener la unidad y la recuperación, ya que
según Rajoy “no hay que tirar por la borda” lo conseguido en estos “dos años
durísimos” y avisa de que en las elecciones de mañana “nos jugamos el Estado
del Bienestar y la unidad de España”. El PSOE, por su parte, exprime hasta el
final el error de Cañete y la necesidad de dar un vuelco en Europa a las
políticas conservadoras, por lo que Rubalcaba anda convencido de que “el PP
perdió el debate, los papeles y perderá las elecciones”. Son los últimos
mensajes de los dos grandes partidos. ¿Y Mas El Ausente qué hace? Muy fácil,
poniendo todo en clave independentista, exhibe las urnas del 9-N para intentar
atraerse el voto soberanista, con el permiso de ERC, y además solicita el
ingreso de Cataluña en la comunidad francófona; lo primero contra la decisión
del Supremo, que ha prohibido preguntar por la consulta, lo segundo, a espaldas
del Gobierno. En fin, a su estilo antidemocrático y, por tanto, totalitario.
Este es el panorama a grandes rasgos sobre el que hemos de reflexionar hoy de
cara a emitir mañana nuestro voto. Pero, desde luego, emitir nuestro voto y no
quedarnos en casa. Incluso cabe la figura del voto en blanco, pero, al fin, el
voto, evitando que algunos hagan interpretaciones torticeras e interesadas sobre
la previsible alta abstención.
Dejando el asunto de las elecciones, mientras se conoce
que uno de cada cinco parados en España, el principal de los problemas, lleva
más de tres años sin trabajar, las agencias de calificación, como S&P, suben
la nota de España por sus reformas para salir de la crisis. De ser claros estos
buenos datos macroeconómicos, hay que tener presente que todo el esfuerzo hay
que priorizarlo en mejorar las condiciones de vida de los más desfavorecidos,
entre ellas, la posibilidad de que todos puedan vivir con dignidad de su propio
trabajo, ya que, en caso contrario, es imposible la recuperación real. Y,
aunque algunos planteen la lógica de que primero hay que cuadrar las cuentas y
mejorar la economía, para poder mejorar el bienestar social (lo contrario
obviamente es imposible), no es menos cierto que todo tiene un límite temporal,
más aún si no va en paralelo la mejora económica con la social.
Y, hablando de mejoras, mientras el Gobierno pide a los
jueces que aplique la Ley de Justicia Universal, se plantea que los accionistas
en las empresas controlen más las retribuciones de sus ejecutivos. Si lo
segundo parece razonable para evitar los desorbitados sueldos que éstos suelen
ponerse casi a su antojo, lo primero es algo más discutible. No es de recibo
que un Gobierno pida a los jueces que apliquen la ley (ni la universal, ni la
local), el Estado ha de exigirles, como a cualquier funcionario, que cumplan su
trabajo y, en este caso, se trata de aplicar las leyes vigentes, gusten o no a
unos u otros. Si una ley se considera inconstitucional, recúrrase; si se
considera mala, mejórese; y si se considera obsoleta, anúlese. Pero mientras
esté vigente, sólo cabe aplicarla sí o sí, dentro del margen interpretativo que
la propia legalidad contemple. Sólo falta ya que, ante el amplio margen
interpretativo existente en la aplicación de nuestra legislación, con
sentencias casi opuestas por delitos casi similares, que asombran a cualquiera,
se deje además al libre albedrío de jueces y magistrados politizados (tan
controlados por el Ejecutivo para unos asuntos y tan independientes para otros)
la interpretación incluso de aplicar o no una determinada ley.
Fuera de España, mientras en Reino Unido los populismos
ponen fin en las elecciones municipales (y probablemente en las europeas) a la
hegemonía de sus dos grandes formaciones políticas, dos países, ajenos a la UE
se la juegan en estos momentos, sumándose a los ya clásicos que casi siempre se
la están jugando. Por una parte Ucrania, que mañana celebra elecciones; por
otra, Tailandia, que acaba de sufrir un golpe de Estado. Ucrania, presa de todo
tipo de intereses ajenos, tiene mañana, si la dejan, la posibilidad de
manifestar en las urnas su mayoritario deseo de convertirse en un estado
democrático, pues, por cuestionado que esté el actual Ejecutivo, cabe la
posibilidad de legitimar definitivamente al que surja de las urnas, siempre que
se respete la limpieza electoral, aunque en un clima prebélico sea bastante
complicado conseguirlo; no en vano cientos de voluntarios se estrenan cerca de
Kiev por si han de enfrentarse a los prorrusos, alzados en el este. Peor asunto
todavía el de Tailandia, donde el Ejército y la nueva Junta Militar, tras consolidar
su golpe de Estado (en este caso duro y en toda regla, a diferencia del que algunos
consideran que se dio en Ucrania), controla ahora el país, como suele suceder,
con puño de hierro, disolviendo el Senado, asumiendo el poder legislativo y
arrestando a más de 185 activistas y personalidades, entre ellas a la ex
primera ministra Yingluck Shinawatra.
Reino
Unido, Ucrania y Thailandia bien pueden ilustrarnos a la hora de reflexionar
sobre estas elecciones de todo lo que nos jugamos y de todo lo que tenemos. Son
claros ejemplos de tres pueblos, muy distintos, a la hora de disponer de sus
propios destinos. Reino Unido con pleno derecho a elegir su futuro, a acertar o
equivocarse en la elección, siendo responsable el pueblo, en todo caso, de sus
aciertos o errores, así como de enmendarlo; Ucrania, con un limitado derecho a
lo anterior, pendiente de un hilo si cualquier error del pueblo da pie a los
enemigos de la libertad de uno u otro lado para imponerles su férrea voluntad;
y Tailandia sin ningún derecho (no se sabe hasta cuándo), porque así se lo ha
impuesto al pueblo la irracionalidad de la fuerza de las armas, que, tan malos
momentos ha hecho pasar a tantos y tantos pueblos, entre ellos el español, a lo
largo de la Historia. No es mal momento pues para reflexionar sobre lo que
tenemos, a pesar de tantas y tantas carencias, de tantos desaciertos o
desatinos políticos, y sobre todo, para ser conscientes que depende de nosotros
asegurarlo o perderlo en el futuro. Los “salvadores” de pueblos siempre están
al acecho y su aparición depende de si dichos pueblos están dispuestos a
salvarse por sí mismos o no. Basta asomarse a Europa, hace justo un siglo, para
comprobarlo, así como sus trágicos efectos posteriores. Mejor por tanto no
despertar los fantasmas del pasado, pues haberlos haylos.
No
obstante, al margen de la reflexión, millones de personas, futboleros o no, están
pendientes de la histórica final de Champions que Real Madrid y Atlético juegan
hoy en Lisboa, convertida en capital internacional por un día, gracias a este
acontecimiento deportivo mundial de primera magnitud en el que España y, sobre
todo, Madrid es protagonista, ya que incluso antes de comenzar el evento ya han
ganado.
Jorge Cremades Sena
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